Un compuesto producido por hongos podría estar relacionado con el Párkinson
Martes 12 de
Noviembre 2013
La suerte, aunque sea mala, favorece a las mentes preparadas reza el dicho, atriobuido a Pascal. Si la contaminación de una placa de cultivo llevó a Fleming a descubrir la penicilina en 1928, puede que el paso del destructor huracán Katrina tenga algo que aportar al estudio de la enfermedad de Párkinson. Investigadores de las universidades de Rutgers y Emory han descubierto que un compuesto orgánico volátil emitido por algunos hongos provoca la muerte de las neuronas productoras de dopamina y causa síntomas semejantes a la enfermedad de Parkinson en moscas de la fruta. El compuesto podría estar asociado con esta y otras patologías neurodegenerativas en seres humanos, según un trabajo que se publica en el último número de Proccedings (PNAS).
La historia de este hallazgo fortuito comienza en 2005, cuando Joan Bennett daba clases en la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, una de las ciudades más castigadas por el Katrina. A consecuencia de la inundaciones su casa se convirtió en un auténtico “campo de cultivo” para hongos y mohos. Antes de combatirlos, su mentalidad científica llevó a Bennett a tomar muestras para analizarlos. Así que esta profesora de biología y patología vegetal se puso manos a la obra pertrechada con una máscara, guantes y el correspondiente equipo de protección para los ojos y empezó a recolectar todo cuanto crecía por las paredes de su casa.
Sin embargo, a pesar de todas las medidas de protección, explica la investigadora, “mientras estaba haciendo el muestreo, me sentí fatal: dolores de cabeza, mareos, náuseas”. Bennet pensó inmediatamente en el síndrome del edificio enfermo, sobre el que hasta ese momento había sido algo escéptica: "Yo sabía algo sobre el síndrome del edificio enfermo, porque soy un experta en hongos tóxicos, pero no creía mucho en ello porque nunca pensé que fuera posible inhalar un cantidad suficiente de esporas para enfermar." Sin embargo, la experiencia provocó en ella una auténtica “conversión”.
Cuando se trasladó a la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey), Bennett quiso estudiar la conexión entre los hongos y los síntomas que ella había experimentado. Allí encontró al investigador Arati Inamdar, de la escuela de Medio Ambiente y Ciencias Biológicas de esa universidad, que convenció a Bennett de la necesidad de utilizar a la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) como modelo genético para su investigación. Gracias a una subvención inicial de la Universidad Bennett pudo continuar su investigación.
La aportación de las moscas
Inamdar, Bennett y otros colegas pasaron aproximadamente un año investigando varios compuestos liberados por los hongos, tratando de entender exactamente cómo funcionaban. "Todo el mundo sabe la exposición a los hongos puede acarrear problemas de salud, pero nadie había investigado el motivo antes”, señala Inamdar.
En 2010, encontraron el 1-octeno-3-ol, un compuesto orgánico volátil, que se desprende de líquidos o sólidos. Cuando olemos algo, agradable o no, estamos expuestos a los compuestos orgánicos volátiles que conducen ese aroma. Joan Bennett recordó que los olores en su casa inundada de Nueva Orleans eran horribles. Y este compuesto que acababan de seleccionar, conocido también como alcohol de las setas, empieza a detectarse cuando su concentración en el aire es de 1 parte por millón (ppm). El alcohol de setas es un compuesto “muy muy tóxico, más que otros productos químicos industriales, como el benceno," explica Inamdar.
Al aplicar el 1-octeno-3-ol a las moscas de la fruta, los científicos descubrieron que atacaba a dos genes relacionados con la dopamina, un neurotransmisor involucrado en el movimiento, entre otras funciones, cuya producción disminuye paulatinamente en las personas con enfermedad de Parkinson. Así lograron establecer la conexión entre ese compuesto y la degeneración de dos genes específicos involucrados en el transporte de la dopamina.
"La enfermedad de Parkinson ha estado vinculada a la exposición a toxinas ambientales, pero son productos químicos artificiales", señala Inamdar. "En este trabajo mostramos que los compuestos de origen natural tienen también el potencial de dañar al neurotransmisor dopamina y causar los síntomas del Parkinson."
"Estudios epidemiológicos recientes indican que las personas expuestas a edificios dañados por el agua o mohosos han desarrollado problemas neuropsicológicos y trastornos del movimiento”, señala Inamdar. "Otros estudios indican que la enfermedad de Parkinson está aumentando en las zonas rurales. El incremento se atribuye generalmente a la exposición a los pesticidas. Pero los entornos rurales también son ricos en mohos y otros hongos, y nuestro trabajo sugiere que 1-octeno-3-ol podría estar relacionado con esta enfermedad, particularmente en las personas que ya tienen una susceptibilidad genética. Con este trabajo, damos a los epidemiólogos algunas nuevas vías para explorar", concluye
Sin embargo, a pesar de todas las medidas de protección, explica la investigadora, “mientras estaba haciendo el muestreo, me sentí fatal: dolores de cabeza, mareos, náuseas”. Bennet pensó inmediatamente en el síndrome del edificio enfermo, sobre el que hasta ese momento había sido algo escéptica: "Yo sabía algo sobre el síndrome del edificio enfermo, porque soy un experta en hongos tóxicos, pero no creía mucho en ello porque nunca pensé que fuera posible inhalar un cantidad suficiente de esporas para enfermar." Sin embargo, la experiencia provocó en ella una auténtica “conversión”.
Cuando se trasladó a la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey), Bennett quiso estudiar la conexión entre los hongos y los síntomas que ella había experimentado. Allí encontró al investigador Arati Inamdar, de la escuela de Medio Ambiente y Ciencias Biológicas de esa universidad, que convenció a Bennett de la necesidad de utilizar a la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) como modelo genético para su investigación. Gracias a una subvención inicial de la Universidad Bennett pudo continuar su investigación.
La aportación de las moscas
Inamdar, Bennett y otros colegas pasaron aproximadamente un año investigando varios compuestos liberados por los hongos, tratando de entender exactamente cómo funcionaban. "Todo el mundo sabe la exposición a los hongos puede acarrear problemas de salud, pero nadie había investigado el motivo antes”, señala Inamdar.
En 2010, encontraron el 1-octeno-3-ol, un compuesto orgánico volátil, que se desprende de líquidos o sólidos. Cuando olemos algo, agradable o no, estamos expuestos a los compuestos orgánicos volátiles que conducen ese aroma. Joan Bennett recordó que los olores en su casa inundada de Nueva Orleans eran horribles. Y este compuesto que acababan de seleccionar, conocido también como alcohol de las setas, empieza a detectarse cuando su concentración en el aire es de 1 parte por millón (ppm). El alcohol de setas es un compuesto “muy muy tóxico, más que otros productos químicos industriales, como el benceno," explica Inamdar.
Al aplicar el 1-octeno-3-ol a las moscas de la fruta, los científicos descubrieron que atacaba a dos genes relacionados con la dopamina, un neurotransmisor involucrado en el movimiento, entre otras funciones, cuya producción disminuye paulatinamente en las personas con enfermedad de Parkinson. Así lograron establecer la conexión entre ese compuesto y la degeneración de dos genes específicos involucrados en el transporte de la dopamina.
"La enfermedad de Parkinson ha estado vinculada a la exposición a toxinas ambientales, pero son productos químicos artificiales", señala Inamdar. "En este trabajo mostramos que los compuestos de origen natural tienen también el potencial de dañar al neurotransmisor dopamina y causar los síntomas del Parkinson."
"Estudios epidemiológicos recientes indican que las personas expuestas a edificios dañados por el agua o mohosos han desarrollado problemas neuropsicológicos y trastornos del movimiento”, señala Inamdar. "Otros estudios indican que la enfermedad de Parkinson está aumentando en las zonas rurales. El incremento se atribuye generalmente a la exposición a los pesticidas. Pero los entornos rurales también son ricos en mohos y otros hongos, y nuestro trabajo sugiere que 1-octeno-3-ol podría estar relacionado con esta enfermedad, particularmente en las personas que ya tienen una susceptibilidad genética. Con este trabajo, damos a los epidemiólogos algunas nuevas vías para explorar", concluye
Con información de
ABC