Es muy escaso el reclamo de calidad educativa
¿Cómo hacerlo? Poco tiempo atrás el famoso pedagogo italiano Francesco Tonucci señalaba: “No necesitamos ni buenas ni nuevas leyes de enseñanza. Necesitamos buenos maestros. Si alguien puede cambiar la escuela es el maestro”.
Efectivamente, la prioridad absoluta es contar con buenos docentes. Para lograrlo resulta esencial que su tarea sea valorada por la sociedad, que se confíe nuevamente en la importancia de la educación. No en la de una simple certificación sino en la labor cotidiana de aprender, a veces entretenida, otras no tanto, pero siempre interesante. Es el buen docente quien hace atractivo aprender porque sabe mucho sobre algo y transmite al alumno ese entusiasmo por lo que conoce. Esa pasión es la que despierta en el alumno el interés por saber y lo impulsa a realizar el esfuerzo de aprender.
Pero ningún progreso será posible si la educación carece de un sólido sustento social, si no se renueva el contrato en el que se fundamenta: padres aliados con maestros para educar a los chicos. Esa alianza hoy se ha transformado ya que los padres están alineados con sus hijos en contra de la institución escolar. A esto se une el desprestigio en el que ha caído el logro académico, razón por la que es muy escaso el reclamo de calidad educativa para los propios hijos a quienes los padres consideran muy bien educados a pesar de la crisis que, al mismo tiempo, dicen advertir en el país.
Por eso, la recreación de un núcleo sólido de revalorización de la educación constituye el desafío más trascendente que enfrentamos. Esa constituye sin duda nuestra meta estratégica más importante. Las modificaciones pedagógicas son meros instrumentos cuyo éxito dependerá de que se logre reconstruir la imprescindible confianza social en la educación, hoy lamentablemente casi perdida.