La batalla económica de Milei: logros, pendientes y fracasos del modelo libertario
Martes 19 de
Noviembre 2024
La victoria sobre Sergio Massa reconfiguró el escenario económico, potenció temores y alivió tensiones, según el frente. Devaluación, motosierra, riesgo país, FMI, empleo, actividad económica y pobreza, los ejes de la evaluación de la gestión libertaria.
Apenas conocida la victoria de La Libertad Avanza e, incluso, durante el lunes feriado, día siguiente al balotaje 2023, los dólares cripto marcaron tendencia y llegaban a tocar un techo de $1.200 por dólar, lo que permitía visualizar la inestabilidad financiera que desataba una transición compleja de la gestión peronista hacia la comandancia libertaria en Casa Rosada. Esos movimientos financieros bruscos trajeron aparejados picos inflacionarios, con la previsión de una devaluación furibunda para los primeros días de Luis Caputo en el Ministerio de Economía. Así comenzaba la era de Javier Milei.
La actualización del tipo de cambio era parte de un futuro asegurado, pero el mercado apuntaba a que el dólar superara los límites de los $1.000, bastante por encima de los $820 del minorista del 12 de diciembre, lo que significó un salto del 119%. A la par, el flamante jefe de Estado prendía la motosierra, con congelamiento total de la obra pública, despidos en el Estado nacional y un corte parcial de las transferencias a las cajas provinciales. El plan para ordenar la macroeconomía comenzaba con lo que el libertario llamaría, orgullosamente, “el ajuste más grande de la historia”.
Con poco margen para el desatino económico, Caputo se apresuró a mostrarle al mercado que la política de austeridad y el plan antiinflacionario iba a ser prioridad total para la nueva gestión. Aún, a costa de una recesión que hundió la actividad durante todo el primer semestre y generó la pérdida de más de 260.000 puestos de trabajo registrado, tomando en cuenta sólo los datos oficiales conocidos hasta agosto, según un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). De modo que la motosierra abrió la puerta a la estabilidad financiera, devaluación de por medio, pero abrió la puerta hacia una incertidumbre productiva que se mantiene un año después.
“Como positivo hay que destacar la caída sostenida de la inflación. Desde ya que no alcanza para que el Gobierno cante victoria, pero es una reducción sumamente significativa para marcarlo el principal aspecto positivo de esta gestión a nivel macroeconómico”, aseguró el director del Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación German Abdala (Itega), Juan Manuel Telechea, en diálogo con PERFIL.
Sin considerar el dudoso cálculo de la hiperinflación del 17.000% que Milei llegó a pronunciar ante inversores en Nueva York, en noviembre del año pasado el Índice de Precios al Consumidor (IPC) registraba un alza del 12,8%, en diciembre se disparaba al 25,5%, en enero de 2024 volaba al 20,6% y comenzaba a descender en febrero al ritmo del 13,2%. El camino fue en declive, se amesetó en torno al 4% a desde mitad del año, pero logró romper la barrera del 3% en octubre, cuando marcó el 2,7%. La desaceleración de las remarcaciones de los precios fue una bandera electoral y se convirtió en la principal acción de gestión libertaria.
“Si bien el Gobierno toma como positivo el lado fiscal, que podría ser cierto, la manera de llevar a cabo ese ajuste explica, en parte, la fuerte caída de los ingresos y la lenta recuperación. Uno de los problemas que vemos es que la actividad económica todavía no terminó de recuperar los niveles del año pasado y lo mismo con la mayoría de los ingresos; ni siquiera el sector privado registrado, que es el que tiene las mejores herramientas como las paritarias para recuperar el poder de compra, puede alcanzarlo. Jubilaciones, si tomamos en cuenta los bonos, están por abajo, y ni hablar el sector público y del sector informal. Ahí está el principal aspecto a criticar”, destacó Telechea.
La debilidad legislativa de la Libertad Avanza postergó hasta mediados de año la aprobación de la primera ley importante para la gestión Milei, con la sanción de la Ley de Bases, que incluyó una herramienta clave: el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI). El impulso a los sectores primarios de la economía está explicado en la posibilidad de aumentar el ingreso de divisas en proyectos faraónicos sin necesidad de que el Estado intervenga de manera directa en los negocios, como sucedía con las políticas proteccionistas vinculadas a la industria, a los incentivos al consumo o la inversión estatal en la obra pública.
Hidrocarburos, minería, tecnología del conocimiento y actividad agrícola se convirtieron en el faro del desarrollo local y en la actualidad explican la incipiente reactivación de la actividad económica en general, con fuertes altibajos sectoriales. Sin embargo, el círculo rojo mundial se mantiene al margen de las grandes inversiones por un dato no menor: la continuidad del cepo cambiario, que impide la repatriación de los dividendos de las empresas multinacionales por los negocios en territorio argentino. El reclamo de la petrolera estadounidense Chevron para asegurar que “haya un libre movimiento de capital” es moneda corriente entre las empresas que esperan la caída en desgracia del cepo.
Tanto Milei, como Caputo, mantienen un discurso preventivo sobre la salida del control de capitales. “Estamos mucho más cerca de salir del cepo de lo que estábamos en diciembre, pero hay que sanear y restaurar el patrimonio del Banco Central”, dijo el jefe de Estado días atrás. En ese sentido, el peso de la deuda externa en las tenencias del BCRA es clave y, por ese motivo, el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca agranda las probabilidades de una renegociación del acuerdo de repago de la deuda con beneficios para la Argentina, que abriría la puerta para salir del control de cambios. Al menos, para las grandes inversiones.
En un año de incertidumbre electoral en Estados Unidos, la relación del FMI con la Argentina fue casi técnica. Caputo redobló esfuerzos para sobrecumplir las metas pactadas con el organismo multilateral de crédito, con la sola excepción de la acumulación de reservas del BCRA, ante la opción de sostener a raya la brecha cambiaria y evitar la independencia de las expectativas del mercado a través de los dólares financieros. Para algunos sectores exportadores, existe un atraso cambiario significativo, toda vez que el crawling peg del 2% mensual corrió siempre por debajo de la inflación. El Gobierno afirma que ese cálculo ya no es válido, según su planificación.
La Argentina afrontará en 2025 una agenda de vencimientos en torno a los USD24.000 millones. Y si bien la falta de dólares en el Banco Central había generado inquietud, la predisposición del Gobierno de cumplir con la deuda externa y las posibilidades exportadoras para el 2025 lograron reducir el Riesgo País, que había tocado techo de 1.600 puntos durante 2024 y que en la actualidad está más cerca de los 750. Hay que tener en cuenta que el día después del balotaje se había instalado en la línea de los 2.100 puntos básicos, por debajo del pico por encima de los 2.700, previo a las elecciones de octubre del año pasado. La actual confianza financiera contempla a la racha compradora del BCRA, a pesar de las intervenciones en el mercado secundario, y el éxito del blanqueo de capitales, que logró captar USD20.000 millones y desactivó la voracidad por dólares financieros.
Si bien el plan Milei contempla varios puntos de la economía, como la desregularización del Estado, los puntos centrales que afrontó desde noviembre, aún sin estar al frente de la gestión, fueron la inflación, la actividad económica, el dólar, el gasto del Estado y la deuda externa. Existen coincidencias en vitorear la estabilización de la macroeconomía, luego de una herencia de tensiones financieras; pero esos elogios contrastaron con la decisión de ignorar las variables micro, a pesar de las caídas del empleo y del poder adquisitivo, que explicaron el preocupante crecimiento de la pobreza de 11 puntos del índice que midió el INDEC durante los primeros seis meses de la gestión libertaria, lo que se tradujo en 5,5 millones de pobres nuevos, que se sumaron a los 23,1 millones heredados, y que empujó hasta los 8,5 millones a la población de indigentes, que no le alcanza, ni siquiera, para ser pobre.
La actualización del tipo de cambio era parte de un futuro asegurado, pero el mercado apuntaba a que el dólar superara los límites de los $1.000, bastante por encima de los $820 del minorista del 12 de diciembre, lo que significó un salto del 119%. A la par, el flamante jefe de Estado prendía la motosierra, con congelamiento total de la obra pública, despidos en el Estado nacional y un corte parcial de las transferencias a las cajas provinciales. El plan para ordenar la macroeconomía comenzaba con lo que el libertario llamaría, orgullosamente, “el ajuste más grande de la historia”.
Con poco margen para el desatino económico, Caputo se apresuró a mostrarle al mercado que la política de austeridad y el plan antiinflacionario iba a ser prioridad total para la nueva gestión. Aún, a costa de una recesión que hundió la actividad durante todo el primer semestre y generó la pérdida de más de 260.000 puestos de trabajo registrado, tomando en cuenta sólo los datos oficiales conocidos hasta agosto, según un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). De modo que la motosierra abrió la puerta a la estabilidad financiera, devaluación de por medio, pero abrió la puerta hacia una incertidumbre productiva que se mantiene un año después.
Inflación y después
“Como positivo hay que destacar la caída sostenida de la inflación. Desde ya que no alcanza para que el Gobierno cante victoria, pero es una reducción sumamente significativa para marcarlo el principal aspecto positivo de esta gestión a nivel macroeconómico”, aseguró el director del Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación German Abdala (Itega), Juan Manuel Telechea, en diálogo con PERFIL.
Sin considerar el dudoso cálculo de la hiperinflación del 17.000% que Milei llegó a pronunciar ante inversores en Nueva York, en noviembre del año pasado el Índice de Precios al Consumidor (IPC) registraba un alza del 12,8%, en diciembre se disparaba al 25,5%, en enero de 2024 volaba al 20,6% y comenzaba a descender en febrero al ritmo del 13,2%. El camino fue en declive, se amesetó en torno al 4% a desde mitad del año, pero logró romper la barrera del 3% en octubre, cuando marcó el 2,7%. La desaceleración de las remarcaciones de los precios fue una bandera electoral y se convirtió en la principal acción de gestión libertaria.
“Si bien el Gobierno toma como positivo el lado fiscal, que podría ser cierto, la manera de llevar a cabo ese ajuste explica, en parte, la fuerte caída de los ingresos y la lenta recuperación. Uno de los problemas que vemos es que la actividad económica todavía no terminó de recuperar los niveles del año pasado y lo mismo con la mayoría de los ingresos; ni siquiera el sector privado registrado, que es el que tiene las mejores herramientas como las paritarias para recuperar el poder de compra, puede alcanzarlo. Jubilaciones, si tomamos en cuenta los bonos, están por abajo, y ni hablar el sector público y del sector informal. Ahí está el principal aspecto a criticar”, destacó Telechea.
¿Larga vida al cepo?
La debilidad legislativa de la Libertad Avanza postergó hasta mediados de año la aprobación de la primera ley importante para la gestión Milei, con la sanción de la Ley de Bases, que incluyó una herramienta clave: el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI). El impulso a los sectores primarios de la economía está explicado en la posibilidad de aumentar el ingreso de divisas en proyectos faraónicos sin necesidad de que el Estado intervenga de manera directa en los negocios, como sucedía con las políticas proteccionistas vinculadas a la industria, a los incentivos al consumo o la inversión estatal en la obra pública.
Hidrocarburos, minería, tecnología del conocimiento y actividad agrícola se convirtieron en el faro del desarrollo local y en la actualidad explican la incipiente reactivación de la actividad económica en general, con fuertes altibajos sectoriales. Sin embargo, el círculo rojo mundial se mantiene al margen de las grandes inversiones por un dato no menor: la continuidad del cepo cambiario, que impide la repatriación de los dividendos de las empresas multinacionales por los negocios en territorio argentino. El reclamo de la petrolera estadounidense Chevron para asegurar que “haya un libre movimiento de capital” es moneda corriente entre las empresas que esperan la caída en desgracia del cepo.
Tanto Milei, como Caputo, mantienen un discurso preventivo sobre la salida del control de capitales. “Estamos mucho más cerca de salir del cepo de lo que estábamos en diciembre, pero hay que sanear y restaurar el patrimonio del Banco Central”, dijo el jefe de Estado días atrás. En ese sentido, el peso de la deuda externa en las tenencias del BCRA es clave y, por ese motivo, el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca agranda las probabilidades de una renegociación del acuerdo de repago de la deuda con beneficios para la Argentina, que abriría la puerta para salir del control de cambios. Al menos, para las grandes inversiones.
FMI, deuda y pobreza
En un año de incertidumbre electoral en Estados Unidos, la relación del FMI con la Argentina fue casi técnica. Caputo redobló esfuerzos para sobrecumplir las metas pactadas con el organismo multilateral de crédito, con la sola excepción de la acumulación de reservas del BCRA, ante la opción de sostener a raya la brecha cambiaria y evitar la independencia de las expectativas del mercado a través de los dólares financieros. Para algunos sectores exportadores, existe un atraso cambiario significativo, toda vez que el crawling peg del 2% mensual corrió siempre por debajo de la inflación. El Gobierno afirma que ese cálculo ya no es válido, según su planificación.
La Argentina afrontará en 2025 una agenda de vencimientos en torno a los USD24.000 millones. Y si bien la falta de dólares en el Banco Central había generado inquietud, la predisposición del Gobierno de cumplir con la deuda externa y las posibilidades exportadoras para el 2025 lograron reducir el Riesgo País, que había tocado techo de 1.600 puntos durante 2024 y que en la actualidad está más cerca de los 750. Hay que tener en cuenta que el día después del balotaje se había instalado en la línea de los 2.100 puntos básicos, por debajo del pico por encima de los 2.700, previo a las elecciones de octubre del año pasado. La actual confianza financiera contempla a la racha compradora del BCRA, a pesar de las intervenciones en el mercado secundario, y el éxito del blanqueo de capitales, que logró captar USD20.000 millones y desactivó la voracidad por dólares financieros.
Si bien el plan Milei contempla varios puntos de la economía, como la desregularización del Estado, los puntos centrales que afrontó desde noviembre, aún sin estar al frente de la gestión, fueron la inflación, la actividad económica, el dólar, el gasto del Estado y la deuda externa. Existen coincidencias en vitorear la estabilización de la macroeconomía, luego de una herencia de tensiones financieras; pero esos elogios contrastaron con la decisión de ignorar las variables micro, a pesar de las caídas del empleo y del poder adquisitivo, que explicaron el preocupante crecimiento de la pobreza de 11 puntos del índice que midió el INDEC durante los primeros seis meses de la gestión libertaria, lo que se tradujo en 5,5 millones de pobres nuevos, que se sumaron a los 23,1 millones heredados, y que empujó hasta los 8,5 millones a la población de indigentes, que no le alcanza, ni siquiera, para ser pobre.
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