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Nueva evidencia esperanzadora sobre la demencia: así podrían prevenirse casi la mitad de los casos

Martes 24 de Septiembre 2024

Una actualización de la comisión The Lancet, que revisa la evidencia científica sobre el tema, incorpora dos nuevos factores al listado.
"Cada vez hay más pruebas, y ahora son más sólidas que antes, de que abordar los numerosos factores de riesgo reduce el riesgo de desarrollar demencia", afirman investigadores de la Comisión Lancet sobre la demencia, que en su reciente actualización "aporta nuevas evidencias esperanzadoras sobre la prevención, la intervención y el cuidado" de una de las principales causas de discapacidad y dependencia entre las personas mayores.
 
Se estima que más de 55 millones de personas viven en el mundo con algún tipo de demencia, cuadros que afectan la memoria, el pensamiento y la capacidad para realizar actividades cotidianas. La forma más común es la enfermedad de Alzheimer, que puede representar entre un 60% y un 70% de los casos.
 
A medida que la expectativa de vida crece, la cantidad de afectados continuará en aumento, por lo que los especialistas enfatizan la necesidad de identificar e implementar enfoques preventivos que puedan evitar o retrasar su aparición.
 
En ese sentido, la última actualización de la Comisión Lancet -publicada en agosto- suma dos nuevos factores de riesgo modificables para la demencia, respecto de su edición de 2020. Según explican los expertos que la integran, nueva evidencia respalda la incorporación al listado de la pérdida de visión y el colesterol LDL alto como factores de riesgo potencialmente modificables para la demencia.
 
Esos dos nuevos factores se suman a los 12 identificados previamente: menor educación, traumatismo craneoencefálico, sedentarismo, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, hipertensión, obesidad, diabetes, pérdida de audición, depresión, contacto social poco frecuente y contaminación del aire.
 
Modificar estos 14 factores de riesgo podría prevenir o retrasar la aparición hasta en un 45% de los casos, cifra que en Latinoamérica llega al 56%.
 
"Tenemos que trabajar mucho en la prevención, si bien hay factores que son no modificables como la edad, que es el principal factor de riesgo, y la genética, hay un montón de factores sobre los que sí se puede intervenir", afirma María Cecilia Fernández, jefa de la sección Neurología Cognitiva del Hospital Italiano.
 
"Lo que hace este grupo es muy interesante, porque dividen el impacto de los factores de riesgo a lo largo de la vida: en la edad temprana, la mediana edad y la edad tardía", dice la médica, que no participó del trabajo.
 
En la primera etapa de la vida, la educación es clave. "La evidencia de factores de riesgo específicos sugiere que todos los niños deben recibir educación, y que una educación de larga duración es beneficiosa. Es importante ser cognitiva, física y socialmente activo en la mediana edad (es decir, entre los 18 y los 65 años) y en la vejez (desde los 65 años), y hay evidencias nuevas que muestran que la actividad cognitiva en la mediana edad marca una diferencia incluso en personas que recibieron poca educación", dice el informe de la Comisión Lancet.
 
En la mediana edad, es importante prestar atención a los factores de riesgo cardiovascular (obesidad, hipertensión, diabetes, tabaquismo, ingesta de alcohol), destaca Fernández. También tratar la pérdida auditiva (en caso de que la haya) y evitar los traumatismos de cráneo. En cuanto a los factores de riesgo cardiovascular, este año se incluyó al colesterol LDL elevado entre los modificables.
 
"Y en la etapa tardía de la vida, el aislamiento social es un factor muy importante a tener en cuenta, al que se le sumó la pérdida visual. Es decir que la corrección de cataratas, glaucoma, hacer un control visual es fundamental", enfatiza la neuróloga.
 
No obstante, en la vida real, fuera de las estadísticas, los factores de riesgo no actúan como compartimentos estancos. "En una persona que fue solitaria toda su vida, aislada socialmente, posiblemente el impacto podría comenzar en etapas anteriores, no solo en la edad tardía. Por eso el lema que tiene este grupo es nunca es demasiado tarde y nunca demasiado temprano para actuar sobre todos estos factores de riesgo", sostiene la médica.
 
Los enfoques de prevención deben apuntar a reducir los niveles de factores de riesgo de manera temprana (es decir, cuanto antes, mejor) y mantenerlos bajos durante toda la vida (es decir, cuanto más tiempo, mejor), afirman los integrantes de la comisión.
 

Detección, test genéticos y tratamientos

 
El 21 de septiembre fue el Día del Alzheimer. En este hemisferio, coincide con el Día de la Primavera. Pero la fecha fue establecida simbólicamente por lo que ocurre en el norte, con la llegada del otoño, y la caída de las hojas resecas.
 
"La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa, progresiva, en la que se van deteriorando o disminuyendo las funciones cognitivas funcionales y conductuales de la persona afectada, que termina en un estado de demencia y tiene la necesidad de ser asistida por otros", explica Fernández.
 

—Muchas veces se la relaciona o se la asimila solo a olvidos.

 
—Sí, en general se dice "tengo problemas de memoria", "me olvido", "me falla la memoria", pero hay muchísimas otras manifestaciones que pueden ser propias de la enfermedad, como trastornos en el lenguaje, en la conducta, en la personalidad, y otras funciones cognitivas también pueden afectarse incluso en forma temprana.
 

—¿Y la persona que empieza a manifestar síntomas de Alzheimer se da cuenta o es su entorno el que detecta las señales de alarma?

 
—Particularmente en esta demencia un porcentaje muy alto de pacientes tiene un síntoma que se llama anosognosia, que significa que no tienen conciencia de lo que les está pasando y no se dan cuenta de la enfermedad. Entonces no consultan por sus propios medios, sino que es justamente la familia, los allegados quienes los traen.
 

—¿Y cómo diagnostica la enfermedad de Alzheimer?

 
—Lo primero que tiene que hacer el médico o quien sea consultado es sospechar la entidad y no considerar que es un olvido propio de la edad. Es muy común que no se le dé importancia y cuando el paciente viene a la consulta especializada ya tiene un diagnóstico avanzado.
 
A partir de la sospecha, se solicita una evaluación cognitiva, donde se evalúan todos los dominios, no solo la memoria, sino otras funciones cognitivas, el lenguaje, la atención. Se pide una neuroimagen, es decir, una resonancia, una tomografía del cerebro, donde podemos ver su anatomía, su estructura y descartar la existencia de causas vasculares, un tumor, una hemorragia.
 
También es importante hacer un análisis de sangre para descartar cualquier otra causa como trastornos tiroideos y hacer un dosaje de vitaminas, por ejemplo.
 
Esos son los estudios de rutina. Puede haber estudios mucho más específicos, pero se utilizan en casos especiales, en pacientes jóvenes, sobre todo. Estos tres estudios en un porcentaje enorme de pacientes alcanzan para hacer el diagnóstico.
 

—¿Es el mismo procedimiento para todas las demencias?

 
—Sí. El Alzheimer es la más común, alcanza a entre un 60% y 70% de los casos. Pero puede haber demencias de otro tipo, demencia vascular o demencia con cuerpos de Levy y estos estudios pueden diferenciarlas incluso, características de imágenes o del perfil neuropsicológico nos permite también ponerle nombre y el apellido a la demencia.
 

—¿Cuánto importa que el diagnóstico se haga rápido? ¿Sirve poder saber en forma temprana si existe predisposición genética?

 
—En este punto se juegan muchas cuestiones que son súper interesantes, éticas y de consideraciones que exceden a la medicina. Conocer tempranamente un diagnóstico y un diagnóstico como este tiene muchísima importancia. En primer lugar, desde el ámbito personal, porque la persona puede tomar decisiones en forma anticipada, comprometerse con el tratamiento de manera diferente.
 
Hoy en día hablamos en bioética de tomar decisiones de fin de vida, no solo que tengan que ver con algo económico, con alguna cuestión personal, sino hasta cómo será el progreso de la patología.
 
En todo lo vinculado al conocimiento genético nos encontramos en un despertar, estamos abriendo una puerta enorme, saber qué rasgos individuales tiene cada paciente va a ser muy importante para lo que es la medicina personalizada. No obstante, los datos que tenemos hoy todavía son un poco vagos y no tenemos un 100% de confirmación de algunos de ellos.
 
Pero saber que tiene determinada predisposición seguro le va a poder ayudar a participar en investigaciones y empezar con medidas no farmacológicas en forma temprana. Ya sabemos que intervenir en los factores de riesgo modificables que mencionamos puede impactar incluso si hay predisposición genética. El conocimiento es poder y puede ayudar a tomar las riendas cuando todavía tenga conocimiento y conciencia de lo que le va a pasar.
 

—Pero imagino que no sería costo-efectivo ni realista hacerle estudios genéticos a toda la población. ¿En quiénes estarían indicados?

 
—Hay un porcentaje muy chiquito, menos de un 5% de lo que se llama el Alzheimer hereditario, que es el Alzheimer que se transmite genéticamente -el médico colombiano Francisco Lopera, quien falleció hace unos días, fue un referente en la investigación de este campo-.
 
En ese sentido, el conocimiento de que un paciente tenga una enfermedad genética habilitaría al estudio genético de los hijos o de la descendencia, pero la recomendación, lo que se llama el consejo genético, sería estudiar genéticamente al paciente (a la persona que tenga síntomas y estudios complementarios compatibles), y tenga o antecedentes familiares de demencia, o sea muy joven y uno quiera avanzar en esto, pero no para la población general.
 

—En los últimos años han aparecido novedades vinculadas al tratamiento farmacológico. ¿Con qué contamos hoy para tratar a la enfermedad de Alzheimer?

 
—Es un tema muy novedoso, sobre todo en Estados Unidos. Hoy por hoy lo que tenemos en el "botiquín" son medicamentos solo sintomáticos, es decir, pastillas o un parche -que es muy parecido a la pastilla- que le vamos a dar al paciente frente a síntomas que presente, como por ejemplo los olvidos, trastorno del lenguaje. Se trata de medicamentos que intentan modificar un poco los neurotransmisores, es decir que las neuronas que van quedando se conecten un poquito mejor, pero no hacen más que eso.
 
Después hay otros fármacos que pueden ayudarnos para los síntomas conductuales, para trastornos del sueño. Pero todo a nivel sintomático.
 
Hace alrededor de tres años, la FDA aprobó por primera vez un medicamento biológico que lo que intentaba hacer era limpiar o barrer la proteína amiloide del cerebro. Una de las hipótesis es que la acumulación de esa proteína es una de las causas del Alzheimer.
 
Ese medicamento fue algo polémico porque los resultados eran un poco dudosos, pero hubo varias condiciones que hicieron que se aprobara. Hoy se ha dado de baja.
 
Pero hay dos más. Uno se llama Lecanemab, que fue aprobado el año pasado, y también pertenece a la misma línea anticuerpos monoclonales antiamiloideos. El último es Donanemab, fue aprobado este año, hace muy poquito, coincidiendo con el último congreso de Alzheimer que fue en Filadelfia y está comercializándose recién ahora en Estados Unidos, pero no hay otros países que lo estén usando o lo hayan aprobado.
 
Son medicamentos que retrasan la aparición, no curan. Y tienen algunos efectos secundarios que hay que considerar, pueden dar edema, hemorragias, no los puede recibir cualquier paciente.
 

—En síntesis, desde el lugar de potenciales pacientes, deberíamos concentrarnos en la prevención, que es mucho más que hacer crucigramas y juegos de mente.

 
—Sin dudas. Y ni hablar de la interacción social y de la actitud existencial, el espiritualismo, el propósito en la vida, todo lo que tenga que ver con lo emocional, con la reducción del estrés, esos son factores que se están empezando a medir cada vez más, pero hay que tenerlos en cuenta, porque sin dudas afectan también.
 

Demencia: acciones específicas para prevenirla

 
Los expertos que integran la Comisión Lancet sobre la demencia recomiendan varias acciones específicas para reducir los 14 factores vinculados al riesgo de desarrollar demencia
 
• Garantizar que haya una educación de buena calidad disponible para todos y fomentar actividades cognitivamente estimulantes en la mediana edad para proteger la cognición.
 
• Hacer que los audífonos sean accesibles para las personas con pérdida auditiva y disminuir la exposición al ruido nocivo para reducir la pérdida auditiva.
 
• Tratar la depresión de manera eficaz.
 
• Fomentar el uso de cascos y protección para la cabeza en deportes de contacto y en bicicletas.
 
• Fomentar el ejercicio porque las personas que practican deporte y ejercicio tienen menos probabilidades de desarrollar demencia.
 
• Reducir el consumo de cigarrillos mediante la educación, el control de precios y la prevención del consumo de tabaco en lugares públicos, y hacer accesible el asesoramiento para dejar de fumar.
 
• Prevenir o reducir la hipertensión y mantener una presión arterial sistólica de 130 mm Hg o menos a partir de los 40 años.
 
• Detectar y tratar el colesterol LDL alto a partir de la mediana edad.
 
• Mantener un peso saludable y tratar la obesidad lo antes posible, lo que también ayuda a prevenir la diabetes.
 
• Reducir el consumo elevado de alcohol mediante el control de precios y una mayor concienciación sobre los niveles y los riesgos del consumo excesivo.
 
• Priorizar entornos comunitarios y viviendas amigables y que brinden apoyo a las personas mayores y reducir el aislamiento social facilitando la participación en actividades y la convivencia con otras personas.
 
• Hacer que la detección y el tratamiento de la pérdida de la visión sean accesibles para todos.
Con información de Clarín

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