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"Durante mucho tiempo sufrir un ACV era sinónimo de que no había nada más que hacer, eso cambió totalmente", afirma un experto

Por: Florencia Cunzolo
Lunes 16 de Septiembre 2024

"Los cambios son vertiginosos", dice el neurocirujano Pedro Lylyk. Inteligencia artificial, robótica y el desafío del acceso.
Hace 50 años, cuando Pedro Lylyk salía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires con el diploma bajo el brazo, se asumía que las personas que sufrían un ataque cerebrovascular (ACV) estaban condenadas a un mal pronóstico. Con el paso de las décadas, los avances en el conocimiento, las terapias y la tecnología médica fueron modificando las expectativas. Y esos adelantos se producen cada vez más rápido, dice el neurocirujano, referente a nivel nacional e internacional.
 
"Los cambios son vertiginosos. Antes había una novedad cada tres a cinco años, ahora hay todos los años", afirmó en diálogo con Clarín el presidente del comité organizador de la XXXIII edición de la Semana del Intervencionismo Mínimamente Invasivo (SIMI 2024) y la VII Stroke Summit de Buenos Aires, encuentros en los que durante tres días, especialistas de todo el mundo presentaron nuevas técnicas, resultados de investigaciones, análisis de casos y tratamientos médicos de avanzada.
 
"Durante mucho tiempo sufrir un ACV era sinónimo de que no había nada más que hacer. Cuando entrábamos a la sala de terapia nos decían 'este paciente tuvo un infarto de miocardio (cardíaco), va a andar bien' versus 'tuvo un ACV, va a andar mal'. Eso cambió totalmente", subrayó Lylyk, presidente de la Fundación para el Estudio de las Neurociencias y la Radiología Intervencionista (FENERI) y director general de ENERI (Equipo de Neurocirugía Endosvascular y Radiología Intervencionista) y de la Clínica La Sagrada Familia.
 
El neurocirujano -quien también es docente de la UBA, la Universidad de El Salvador y la UCES- sostiene que para revertir "la mala prensa que tiene el ACV" es clave concientizar acerca de que es prevenible (se puede reducir el riesgo de sufrirlo), tratable (en su etapa aguda) y rehabilitable (para disminuir el impacto de las secuelas).
 
"Que alguien tenga un ACV no implica que vaya a tener un final malo. Se puede prevenir, se puede tratar, se pueden evitar secuelas y muerte, podemos rehabilitarlo rápido", insistió.
 
Pero para que eso ocurra se tienen que dar una serie de condiciones que en la práctica muchas veces no se cumplen.
 
Una de ellas es la de llegar a tiempo. Un ACV es una emergencia médica. Y por más adelantos que se sucedan, buscar atención inmediata sigue siendo la premisa número 1 en el preciso momento en el que el ataque se desencadena, ya sea isquémico (el tipo más frecuente, en el que un coágulo obstruye un vaso del cerebro) o hemorrágico (en el que se rompe un vaso y produce sangrado).
 
"Para que tengamos oxígeno en el cerebro es indispensable actuar con velocidad", remarcó Lylyk. No obstante, el lapso de tiempo en el que se puede intervenir se ha ido ampliando.
 
"Al principio teníamos tres horas para administrar por vena una droga que ingresaba al coágulo y lo abría totalmente, eso después se amplió a cuatro horas y media. Pero hay mucha gente que quedaba fuera de esa ventana, que no podía ser tratada a tiempo. Ahora hay novedades para que aún quienes llegan tarde tengan chances de ser tratados. Para el isquémico hay una cantidad importante de nuevos dispositivos que buscan entrar al cerebro y, si todavía hay condiciones que lo permitan, extraer el coágulo dentro de las 24 horas desde el inicio de los síntomas. Esa es una novedad espectacular, hay nuevas drogas, nuevos dispositivos. También quedó demostrado que cuanto antes se opere el hemorrágico es muy beneficioso para el paciente", precisó.
 
—El lema del congreso es "actualizar el futuro", ¿en qué otras áreas ha habido avances?
 
—Hemos dedicado un día a la neurocardiología. El ACV está muy ligado al corazón y a su vez el corazón está muy ligado al cerebro. Estamos trabajando en equipo cardiología y neurología. En la actualidad se está hablando mucho de las lesiones que pueden causar las arritmias cardíacas, que pueden derivar en un coágulo que se forma adentro del corazón y que por diversos mecanismos viaja por las carótidas hasta el cerebro e impacta allí gravemente. O sea, algo que se origina a distancia puede causar un ACV. Estamos conociendo más y se están tratando cada vez más, hay formas de oprimir estas comunicaciones anormales dentro del corazón que impactan en el cerebro. Se ha progresado muchísimo en este aspecto.
 
—Lo que explotó en los últimos años también es el uso de la inteligencia artificial (IA). ¿Se usa en el abordaje del ACV?
 
—Absolutamente. Nosotros estamos utilizando la IA en la detección de los ataques cerebrovasculares hace cinco años en la Argentina. ¿Cómo se usa? Tenemos programas automatizados en los que la máquina, el tomógrafo, te indica dónde está la lesión, su tamaño y si podés sacarla o no, en base a la evaluación del beneficio en relación al riesgo de lesionar más la zona. Ya estamos utilizando IA, pero todavía habrá mucho más por delante.
 
—¿Y los beneficios de la IA son superiores a los riesgos?
 
—Con el profesor Tudor Jovin, de Estados Unidos, hablábamos de que la IA probablemente terminará ayudándonos a humanizar más la medicina, nos va a dar más tiempo a los médicos para que estemos más en contacto con los pacientes, con la familia, para poder explicarles mejor todo lo que está pasando, porque la máquina va a ser parte del diagnóstico y nos va a indicar cuál es el tratamiento. Se va a ganar mucho tiempo y ese tiempo se lo tenemos que dedicar al paciente, este es un beneficio adicional de la IA. Otro avance que se usa muchísimo es la robótica.
 
—¿Cómo se utiliza?
 
—Tenemos robots endovasculares que entran al cerebro y pueden quitar el coágulo en forma robótica manejados por un médico. Lo interesante es que yo puedo estar en Buenos Aires manejando ese robot y el paciente puede estar en Jujuy, en Entre Ríos, en cualquier lado. Solo necesito tener la información en mi computadora y que haya también profesionales en el lugar de origen en el que se encuentra el paciente. Esto va a ayudarnos muchísimo para reducir la cantidad de gente que tenía que ser trasladada para ser operada, porque podrá ser tratada en su lugar de origen por los robots. Es algo que se está haciendo en Canadá, en Estados Unidos, en Australia, países en los que la geografía es un problema, la distancia.
 
—En Argentina también tenemos ese problema.
 
—Sí y también podremos utilizarla. La medicina en Argentina está muy bien preparada. Los médicos en Argentina tenemos un nivel comparable totalmente a los de colegas de otras partes del mundo.
 
La robótica también nos ayuda muchísimo a quienes operamos con rayos, porque nos vestimos con 15 kilos de plomo. Con el robot podemos estar sentados sin el plomo, detrás de una cabina blindada y se gana mucho tiempo también, así que tiene una cantidad importante de beneficios.
 
—Ante este escenario de avances, ¿cuál es la realidad del acceso y cuáles son los desafíos en el abordaje del ACV en Argentina?
 
—La equidad es el principal desafío. Lograr que una persona en cualquier lugar de Argentina tenga acceso a esto. Se ha trabajado mucho desde el Ministerio de Salud en el sistema federal. En la Ciudad de Buenos Aires también se ha avanzado muchísimo para ampliar el acceso a estos tratamientos dentro de la red municipal. Pero claro, hay obstáculos. El primero es la educación, hay que educar a la gente, a los médicos. Tenemos que salir de nuestros congresos. En cuanto la gente comprenda más que tiene que acudir rápidamente a la consulta ante la aparición de síntomas, ir al centro de alta complejidad más cercano a su domicilio, mucho mejor va a ser su pronóstico. Estas son barreras todavía que hay no solo acá, sino en otras partes del mundo.
 
Necesitamos un sistema más eficiente de ambulancias, un sistema más eficiente de inteligencia artificial, para intercambiar conocimiento rápidamente y hacer que el tratamiento esté más cercano a los pacientes. De una u otra forma, hoy podemos ayudar casi al 60% de la gente que llega a la consulta. Lo importante es hacer rápidamente el diagnóstico, identificar lo que tiene y cómo podemos ayudarlo. Estamos trabajando en eso.
Con información de Clarín

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