El país latinoamericano que redujo su pobreza 36 puntos y donde se instalaron 200 multinacionales
Lunes 09 de
Septiembre 2024
Entre los 4,4 millones de habitantes de Panamá hay unos 3.200 argentinos, la mayoría expatriados por las empresas donde trabajan; cómo es emprender en el "Hub de las Américas"
Panamá es un país que se ha consolidado como centro de negocios en Latinoamérica. Es una de las economías más estables de la región: su crecimiento en los últimos 30 años logró reducir la pobreza del 48,2% en 1991 al 12,9% en 2023 -sin embargo, sigue siendo uno de los países más desiguales, el duodécimo más inequitativo del mundo-. Unas 200 multinacionales tienen sus sedes regionales en el país, gracias a distintos esquemas de incentivos fiscales, laborales y migratorios disponibles.
Entre sus 4,4 millones de habitantes, hay unos 3.200 argentinos, la mayoría expatriados por las empresas donde trabajan. Son pocos los que emprenden de manera individual, y quienes lo hacen subrayan a LA NACION que el país facilita más las grandes inversiones que las pequeños. El ingreso per cápita es de unos US$17.400 anuales, lo que ubica al país por arriba de la Argentina -ambos están en la base de la pirámide mundial-. Panamá está en el puesto 86º de los 190 que conforman el ranking Doing Business del Banco Mundial, que clasifica los países según la facilidad que ofrecen para hacer negocios. En materia de corrupción, la percepción de sus ciudadanos es que es alta.
Panamá tiene 1,5 millones de extranjeros trabajando. “Hay ingreso y egreso permanente de gente por temas laborales. La inversión inmobiliaria es importante, ya que genera una renta alta, del 8% anual en dólares. Tiene un mercado sólido. Es atractivo para los desarrolladores y para los clientes, porque hay liquidez”, señala Ezequiel Bonomo, gerente comercial del grupo argentino Ecipsa (liderado por Jaime Garbarsky, que desarrolla proyectos en Costa del Este, “el Puerto Madero” de la capital panameña).
Para incentivar y reactivar la economía post pandemia, el Gobierno panameño creó la categoría de residente permanente por razones económicas. Se obtiene, por ejemplo, con una inversión en un inmueble de US$300.000 hasta octubre de este año, después pasa a US$500.000. Otras opciones son invertir US$500.000 a través de una casa de valores autorizada o hacer un depósito en plazo fijo por US$750.000. Todas las operaciones deben acreditarse fehacientemente y mantenerse por un mínimo de cinco años.
Bonomo precisa que, como en todos lados, con la pandemia del Covid-19 la construcción se paralizó, por lo que después hubo medidas para revitalizarla. Ratifica que en la actualidad es un sector “muy atractivo” y que los productos “estrella” son las unidades de entre 45 metros cuadrados y 85 metros cuadrados, que son los que necesita una familia tipo para vivir. “Antes se apuntaba a casas de 300 metros cuadrados; eso cambió. La panameña es una economía estable. La inflación prácticamente no existe. Por eso en el sector de la construcción los márgenes son más bajos pero constantes, se obtienen a menor riesgo”, define.
La tasa de inflación promedio se mantuvo baja durante la última década, incluso en algunos años fue negativa (2019 y 2020). La más alta fue en el 2022, 2,86%. Para este año, la proyección es de 1,7%.
Lucía Serrano, de 33 años, casada y con dos hijos llegó a la ciudad de Panamá en 2017 porque su esposo recibió una propuesta de trabajo como piloto de la línea aérea Copa. “Primero llegó él, después nos mudamos nosotros -dice-. Con la pandemia quedó todo frenado, él con una suspensión laboral. Regresamos a la Argentina y cuando lo llamaron de nuevo, volvimos”. Los primeros años hacía trabajos en telares, pero en la vuelta decidió abrir un café de especialidad, Fika.
Obtener su residencia y permiso de trabajo le costó alrededor de US$5000. A su tienda la abrió bajo la ley sancionada a fines del 2020 que creó la figura de sociedad de emprendimiento, que permite la asociación de dos a cinco personas, de cualquier nacionalidad, con domicilio en el país. Pueden, además, integrar otras sociedades. Demanda un capital mínimo de US$500, si es una microempresa puede tener ingresos de hasta US$50.000 brutos por año, y hay otra categoría de hasta US$1 millón. De superar ese monto debe cambiar la figura jurídica.
Las sociedades de emprendimiento no pagan la tasa única anual, están exentas del impuesto sobre la renta por dos años y tienen una rebaja de hasta el 50% en los aranceles de importación de insumos y materias primas que usen; deben usar facturación electrónica. “Hay diferencias entre el trato a inversores y el que se le da a los emprendedores -reflexiona Serrano-. Hay muchas iniciativas con mucho capital detrás que son las que más le atraen al país; para los más chicos hay mucha informalidad en la comunicación, en medio del proceso suele haber imprevistos aun cuando todos los papeles estén al día; se requiere de un buen asesoramiento para evitarlos”.
El tucumano Marcelo Contreras coincide en que hay que contar con los “gestores adecuados” para simplificar los trámites. “El aprendizaje se paga, tiene un precio”, afirma. Estima que se requieren no menos de US$50.000 para abrir un emprendimiento pequeño, en un espacio reducido, y una base de US$250.000 para, por ejemplo, un restaurante.
Contreras tiene una larga trayectoria como emprendedor en diferentes países. Dejó su pueblo natal a los 17 años para irse a trabajar a Buenos Aires, se convirtió en chef y en 2001, por su trabajo, se mudó a Costa Rica, donde abrió varios locales de sushi y dos parrillas. Después puso una panadería. Por la salud de su papá volvió a la Argentina, y cuando él falleció se fue a Venezuela, de donde era su novia. “Abrí una fábrica de empanadas y me fue excelente. Llegué ‘con una mano atrás y otra adelante’, pero me fue excelente hasta que en el 2005 por las intervenciones del Estado no se podía hacer nada. Decidí volver a la Argentina. A mi novia la expatriaron a Panamá y acepté venir”, relata. Arrancó haciendo empanadas en su casa y a los tres meses ya le “tocaban la puerta para comprar”. En 2007 abrió una fábrica de empanadas y facturas. Sumó después un café y Caminito’s, un restaurante de carnes que cerró en la pandemia.
“En los locales me querían cobrar el alquiler como si estuviera trabajando a full, era imposible pagar -señala-. Los cerré y me quedé con la fábrica, donde pude hacer un acuerdo. Todo lo invertí en equipos, puedo hacer 2000 empanadas por hora. Traje los equipos de la Argentina, también una panificadora pequeña”.
En materia de impuestos, para aquellos que no están bajo el paraguas de la sociedad de emprendimiento, Contreras sostiene que están “más o menos acordes” a lo que se puede generar, aunque advierte que “hacer negocios es complejo en cualquier lugar del mundo”.
La tasa general del impuesto sobre los ingresos de las empresas es del 25%. Es obligatorio nombrar a un contador público autorizado para la gestión de las instituciones públicas y las empresas privadas. También hay que tener en cuenta que el país integra el Grupo de Acción Financiera Internacional de América Latina (Gafilat), el que lo consideró un cumplidor medio bajo de las normas antilavado establecidas por el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI).
Una ventaja para las empresas son las zonas francas (15 operativas y siete en desarrollo) que ofrecen exención de impuestos y derechos de importación sobre materiales, bienes y servicios requeridos para la operación; exención de la carga sobre la renta en el arrendamiento y subarrendamiento; permiso de residente permanente en calidad de inversionista y temporal para ejecutivos, expertos y/o técnicos, además de una de corta estancia en calidad de comerciante e inversionista por negocios de exportación.
En el caso de las personas, los residentes que ganan entre 11.000 y 50.000 dólares pagan un tipo impositivo del 15%; los que superan ese tope tributan 25% y los que están debajo de los 11.000 no están obligados a pagar. El IVA general es del 7%, aunque llega al 10% para el alcohol y los hoteles y al 15% para cigarrillos.
Serrano apunta que hay que estimar los US$25 mensuales que cobra la municipalidad por inscripción del negocio y computar que la luz es cara, unos US$1000 mensuales en su local, por ejemplo. También advierte que las multas por incumplimientos son altas.
Emmanuel Doumic lleva nueve años afuera de la Argentina. En su caso, la multinacional para la que trabaja fue la que le hizo todos los papeles. Comenzó en Costa Rica, que es donde está instalada su familia, y él viaja allá semanalmente. Cataloga a Panamá entre los “lugares de oportunidades”, pero no lo ve como un país donde instalarse de por vida. Describe que en la capital, por ejemplo, los expatriados que llegan “no sientan base”. Hay otros lugares, más cercanos a Costa Rica, donde la calidad de vida es diferente pero también están distantes del hub de negocios que es la ciudad de Panamá.
Doumic indica que es un país seguro, con una cantidad de “burbujas” que hay que conocer. “Está por encima de la media de Centroamérica, como Costa Rica”, aclara. Enfatiza la brecha entre sectores sociales, que es “muy evidente”. “Hay 50 cuadras de edificios muy altos que generan la sensación de llegar a Miami, pero hay que saber que se sale de ahí y son casi asentamientos. Es una cultura compleja, los locales suelen poner distancia”.
El sueldo mínimo es de US$638 y, dice Contreras, para el estilo de vida panameño alcanza: “No hay que compararlo con lo que los argentinos estamos acostumbrados; ellos tienen una canasta básica que gira en torno al arroz y a los frijoles; la proteína animal puede existir o no. Alquilan fuera de la ciudad capital, como si fuera en el conurbano, y viajan 40 minutos o más para trabajar, pero allí se puede alquilar por US$200″. En cambio, alquilar en la ciudad capital, en el área central, tiene un piso de US$700 para un departamento. “A nivel de precios en general están en la media de la región -señala Doumic-, pero hay mucha dispersión”.
El sistema de salud cuenta con una cobertura que ofrece la Caja de Seguro Social, que se sostiene con los aportes de los trabajadores. Los residentes independientes pagan obligatoriamente alrededor de US$100 por mes. “Es un requisito para estar legal -explica Serrano-. No implica que no se paguen después las prestaciones. Moverse en el sistema privado es muy costoso, las vacunas para los niños cuestan entre US$100 y US$200″.
La escolarización obligatoria se extiende por 11 años, hasta la educación premedia. Hay escuelas y universidades públicas gratuitas, incluso para extranjeros. Las privadas tienen cuotas que van desde US$400 mensuales a US$3000 para primaria y secundario.
Entre sus 4,4 millones de habitantes, hay unos 3.200 argentinos, la mayoría expatriados por las empresas donde trabajan. Son pocos los que emprenden de manera individual, y quienes lo hacen subrayan a LA NACION que el país facilita más las grandes inversiones que las pequeños. El ingreso per cápita es de unos US$17.400 anuales, lo que ubica al país por arriba de la Argentina -ambos están en la base de la pirámide mundial-. Panamá está en el puesto 86º de los 190 que conforman el ranking Doing Business del Banco Mundial, que clasifica los países según la facilidad que ofrecen para hacer negocios. En materia de corrupción, la percepción de sus ciudadanos es que es alta.
Panamá tiene 1,5 millones de extranjeros trabajando. “Hay ingreso y egreso permanente de gente por temas laborales. La inversión inmobiliaria es importante, ya que genera una renta alta, del 8% anual en dólares. Tiene un mercado sólido. Es atractivo para los desarrolladores y para los clientes, porque hay liquidez”, señala Ezequiel Bonomo, gerente comercial del grupo argentino Ecipsa (liderado por Jaime Garbarsky, que desarrolla proyectos en Costa del Este, “el Puerto Madero” de la capital panameña).
Para incentivar y reactivar la economía post pandemia, el Gobierno panameño creó la categoría de residente permanente por razones económicas. Se obtiene, por ejemplo, con una inversión en un inmueble de US$300.000 hasta octubre de este año, después pasa a US$500.000. Otras opciones son invertir US$500.000 a través de una casa de valores autorizada o hacer un depósito en plazo fijo por US$750.000. Todas las operaciones deben acreditarse fehacientemente y mantenerse por un mínimo de cinco años.
Bonomo precisa que, como en todos lados, con la pandemia del Covid-19 la construcción se paralizó, por lo que después hubo medidas para revitalizarla. Ratifica que en la actualidad es un sector “muy atractivo” y que los productos “estrella” son las unidades de entre 45 metros cuadrados y 85 metros cuadrados, que son los que necesita una familia tipo para vivir. “Antes se apuntaba a casas de 300 metros cuadrados; eso cambió. La panameña es una economía estable. La inflación prácticamente no existe. Por eso en el sector de la construcción los márgenes son más bajos pero constantes, se obtienen a menor riesgo”, define.
La tasa de inflación promedio se mantuvo baja durante la última década, incluso en algunos años fue negativa (2019 y 2020). La más alta fue en el 2022, 2,86%. Para este año, la proyección es de 1,7%.
Lucía Serrano, de 33 años, casada y con dos hijos llegó a la ciudad de Panamá en 2017 porque su esposo recibió una propuesta de trabajo como piloto de la línea aérea Copa. “Primero llegó él, después nos mudamos nosotros -dice-. Con la pandemia quedó todo frenado, él con una suspensión laboral. Regresamos a la Argentina y cuando lo llamaron de nuevo, volvimos”. Los primeros años hacía trabajos en telares, pero en la vuelta decidió abrir un café de especialidad, Fika.
Obtener su residencia y permiso de trabajo le costó alrededor de US$5000. A su tienda la abrió bajo la ley sancionada a fines del 2020 que creó la figura de sociedad de emprendimiento, que permite la asociación de dos a cinco personas, de cualquier nacionalidad, con domicilio en el país. Pueden, además, integrar otras sociedades. Demanda un capital mínimo de US$500, si es una microempresa puede tener ingresos de hasta US$50.000 brutos por año, y hay otra categoría de hasta US$1 millón. De superar ese monto debe cambiar la figura jurídica.
Las sociedades de emprendimiento no pagan la tasa única anual, están exentas del impuesto sobre la renta por dos años y tienen una rebaja de hasta el 50% en los aranceles de importación de insumos y materias primas que usen; deben usar facturación electrónica. “Hay diferencias entre el trato a inversores y el que se le da a los emprendedores -reflexiona Serrano-. Hay muchas iniciativas con mucho capital detrás que son las que más le atraen al país; para los más chicos hay mucha informalidad en la comunicación, en medio del proceso suele haber imprevistos aun cuando todos los papeles estén al día; se requiere de un buen asesoramiento para evitarlos”.
El tucumano Marcelo Contreras coincide en que hay que contar con los “gestores adecuados” para simplificar los trámites. “El aprendizaje se paga, tiene un precio”, afirma. Estima que se requieren no menos de US$50.000 para abrir un emprendimiento pequeño, en un espacio reducido, y una base de US$250.000 para, por ejemplo, un restaurante.
Contreras tiene una larga trayectoria como emprendedor en diferentes países. Dejó su pueblo natal a los 17 años para irse a trabajar a Buenos Aires, se convirtió en chef y en 2001, por su trabajo, se mudó a Costa Rica, donde abrió varios locales de sushi y dos parrillas. Después puso una panadería. Por la salud de su papá volvió a la Argentina, y cuando él falleció se fue a Venezuela, de donde era su novia. “Abrí una fábrica de empanadas y me fue excelente. Llegué ‘con una mano atrás y otra adelante’, pero me fue excelente hasta que en el 2005 por las intervenciones del Estado no se podía hacer nada. Decidí volver a la Argentina. A mi novia la expatriaron a Panamá y acepté venir”, relata. Arrancó haciendo empanadas en su casa y a los tres meses ya le “tocaban la puerta para comprar”. En 2007 abrió una fábrica de empanadas y facturas. Sumó después un café y Caminito’s, un restaurante de carnes que cerró en la pandemia.
“En los locales me querían cobrar el alquiler como si estuviera trabajando a full, era imposible pagar -señala-. Los cerré y me quedé con la fábrica, donde pude hacer un acuerdo. Todo lo invertí en equipos, puedo hacer 2000 empanadas por hora. Traje los equipos de la Argentina, también una panificadora pequeña”.
En materia de impuestos, para aquellos que no están bajo el paraguas de la sociedad de emprendimiento, Contreras sostiene que están “más o menos acordes” a lo que se puede generar, aunque advierte que “hacer negocios es complejo en cualquier lugar del mundo”.
La tasa general del impuesto sobre los ingresos de las empresas es del 25%. Es obligatorio nombrar a un contador público autorizado para la gestión de las instituciones públicas y las empresas privadas. También hay que tener en cuenta que el país integra el Grupo de Acción Financiera Internacional de América Latina (Gafilat), el que lo consideró un cumplidor medio bajo de las normas antilavado establecidas por el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI).
Una ventaja para las empresas son las zonas francas (15 operativas y siete en desarrollo) que ofrecen exención de impuestos y derechos de importación sobre materiales, bienes y servicios requeridos para la operación; exención de la carga sobre la renta en el arrendamiento y subarrendamiento; permiso de residente permanente en calidad de inversionista y temporal para ejecutivos, expertos y/o técnicos, además de una de corta estancia en calidad de comerciante e inversionista por negocios de exportación.
En el caso de las personas, los residentes que ganan entre 11.000 y 50.000 dólares pagan un tipo impositivo del 15%; los que superan ese tope tributan 25% y los que están debajo de los 11.000 no están obligados a pagar. El IVA general es del 7%, aunque llega al 10% para el alcohol y los hoteles y al 15% para cigarrillos.
Serrano apunta que hay que estimar los US$25 mensuales que cobra la municipalidad por inscripción del negocio y computar que la luz es cara, unos US$1000 mensuales en su local, por ejemplo. También advierte que las multas por incumplimientos son altas.
Emmanuel Doumic lleva nueve años afuera de la Argentina. En su caso, la multinacional para la que trabaja fue la que le hizo todos los papeles. Comenzó en Costa Rica, que es donde está instalada su familia, y él viaja allá semanalmente. Cataloga a Panamá entre los “lugares de oportunidades”, pero no lo ve como un país donde instalarse de por vida. Describe que en la capital, por ejemplo, los expatriados que llegan “no sientan base”. Hay otros lugares, más cercanos a Costa Rica, donde la calidad de vida es diferente pero también están distantes del hub de negocios que es la ciudad de Panamá.
Doumic indica que es un país seguro, con una cantidad de “burbujas” que hay que conocer. “Está por encima de la media de Centroamérica, como Costa Rica”, aclara. Enfatiza la brecha entre sectores sociales, que es “muy evidente”. “Hay 50 cuadras de edificios muy altos que generan la sensación de llegar a Miami, pero hay que saber que se sale de ahí y son casi asentamientos. Es una cultura compleja, los locales suelen poner distancia”.
El sueldo mínimo es de US$638 y, dice Contreras, para el estilo de vida panameño alcanza: “No hay que compararlo con lo que los argentinos estamos acostumbrados; ellos tienen una canasta básica que gira en torno al arroz y a los frijoles; la proteína animal puede existir o no. Alquilan fuera de la ciudad capital, como si fuera en el conurbano, y viajan 40 minutos o más para trabajar, pero allí se puede alquilar por US$200″. En cambio, alquilar en la ciudad capital, en el área central, tiene un piso de US$700 para un departamento. “A nivel de precios en general están en la media de la región -señala Doumic-, pero hay mucha dispersión”.
El sistema de salud cuenta con una cobertura que ofrece la Caja de Seguro Social, que se sostiene con los aportes de los trabajadores. Los residentes independientes pagan obligatoriamente alrededor de US$100 por mes. “Es un requisito para estar legal -explica Serrano-. No implica que no se paguen después las prestaciones. Moverse en el sistema privado es muy costoso, las vacunas para los niños cuestan entre US$100 y US$200″.
La escolarización obligatoria se extiende por 11 años, hasta la educación premedia. Hay escuelas y universidades públicas gratuitas, incluso para extranjeros. Las privadas tienen cuotas que van desde US$400 mensuales a US$3000 para primaria y secundario.
Con información de
La Nación