Kamala Harris. La vida política y personal de la mujer que logró resucitar el entusiasmo demócrata para darle batalla a Trump

Jueves 22 de Agosto 2024

La historia política de Kamala Harris tiene tres capítulos nítidos.
El primero fue en California: su carrera como fiscal, su ascenso como estrella del Partido Demócrata y la campaña que la llevó al Congreso. El segundo fue en Washington: Harris ganó notoriedad en los turbulentos primeros años de Donald Trump en la Casa Blanca con sus preguntas incisivas –una herencia de su paso por la Justicia– en las audiencias del Senado, y comenzó a forjar su camino hacia la Casa Blanca. Pero su estrellato se apagó con el fracaso de su primera campaña presidencial, en 2019, que zozobró antes del arranque de las primarias en Iowa. El tercer capítulo llegó de la mano de Joe Biden, quien la rescató de ese fracaso y le dio una nueva vida política como su compañera de fórmula. Fue un capítulo con claroscuros: hizo historia, pero tras un comienzo áspero con una agenda difícil –el presidente la puso al frente de la gestión de la crisis migratoria en la frontera sur–, su popularidad se evaporó, Harris bajó el perfil y salió de escena.
 
A punto de cumplir 60 años, Kamala Devi Harris escribe ahora el capítulo más importante de su carrera con un vértigo nunca visto en Estados Unidos.
 
La decisión de Biden de dar un paso al costado ya con la campaña presidencial en marcha la transformó, de inmediato, en su heredera natural. Y todas las otras opciones que se barajaron, como una “mini primaria” o una convención abierta para elegir un candidato en cuatro días, se diluyeron en un puñado de jornadas de alta rosca política. Biden la respaldó apenas se bajó, Harris se colgó de los teléfonos y, en un verdadero blitzkrieg político, recuperó lo que el mandatario había perdido: aglutinar al Partido Demócrata detrás de su candidatura. El tiempo fue su aliado, pero ahora le impone un desafío hercúleo: en apenas 75 días, debe convencer a Estados Unidos de que es capaz de llevar las riendas del país.
 
"Esta es una campaña impulsada por la gente, y juntos trazaremos un nuevo camino hacia adelante. Un futuro de libertad, oportunidad, optimismo y fe", dijo Harris, al hablar a los demócratas desde un mitin en Wisconsin, luego de que la convención confirmara la fórmula presidencial en un clima de fiesta, con un DJ en vivo y pulseras luminosas como si fuera un concierto de Taylor Swift.
 
Harris ya logró resucitar entre los demócratas un sentimiento familiar de euforia, esperanza y energía que, como dijo la ex primera dama Michelle Obama, ha estado “enterrado demasiado profundo por demasiado tiempo”. Un nuevo clima político que dejó a Estados Unidos, otra vez, en la cúspide de otra elección que puede tener un desenlace histórico.

 

Una oportunidad histórica y un desafío titánico

 
El clima de algarabía tan palpable en Chicago puede estrellarse con otra realidad: las encuestas aún marcan una pelea voto a voto entre Harris y Trump, aunque el meteórico ascenso de la vicepresidenta a la candidatura marcó un quiebre con la historia. En Estados Unidos, los candidatos presidenciales recorren un camino larguísimo y agotador hasta la Casa Blanca.
 
Barack Obama construyó durante un año y medio la mística de su campaña de 2008, y sus cantos de guerra –“Fired up, ready to go!”; “Yes we can!”– se gestaron durante las primarias. Hillary Clinton tuvo que atravesar dos internas brutales antes de ser candidata. Trump derrotó a 16 rivales en 2016, y a 12 este año, aun luego de ser presidente. Biden llegó a la Casa Blanca recién en su tercer intento, al igual que Ronald Reagan.
 
Harris se convirtió en abanderada de los demócratas y candidata presidencial sin haber ganado una sola primaria –suspendió su campaña en 2019 antes del caucus de Iowa– y sin pasar por el tamiz de los votantes. Esa anomalía, forzada por las históricas circunstancias y la despiadada cruzada de los demócratas para sacar a Biden del medio, deja latente una pregunta: si Harris estará o no a la altura del momento.
 
“Kamala Harris está más que preparada para este momento”, aseguró Michelle Obama, la figura más popular de los demócratas, a la convención y al país, en el mejor discurso que se escuchó hasta ahora en el cónclave partidario. “Es una de las personas más calificadas que jamás haya aspirado a la presidencia, y es una de las más dignas, un tributo a su madre, a mi madre y a sus madres también –continuó–. La encarnación de las historias que nos contamos a nosotros mismos sobre este país. Su historia es su historia. Es mi historia. Es la historia de la gran mayoría de estadounidenses que intentan construir una vida mejor”.

 

De una familia dedicada a la academia al salto a la política

 
La historia política de Harris está, en cierta medida, entrelazada con la de los Obama. Harris nació el 20 de octubre de 1964 en Oakland, California, en una familia dedicada a la academia. Su madre, una inmigrante de la India, era una bióloga que llegó a Estados Unidos para estudiar en Berkeley. Su padre, un inmigrante de Jamaica, se instaló en el país para estudiar economía, también en Berkeley. La pareja se divorció cuando Harris tenía 7 años.
 
Cambió de costa para estudiar en la Universidad Howard, en Washington, una institución históricamente afroamericana, y volvió a California para estudiar abogacía. Los primeros pasos de Harris en la política quedaron atados a su novio de entonces, Willie Brown, que llegó a ser alcalde de San Francisco. La nombró en dos comisiones locales y la ayudó con su primera campaña, en 2003, para fiscal de distrito.
 
Un año después, Harris conoció a Obama. Ambos eran todavía ignotos para el país. En 2007, Harris lo respaldó de entrada aun cuando del otro lado estaba Hillary Clinton, viajó primero a Illinois, al lanzamiento de su campaña, a principios de año, y luego a Iowa, en medio del invierno, a golpear puertas como voluntaria para conseguir votos. La campaña de Harris busca ahora reciclar la mística de 2008 de Obama para surfear una ola de entusiasmo hasta la Casa Blanca.
 
Sus años como fiscal general de California, antes de dar el salto a Washington, le dieron otro vínculo también decisivo en su carrera: su amistad con Beau Biden, el hijo de Biden que falleció en 2015 debido a un cáncer cerebral. Beau Biden era fiscal general de Delaware y trabajó estrechamente con Harris. En su autobiografía, ella lo calificó como un "amigo y colega increíble". "Hubo períodos, cuando yo estaba recibiendo críticas, en los que Beau y yo hablábamos todos los días, a veces varias veces al día", escribió. "Nos apoyábamos mutuamente", apuntó.
 
Esa amistad le dio a Harris un lugar especial en el universo de los Biden y en el corazón del propio Biden, quien a la hora de seleccionarla como su compañera de fórmula para la que al final sería la última campaña de su vida “pensó mucho” en aquel vínculo con Beau, según reconoció. Biden siempre dijo que quería a alguien con quien tuviera afinidad, y fuera “la última persona en el cuarto” antes de tomar una decisión.
 
"Tenía un enorme respeto por ella y su trabajo", dijo Biden, al recordar la opinión de su hijo sobre Harris. "No hay ninguna opinión que valore más que la de Beau, y estoy orgulloso de tener a Kamala conmigo en esta campaña", afirmó al anunciar que sería su compañera en la carrera hacia la Casa Blanca.
 
Afinidades y amistades de lado, Biden ya se había comprometido a elegir a una mujer como compañera de fórmula antes de decidirse por ella. Y las fuertes protestas raciales tras el asesinato de George Floyd en el verano de 2020, en medio de la pandemia de coronavirus, junto con la enorme importancia del voto afroamericano para los demócratas, además de la diferencia de edad, convirtieron a Harris en la candidata natural para equilibrar la fórmula.
 
Sus primeros pasos en la vicepresidencia fueron, más bien, traspiés. Biden le encargó una tarea imposible: atacar las raíces de la migración y evitar que la crisis en la frontera, tema predilecto de Trump y los republicanos, fuera un problema político para su gestión. Al final, lo fue, y Trump otra vez busca la Casa Blanca atacando la inmigración.
 
El primer viaje oficial de Harris, a Guatemala y México, dejó una de sus citas más denostadas. “No vengan. No vengan”, dijo durante una conferencia de prensa en Guatemala. "Si vienen a nuestra frontera, serán rechazados", advirtió, luego de que Biden prometiera una política migratoria “más humana”. Cuando le consultaron en una entrevista durante ese viaje por qué no había ido a la frontera, ninguneó la premisa de la pregunta: “Y tampoco he ido a Europa, no sé qué estás intentando decir”.
 
Harris sufrió también una seguidilla de historias negativas en la prensa, la mayoría enfocadas en el caos de su oficina, y una inusualmente elevada rotación en su equipo. “El éxodo de personal de Harris reaviva las preguntas sobre su estilo de liderazgo y sus ambiciones futuras”, fue el título de un artículo de The Washington Post, de fines de 2021.
 
El fallo de la Corte Suprema de Justicia contra el acceso al aborto le dio magnitud a un tema que los demócratas creen que este año será decisivo, tal como lo fue en las elecciones legislativas de 2021. El año anterior, Harris se embarcó en una gira nacional por “las libertades reproductivas” y se transformó en la voz de la administración en defensa del aborto y los derechos de las mujeres. Harris volvió a recorrer el país y a conectar con la gente. Fue el preludio de su campaña.
 
En su acto en Wisconsin, Harris reiteró el que hasta ahora ha sido su mensaje central: las “libertades y derechos fundamentales” para votar, para abortar, para estar a salvo de un arma de fuego. Todas premisas bajo ataque de los republicanos.
 
“La nuestra es una lucha por el futuro y es una lucha por la libertad”, le dijo a su público.
 
“¿Creemos en la libertad? ¿Creemos en las oportunidades? ¿Creemos en la promesa de Estados Unidos?”, interpeló al cerrar su discurso. “¿Y estamos listos para luchar por ella?”, le preguntó a sus votantes. “Y cuando luchamos…”, arengó, dejando la oración en suspenso a la espera de la respuesta. “¡Ganamos!”, gritó la gente.
Con información de La Nación

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