“Confirma lo que sabíamos”: un informe alerta sobre una grave deficiencia en la dieta de los chicos de hasta dos años
Jueves 01 de
Agosto 2024
El dato surge de un relevamiento de Unicef Argentina y el Centro de Estudio sobre Nutrición Infantil al aplicar indicadores que evalúan la frecuencia y la variedad de la alimentación desde el nacimiento
Una radiografía de la alimentación infantil cuando arranca la Semana Mundial de la Lactancia Materna alerta que solo el 53% de los menores de entre seis meses y dos años –cuando se empiezan a agregar sólidos a la lactancia exclusiva– tiene una dieta mínima aceptable, tanto en la frecuencia como en la variedad aconsejada para la edad. Para los primeros meses de vida, la tendencia en los últimos años no se revierte: apenas un 48% de los bebés de hasta seis meses recibe leche materna como único alimento por sus beneficios probados para la salud de los recién nacidos, con la incorporación cada vez más temprana de las fórmulas infantiles.
Así surge del informe sobre “Prácticas de lactancia y de alimentación complementaria en menores de dos años” que dieron a conocer esta semana Unicef Argentina y el Centro de Estudio sobre Nutrición Infantil (Cesni). El trabajo releva por primera vez las características de la dieta infantil al momento de la transición de la lactancia materna exclusiva a la lactancia mixta, lo que está ocurriendo ya desde los 2,6 meses de edad de los bebés, en lugar de los seis meses que se recomienda sostenerla, e independientemente del nivel socioeconómico familiar.
Ambos equipos aplicaron un conjunto de indicadores de evaluación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de Unicef sobre los que “existe poca evidencia publicada” localmente, según aclararon en diálogo con LA NACIÓN.
“El 95% de las niñas y los niños fue amamantado en algún momento, pero el 68,5% recibió fórmula infantil, principalmente por indicación médica –destacan los autores en el informe–. Menos del 50% de [los bebés de] entre 0 y 5 meses recibió lactancia exclusiva y la edad promedio de su abandono es de 7,8 meses. La vuelta al trabajo de la madre es la causa más común.”
Esto es a partir de un cuestionario realizado a una muestra representativa de la población argentina, por regiones, niveles socioeconómicos y cobertura de salud, de 1002 madres y padres con hijos de entre 0 y 24 meses de edad, nacidos a término (semana gestacional 37 o más) y con más de 2500 gramos de peso al nacer.
Verónica Risso Patrón, oficial de Salud y Nutrición de Unicef, destacó la relevancia de estos datos para trazar políticas públicas. “Confirman lo que ya sabíamos y venía pasando”, sostuvo a este medio. Y agregó: “Los bebés empiezan a alimentarse con leche materna, por lo que el problema no es que no toman la teta, sino lo que sucede en el medio, cuando empieza a incorporarle la alimentación complementaria, y hasta los dos años. El 47,6% llega con la lactancia materna exclusiva a los seis meses y, reforzar esto, en el actual contexto económico y social, es fundamental”. En marzo pasado, el organismo difundió sus cifras locales de indigencia y pobreza en la infancia, con hogares que no llegan a cubrir la canasta básica de alimentos.
Risso Patrón, coordinadora del informe redactado a partir del trabajo de campo del Cesni, agregó que los resultados están describiendo un escenario que hay que revertir en los primeros 1000 días de vida, con un seguimiento a partir de mediciones con indicadores y resultados.
En marzo pasado, el organismo difundió que siete de cada 10 menores viven en la pobreza o la indigencia. “Hablamos de lactancia y alimentación en general, pero no tanto de qué pasa cuando empieza la alimentación complementaria. Ahí, hay un vacío de información”, continuó.
Con una serie de indicadores nuevos que recomienda aplicar la OMS y adoptó Unicef, que la investigadora definió como “parámetros fundamentales a medir” para monitorear las prácticas asociadas con la lactancia y la incorporación de otros alimentos en las familias y entre los profesionales de la salud, completaron este estudio el año pasado.
Además del tiempo que las madres habían amamantado a sus bebés hasta y a partir de los seis meses, avanzaron sobre el momento en que empezaron a introducir alimentos sólidos, semisólidos o blandos, por qué productos de ocho grupos alimentarios recomendados para la edad incluía la dieta junto con la leche materna, con qué frecuencia al día comían los chicos y si consumían bebidas azucaradas u otros alimentos “no saludables” (golosinas, galletitas, postres, fiambres o embutidos, carnes enlatadas o aderezos, entre otros).
Mientras que el 95% de los menores es amamantado en algún momento en los primeros 24 meses de vida, un 48% recibe leche materna solamente en los primeros seis y, en un 26%, se combina con otra leche o fórmula infantil. “La lactancia exclusiva [sin otro alimento ni líquido hasta los seis meses] protege contra la diarrea, las infecciones de las vías respiratorias inferiores, la otitis media aguda, el sobrepeso y la obesidad infantil –repasó Risso Patrón–. Hay estudios que demuestran que incorporar alimentos y otros líquidos en ese período aumenta tres veces el riesgo de enfermar o morir con respecto de la lactancia exclusiva.”
Solo en “una cantidad reducida” de recién nacidos varía esa indicación nutricional y es por problemas de salud, intervenciones o causas genéticas, entre otras, según explicaron desde la Comisión de Lactancia de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). En el trabajo de Unicef y el Cesni, esa proporción era del 5,1% por alergia alimentaria o una enfermedad que requiere usar fórmulas especiales.
Sin embargo, el 68,5% de los chicos consume fórmula en algún momento, de acuerdo con los nuevos datos, incluido un 52,4% en el grupo de entre cero y cinco meses de edad. Y la incorporación de fórmulas infantiles es una edad promedio de 2,9 meses y es más común a medida que aumenta la edad de los padres o disminuye el ingreso familiar.
“La indicación médica es el motivo más frecuente de uso de fórmulas infantiles”, advierte en el informe, de acuerdo con el 49% de los padres consultados. Siguen que el bebé se queda con hambre (35%), la practicidad (11%), una elección previa (10%) o el trabajo materno (7,7%). “Al considerar los motivos de abandono de la lactancia por nivel socioeconómico, el no haber logrado que el niño o la niña se prenda al pecho, la indicación médica y el regreso al estudio de la madre son los que prevalecen en el grupo de menor nivel”, agregan los autores del informe.
Pasados los primeros seis meses, y hasta los ocho, ya el 86% de los bebés consume alimentos sólidos, semisólidos o blandos, como se recomienda para complementar la lactancia. Y hasta el segundo cumpleaños, un 65% de los chicos siguen siendo amamantados. “Continuar con la lactancia materna podría prevenir la mitad de las muertes por enfermedades infecciosas entre los seis y 23 meses de edad –explicaron en Unicef–. También está asociado con un mayor rendimiento en pruebas de inteligencia”, un beneficio que se mantiene en la adolescencia.
En esa etapa, solo un 53% alcanza una dieta mínima aceptable, que es la combinación de la alimentación con una frecuencia y una diversidad para el aporte de nutrientes necesarios considerados adecuados, de acuerdo con las recomendaciones de la OMS a las que adhiere el país y que fueron evaluadas para el informe. Un 68% de los menores de dos años consume por lo menos cinco de los ocho grupos de alimentos aconsejados para la edad: además de leche materna, cereales/tubérculos/raíces, legumbres/semillas/frutos secos, lácteos (leche, fórmulas, yogur o queso), carnes/vísceras, huevo, frutas y vegetales ricos en vitamina A y otras frutas/verduras. El resto, no llega a esa cantidad mínima aconsejada.
En tanto, un 75,3% de los menores es alimentado con una frecuencia mínima aceptada, lo que difiere por grupos: en los chicos amamantados, es sumar alimentos complementarios dos a tres veces al día entre los seis y ocho meses de edad o tres a cuatro veces diarias más uno o dos refrigerios nutritivos extras entre los 9 y 23 meses. En los chicos que se abandonó la lactancia materna, la OMS aumenta esa recomendación a cuatro o cinco comidas por día. A menores ingresos en el hogar, la frecuencia disminuye.
Risso Patrón llamó la atención a tres resultados asociados con la epidemia de sobrepeso y obesidad infantil en el país. El 54% de los menores de dos años consume alimentos “no saludables”: galletitas, amasados de pastelería, productos de copetín, aderezos, fiambres y embutidos. El 16% no consume fruta o verdura de manera regular y el 56% ingiere dentro de la dieta habitual bebidas endulzadas, como leche chocolatada o saborizada, leche con azúcar agregada, gaseosas o jugos.
“Empieza la Semana Mundial de la Lactancia Materna y es preocupante el impacto de la alimentación en los menores de dos años en la Argentina”, dijo María Alejandra Buiarevich, miembro de la Comisión de Lactancia de la SAP.
Sobre el informe, señaló que, frente a la epidemia de obesidad, “la diversidad alimentaria, sobre todo con el consumo de frutas y verduras, es casi nula o pobre en los chicos. Hay un alto contenido de hidratos de carbono, bebidas dulces y alimentos no saludables ofrecidos por las familias, en una dieta no equilibrada. Es necesario insistir en reemplazar esos productos con más frutas y verduras y que la hidratación sea con agua”. Al iniciar la alimentación complementaria a los seis meses, según continuó, “es toda la familia la que tiene la responsabilidad de cuidar la alimentación de los más pequeños”, junto con el profesional de cabecera.
También reforzó, a partir de los resultados, que los profesionales de la salud deben “acompañar la indicación de sostener la lactancia exclusiva por seis meses” y “conocer el Código Internacional de Sucedáneos de la Leche Materna”, que prohíbe la promoción y publicidad de fórmulas infantiles. “Los más difíciles de convencer son los profesionales”, respondió la pediatra sobre el alto porcentaje de uso de esos productos en los primeros seis meses por indicación médica.
Andrea Graciano, coordinadora de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la Universidad de Buenos Aires (CaLiSA Nutrición UBA), opinó que para que la lactancia sea exitosa debe ser en corresponsabilidad, ya que la lactancia no es solo materna. “Es fundamental el acompañamiento de toda una red (pareja, familares, amistades) que incluye, también, a profesionales de la salud –dijo a LA NACIÓN–. Este trabajo [por el informe] viene a ponerle números a una práctica habitual en las consultas que es la indicación de una fórmula comercial infantil, muchas veces como primera (y única) ‘solución’ a los problemas o dificultades que se presentan durante el amamantamiento, dejando de lado otras alternativas o herramientas como las que puede desplegar una puericultora.”
Señaló que, a la par, “es necesario poner sobre la mesa los conflictos de intereses que muchos profesionales de la salud tienen con las empresas que producen y comercializan estas fórmulas, y remarcar la necesidad de contar con una legislación que ponga límite a las prácticas abusivas de marketing de estas empresas, lo que va en detrimento de la lactancia”.
CaLiSA Nutrición trabaja en red con otras 13 organizaciones de la sociedad civil y de la academia para lograr un marco normativo integral que permita una aplicación efectiva de las regulaciones establecidas en el Código Internacional de Sucedáneos. Una de las recomendaciones que hacen Unicef y Cesni es dar mayor difusión local a ese código.
Así surge del informe sobre “Prácticas de lactancia y de alimentación complementaria en menores de dos años” que dieron a conocer esta semana Unicef Argentina y el Centro de Estudio sobre Nutrición Infantil (Cesni). El trabajo releva por primera vez las características de la dieta infantil al momento de la transición de la lactancia materna exclusiva a la lactancia mixta, lo que está ocurriendo ya desde los 2,6 meses de edad de los bebés, en lugar de los seis meses que se recomienda sostenerla, e independientemente del nivel socioeconómico familiar.
Ambos equipos aplicaron un conjunto de indicadores de evaluación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de Unicef sobre los que “existe poca evidencia publicada” localmente, según aclararon en diálogo con LA NACIÓN.
“El 95% de las niñas y los niños fue amamantado en algún momento, pero el 68,5% recibió fórmula infantil, principalmente por indicación médica –destacan los autores en el informe–. Menos del 50% de [los bebés de] entre 0 y 5 meses recibió lactancia exclusiva y la edad promedio de su abandono es de 7,8 meses. La vuelta al trabajo de la madre es la causa más común.”
Esto es a partir de un cuestionario realizado a una muestra representativa de la población argentina, por regiones, niveles socioeconómicos y cobertura de salud, de 1002 madres y padres con hijos de entre 0 y 24 meses de edad, nacidos a término (semana gestacional 37 o más) y con más de 2500 gramos de peso al nacer.
Verónica Risso Patrón, oficial de Salud y Nutrición de Unicef, destacó la relevancia de estos datos para trazar políticas públicas. “Confirman lo que ya sabíamos y venía pasando”, sostuvo a este medio. Y agregó: “Los bebés empiezan a alimentarse con leche materna, por lo que el problema no es que no toman la teta, sino lo que sucede en el medio, cuando empieza a incorporarle la alimentación complementaria, y hasta los dos años. El 47,6% llega con la lactancia materna exclusiva a los seis meses y, reforzar esto, en el actual contexto económico y social, es fundamental”. En marzo pasado, el organismo difundió sus cifras locales de indigencia y pobreza en la infancia, con hogares que no llegan a cubrir la canasta básica de alimentos.
Risso Patrón, coordinadora del informe redactado a partir del trabajo de campo del Cesni, agregó que los resultados están describiendo un escenario que hay que revertir en los primeros 1000 días de vida, con un seguimiento a partir de mediciones con indicadores y resultados.
En marzo pasado, el organismo difundió que siete de cada 10 menores viven en la pobreza o la indigencia. “Hablamos de lactancia y alimentación en general, pero no tanto de qué pasa cuando empieza la alimentación complementaria. Ahí, hay un vacío de información”, continuó.
Con una serie de indicadores nuevos que recomienda aplicar la OMS y adoptó Unicef, que la investigadora definió como “parámetros fundamentales a medir” para monitorear las prácticas asociadas con la lactancia y la incorporación de otros alimentos en las familias y entre los profesionales de la salud, completaron este estudio el año pasado.
Además del tiempo que las madres habían amamantado a sus bebés hasta y a partir de los seis meses, avanzaron sobre el momento en que empezaron a introducir alimentos sólidos, semisólidos o blandos, por qué productos de ocho grupos alimentarios recomendados para la edad incluía la dieta junto con la leche materna, con qué frecuencia al día comían los chicos y si consumían bebidas azucaradas u otros alimentos “no saludables” (golosinas, galletitas, postres, fiambres o embutidos, carnes enlatadas o aderezos, entre otros).
Mientras que el 95% de los menores es amamantado en algún momento en los primeros 24 meses de vida, un 48% recibe leche materna solamente en los primeros seis y, en un 26%, se combina con otra leche o fórmula infantil. “La lactancia exclusiva [sin otro alimento ni líquido hasta los seis meses] protege contra la diarrea, las infecciones de las vías respiratorias inferiores, la otitis media aguda, el sobrepeso y la obesidad infantil –repasó Risso Patrón–. Hay estudios que demuestran que incorporar alimentos y otros líquidos en ese período aumenta tres veces el riesgo de enfermar o morir con respecto de la lactancia exclusiva.”
Solo en “una cantidad reducida” de recién nacidos varía esa indicación nutricional y es por problemas de salud, intervenciones o causas genéticas, entre otras, según explicaron desde la Comisión de Lactancia de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). En el trabajo de Unicef y el Cesni, esa proporción era del 5,1% por alergia alimentaria o una enfermedad que requiere usar fórmulas especiales.
Sin embargo, el 68,5% de los chicos consume fórmula en algún momento, de acuerdo con los nuevos datos, incluido un 52,4% en el grupo de entre cero y cinco meses de edad. Y la incorporación de fórmulas infantiles es una edad promedio de 2,9 meses y es más común a medida que aumenta la edad de los padres o disminuye el ingreso familiar.
“La indicación médica es el motivo más frecuente de uso de fórmulas infantiles”, advierte en el informe, de acuerdo con el 49% de los padres consultados. Siguen que el bebé se queda con hambre (35%), la practicidad (11%), una elección previa (10%) o el trabajo materno (7,7%). “Al considerar los motivos de abandono de la lactancia por nivel socioeconómico, el no haber logrado que el niño o la niña se prenda al pecho, la indicación médica y el regreso al estudio de la madre son los que prevalecen en el grupo de menor nivel”, agregan los autores del informe.
Pasados los primeros seis meses, y hasta los ocho, ya el 86% de los bebés consume alimentos sólidos, semisólidos o blandos, como se recomienda para complementar la lactancia. Y hasta el segundo cumpleaños, un 65% de los chicos siguen siendo amamantados. “Continuar con la lactancia materna podría prevenir la mitad de las muertes por enfermedades infecciosas entre los seis y 23 meses de edad –explicaron en Unicef–. También está asociado con un mayor rendimiento en pruebas de inteligencia”, un beneficio que se mantiene en la adolescencia.
En esa etapa, solo un 53% alcanza una dieta mínima aceptable, que es la combinación de la alimentación con una frecuencia y una diversidad para el aporte de nutrientes necesarios considerados adecuados, de acuerdo con las recomendaciones de la OMS a las que adhiere el país y que fueron evaluadas para el informe. Un 68% de los menores de dos años consume por lo menos cinco de los ocho grupos de alimentos aconsejados para la edad: además de leche materna, cereales/tubérculos/raíces, legumbres/semillas/frutos secos, lácteos (leche, fórmulas, yogur o queso), carnes/vísceras, huevo, frutas y vegetales ricos en vitamina A y otras frutas/verduras. El resto, no llega a esa cantidad mínima aconsejada.
En tanto, un 75,3% de los menores es alimentado con una frecuencia mínima aceptada, lo que difiere por grupos: en los chicos amamantados, es sumar alimentos complementarios dos a tres veces al día entre los seis y ocho meses de edad o tres a cuatro veces diarias más uno o dos refrigerios nutritivos extras entre los 9 y 23 meses. En los chicos que se abandonó la lactancia materna, la OMS aumenta esa recomendación a cuatro o cinco comidas por día. A menores ingresos en el hogar, la frecuencia disminuye.
Risso Patrón llamó la atención a tres resultados asociados con la epidemia de sobrepeso y obesidad infantil en el país. El 54% de los menores de dos años consume alimentos “no saludables”: galletitas, amasados de pastelería, productos de copetín, aderezos, fiambres y embutidos. El 16% no consume fruta o verdura de manera regular y el 56% ingiere dentro de la dieta habitual bebidas endulzadas, como leche chocolatada o saborizada, leche con azúcar agregada, gaseosas o jugos.
“Empieza la Semana Mundial de la Lactancia Materna y es preocupante el impacto de la alimentación en los menores de dos años en la Argentina”, dijo María Alejandra Buiarevich, miembro de la Comisión de Lactancia de la SAP.
Sobre el informe, señaló que, frente a la epidemia de obesidad, “la diversidad alimentaria, sobre todo con el consumo de frutas y verduras, es casi nula o pobre en los chicos. Hay un alto contenido de hidratos de carbono, bebidas dulces y alimentos no saludables ofrecidos por las familias, en una dieta no equilibrada. Es necesario insistir en reemplazar esos productos con más frutas y verduras y que la hidratación sea con agua”. Al iniciar la alimentación complementaria a los seis meses, según continuó, “es toda la familia la que tiene la responsabilidad de cuidar la alimentación de los más pequeños”, junto con el profesional de cabecera.
También reforzó, a partir de los resultados, que los profesionales de la salud deben “acompañar la indicación de sostener la lactancia exclusiva por seis meses” y “conocer el Código Internacional de Sucedáneos de la Leche Materna”, que prohíbe la promoción y publicidad de fórmulas infantiles. “Los más difíciles de convencer son los profesionales”, respondió la pediatra sobre el alto porcentaje de uso de esos productos en los primeros seis meses por indicación médica.
Andrea Graciano, coordinadora de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la Universidad de Buenos Aires (CaLiSA Nutrición UBA), opinó que para que la lactancia sea exitosa debe ser en corresponsabilidad, ya que la lactancia no es solo materna. “Es fundamental el acompañamiento de toda una red (pareja, familares, amistades) que incluye, también, a profesionales de la salud –dijo a LA NACIÓN–. Este trabajo [por el informe] viene a ponerle números a una práctica habitual en las consultas que es la indicación de una fórmula comercial infantil, muchas veces como primera (y única) ‘solución’ a los problemas o dificultades que se presentan durante el amamantamiento, dejando de lado otras alternativas o herramientas como las que puede desplegar una puericultora.”
Señaló que, a la par, “es necesario poner sobre la mesa los conflictos de intereses que muchos profesionales de la salud tienen con las empresas que producen y comercializan estas fórmulas, y remarcar la necesidad de contar con una legislación que ponga límite a las prácticas abusivas de marketing de estas empresas, lo que va en detrimento de la lactancia”.
CaLiSA Nutrición trabaja en red con otras 13 organizaciones de la sociedad civil y de la academia para lograr un marco normativo integral que permita una aplicación efectiva de las regulaciones establecidas en el Código Internacional de Sucedáneos. Una de las recomendaciones que hacen Unicef y Cesni es dar mayor difusión local a ese código.
Con información de
La Nación