Basso, la empresa argentina que fabrica válvulas para Ferrari y sobrevivió a la competencia china
Viernes 12 de
Julio 2024
Fundada hace 61 años en Rafaela, va por su tercera generación. Exporta 85% de su producción y se posicionó como un insumo valioso (y caro) para las marcas automotrices más emblemáticas.
La empresa argentina Basso produce válvulas de combustión interna para motores. Es una de las piezas más delicadas de un vehículo, encargadas de permitir la entrada de combustible y aire, y la salida de los gases. La precisión de una válvula se mide en micrones y su fabricación requiere de decenas de procesos durante dos semanas, desde que una barra de acero importada desde Alemania, hecha con una aleación especial, ingresa a la primera máquina. Una vez que la válvula sale lista, aquel acero multiplicó su precio unas diez veces.
Todo eso ocurre en Rafaela, en el corazón de la cuenca lechera de Santa Fe. Hoy, Basso factura unos 50 millones de dólares por año, de los cuales casi 90% provienen de la exportación a más de 30 países.
¿A quiénes les vende? Si se mide por volumen de exportación, al tope de la lista hay dos clientes de Estados Unidos, John Deere (maquinaria agrícola) y Polaris (cuatriciclos y vehículos de nieve). Otra forma de medir hasta dónde llegó esta empresa son las marcas top del automovilismo que le confían las válvulas para sus motores, como destaca Leandro Basso, director de Negocios del grupo y el más joven de la tercera generación.
Hoy es mucho más fuerte para nosotros Ferrari, la división de autos de calle de McLaren y también Maserati. Son los más grandes para nosotros, porque para estas marcas somos el principal proveedor de válvulas", cuenta Basso. Apellidos piamonteses
La empresa fue fundada en 1963 por tres socios, Juan Basso, Dante Benincá e Italo Bottero, apellidos de la zona del Piamonte italiano, cuyos inmigrantes poblaron el sur de Córdoba y Santa Fe a comienzos del siglo pasado. Con las iniciales de los apellidos crearon la marca 3B o BBB, que hoy sigue presente en las casas de repuestos.
Juan Florentino Bienvenido Basso había nacido en la localidad santafesina de Humberto 1º, y cuando tenía 24 años se radicó en Rafaela, donde entró como empleado en la mueblería Scossiroli, donde a los pocos años pasó a gerente. En paralelo llevó adelante otros emprendimientos. El primero fue una empresa de turismo de un único colectivo, que él mismo manejaba los fines de semana y durante sus vacaciones en la mueblería. ¿Cuál era el nombre de la empresa? El mismo que más adelante tendrían las válvulas: BBB. Le siguieron una fábrica de potes de cartón y una de mermeladas, con la marca Dul-Cas.
Casado, con dos hijos adolescentes, Basso acababa de cumplir 40 años en el '63 cuando, junto a Benincá y Bottero, decidió poner un taller de recuperación de válvulas para motores. Eran ellos tres y un único operario a sueldo. Mientras, Basso mantenía su trabajo en la mueblería.
“Mi abuelo, antes de de fundar esta empresa ya había fundado otras cuatro o cinco, había vendido su casa y había sacado a mi padre del colegio privado de la ciudad, solamente con el objetivo de poner su empresa. Siempre tuvo ese sueño, desde que era gerente de la mueblería hasta transformarse probablemente en uno de los industriales más importantes de la historia de la ciudad”, agrega el joven nieto de Juan Basso.
Cuenta la leyenda que para entonces Benincá ya era un próspero empresario, con curtiembres y concesionarias, y fue quien convocó a Bottero, a quien conocía a través de su hermano, y a Basso.
De los tres, "Botica" Bottero era el que sabía cómo se fabricaban las válvulas: se había formado en Edival, una fábrica que diez años antes había fundado Edison Valsagna, también de Rafaela.
Cuando Bottero se fue de Edival y al poco tiempo BBB comenzó a competirle en la fabricación de válvulas originales, quedó establecida entre las dos empresas una fuerte rivalidad que se prolongaría durante décadas. Fue una puja cabeza a cabeza, no exenta de enconos personales, pero con las dos empresas embarcadas en una competencia por ganar mercados en Argentina y en el exterior.
Aquella rivalidad histórica perdió impulso a comienzos del siglo XXI, cuando Edival fue adquirida por el gigante industrial alemán Mahle. Para ese momento Rafaela ya era uno de los principales centros industriales de la Argentina: ubicada lejos de todas las capitales, la ciudad tiene hoy 100.000 habitantes y siete sedes universitarias. La primera de todas, una sede de la UTN, tuvo a Juan Basso como uno de sus impulsores.
La transición
La generación fundadora de BBB condujo la empresa durante 27 años. Desde 1963 a 1985 se mantuvo la sociedad original, con una fuerte expansión en el mercado interno y unos primeros intentos de exportación a partir de 1971.
A mediados de los '70 se incorporaron José Luis y Juan Carlos Basso, los hijos de Juan, ambos ingenieros. Para entonces, BBB ya sumaba unos 70 empleados y con un crédito del Banco Nacional de Desarrollo iniciaron la construcción de una nueva fábrica en Ruta 70 y Martín Oliber. Como contaría años después Juan Carlos, por entonces los Basso comenzaron a adquirir acciones de los otros socios fundadores.
A comienzos de los '80, tras la devaluación de la "tablita" de Martínez de Hoz, la producción automotriz local cayó casi 40% y habían cerrado las fábricas de General Motors (1978) y Chrysler (1980). También se retiraron Fiat y Peugeot, que vendieron 85% de su filial conjunta Sevel a Franco Macri. Y en plena guerra de Malvinas, la multinacional Thompson Ranco puso a la venta su fábrica de válvulas. Y los Basso vieron la oportunidad.
La fábrica de Thompson Ranco estaba frente a Fiat Concord, en Córdoba, pero sus principales clientes eran Ford y Dodge, según recordó más adelante Juan Carlos Basso, el hijo menor de Juan Florentino.
"Decidimos comprarla nosotros, y traer toda la maquinaria a nuestra fábrica. Eso nos permitió ser proveedores de empresas norteamericanas y fortalecer nuestra presencia en el mercado de exportación, en el que ya estábamos desde el ‘71".
En aquel contexto de caída industrial, la producción de vehículos en la Argentina se había achicado de 280.000 a menos de 170.000 unidades por año. Entre otras cosas, esa caída significaba menos válvulas de "repuesto original" para vender en la Argentina. Entonces, los integrantes de la segunda generación comenzaron a viajar a ferias y exposiciones en los Estados Unidos.
Hacia 1985 Juan Basso terminó de comprar las acciones de la empresa a sus socios Bottero y Benincá, y pasó a ser una empresa familiar, con el nombre Basso. Mantuvieron, tal como hasta hoy, la marca BBB y 3B en sus cajas de válvulas.
Un año después, en 1986, luego de 11 viajes a los Estados Unidos, concretaron su primera exportación de válvulas a ese país. Y también ese año, en la localidad de Lehmann, ubicada a 15 kilómetros de Rafaela, abrieron Motor Parts, una segunda fábrica dedicada a válvulas de alta competición. Esa fábrica (hoy son dos) tuvo su propia expansión y con el tiempo colocaría sus válvulas en los circuitos más exigentes del mundo, como Le Mans.
Estaba todo dado para que padre e hijos iniciaran una nueva etapa de expansión al frente de la empresa, ahora familiar. Pero en 1990 falleció, todavía muy joven (67 años), el fundador Juan Florentino Basso. Sus hijos apenas pasaban los 40 años, la misma edad que su padre al fundar la compañía. Y completaron la tarea de salir al mundo.
La expansión
Cuando José Luis y Juan Carlos se hicieron cargo de las riendas de la empresa se estaba conformando el Mercosur y a los pocos meses se firmaría el acuerdo automotor con Brasil, de arancel cero entre los dos países.
Con aquel esquema de comercio administrado con Brasil y de arancel cero (que sigue vigente hoy), el parque automotor se modernizó y salieron de producción modelos con décadas de historia como el Ford Falcon, el Peugeot 504 y el Renault 12.
La contracara fue que en la Argentina se dejaron de fabricar motores: incluso los vehículos ensamblados acá llevaban motores hechos en Brasil o en países de extrazona.
En esa nueva realidad, a los fabricantes locales les quedaba sólo el mercado de reposición. La respuesta desde Basso fue abrir nuevos mercados.
"Nuestra apuesta por la exportación fue una estrategia de círculos concéntricos alrededor de nuestra base de Rafaela. Empezamos con Uruguay. Después, Chile, Paraguay y Bolivia. De a poco, fuimos ampliando los círculos", contó José Luis Basso en 2012. Para 1995 habían sumado a Peugeot de Francia como el principal cliente de exportación.
El mayor de los hermanos Basso agregó: "A medida que avanzó la década del ‘90 y que la situación económica argentina se ensombrecía, nosotros seguimos con un empuje arrollador. La recesión del mercado interno no nos perjudicaba, porque muchos de nuestros clientes estaban en Europa y los Estados Unidos".
En plena crisis de 2001, y mientras la recesión y la deuda financiera ahogaba a las empresas, Basso compró en los Estados Unidos a Manley Engine Valves, una empresa en convocatoria de acreedores.
"Nuestra intención original era producir desde allá, pero resultaba difícil. Así que finalmente cargamos las máquinas en treinta y dos contenedores, y las trajimos a Rafaela en 2002", agregó Basso. Las máquinas de Manley fueron instaladas en la fábrica de Motor Parts, en Lehmann.
Para 2002 había cobrado notoriedad un joven integrante de la familia, Martín Basso, hijo de José Luis. Era piloto, había salido campeón en la Fórmula Renault y subcampeón en la Fórmula Super Renault a fines de los '90. También compitió en la fórmula Atlantic en los Estados Unidos y en la Fórmula 3000 en Europa, que durante algunos años fue el reemplazo de la Fórmula 2 como trampolín a la Fórmula 1. El joven piloto rafaelino volvería a competir a nivel nacional en el TC2000 al año siguiente, y sería subcampeón en 2007.
Durante su experiencia europea de 2002 en la Fórumula 3000, Martín Basso hizo contactos con Ferrari: fue el inicio de un vínculo entre las fábricas de Rafaela y Maranello que exigió dos años de pruebas, ensayos y errores hasta que, en el segundo semestre de 2004, José Luis Basso confirmó a Clarín la primera exportación de válvulas a Ferrari.
Para entonces, el grupo sumaba 500 operarios y una facturación de 24 millones de dólares anuales. Ya había conseguido el objetivo comercial de exportar 90% de su producción.
Sobrevivir a los chinos
La tercera generación de los Basso la integran los cuatro hijos de Juan José y los dos hijos de Juan Carlos. Tres de ellos están en la empresa: Martín y Mariana Basso, hijos de José Luis, y Leandro, hijo de Juan Carlos. Con 36 años, Leandro es bastante más joven que sus primos, licenciado en Administración de Empresa (UCES) y está a cargo del área de Negocios del grupo. Ingresó como empleado de la empresa ni bien se recibió, hace 11 años, y pasó los últimos años trabajando en un área de investigación sobre electro movilidad. Leandro es ahora la "cara" de la empresa, si bien su padre y su tío siguen siendo los que la dirigen.
¿La tercera generación podrá mejorar lo que habían conseguido? ¿Qué sigue después de haber logrado venderle piezas fabricadas en el interior del interior de la Argentina nada menos que a Ferrari?
Si se mira la foto actual, la primera respuesta sería que la tercera generación está encaminada: hoy, en lugar de los 500 empleados de hace dos décadas, Basso tiene 1.000. La facturación también se duplicó, de los 25 millones de dólares en 2004 a US$ 50 millones previstos para este año. Y eso lo consiguieron exportando un producto caro.
"El año pasado se fabricaron unas 18 millones de piezas, este año se prevé una baja, depende un poco de la situación de los mercados, pero también sobre el mix a fabricar, hay piezas mucho mas complejas y lentas que otras", afirmó Leandro. "El número de piezas no es lo mas representativo en nuestro negocio, sino el precio promedio, ya que tenemos sin lugar a dudas uno de los más altos (o el más alto) en toda la industria de las válvulas a nivel global. Este año esperamos terminar exportando el 85% de esas piezas".
En estas dos décadas los motores a combustión comenzaron a ser reemplazados por motores eléctricos, un recambio que al joven Basso no le quita el sueño (“nuestra lectura es que hay vehículos con motor para muchos años”). El verdadero desafío que encaran no comenzó hoy sino hace casi diez años, cuando entendieron que no podían competir contra fabricantes del Lejano Oriente.
“Basso era una empresa local que se propuso exportar y lo logró como pocas empresas en la Argentina. Después sobrevino el boom histórico de las válvulas, porque se duplicó la cantidad de válvulas en los motores y Basso pasó a ser un jugador global, competíamos uno a uno con los grandes fabricantes pero teníamos una estructura muchísimo más chica. Y cuando todo se acomodó y se volvió a estancar el modelo, vimos que como competidores algunos pantalones nos quedaban muy grandes. Los costos, la capacidad de inversión (viviendo además en un país cambiante como el nuestro) no nos permitían entrar en Hyundai o venderle al Corolla. Íbamos, cotizábamos y podíamos realmente tener un negocio dinámico".
El cambio de estrategia fue en 2015 y coincidió con la llegada de la tercera generación a cargos directivos.
“Nos planteamos cambiar el modelo, ir a otro tipo de válvulas, a otro tipo de nicho donde realmente nos valoran y que los grandes platos los coman los grandes proveedores. Además, cambiamos el enfoque comercial, nosotros habíamos llegado a vender el 50% de nuestra producción a un único cliente, que era Peugeot de Francia. Eso hoy no existe ni cerca: el cliente más grande no pasa del 10% de nuestras ventas. Atomizamos mucho más nuestra cartera de negocios e invertimos muchísimo en tecnología, capacitación de gente y procesos productivos”.
Con clientes tan atomizados, la producción de válvulas cambia de un modelo a otro, con diferente costo y precio. Pero en promedio, Leandro Basso estima que hoy el precio del acero alemán hecho de una aleación especial que importan como materia prima, ronda los 8.000 dólares la tonelada. Cuando salen listas las válvulas, luego de 25 a 35 procesos diferentes, ese valor se transformó en 55.000 a 60.000 dólares por tonelada.
Los principales clientes de Basso son las estadounidenses John Deere y Polaris, seguidos por Ferrari, constructores de motores de México, distribuidores de piezas en Estados Unidos, CNH Iveco, Kawasaki, McLaren y Maserati. “Todo lo que no hace un chino, vamos a decirlo así”, remató con ingenio Leandro.
Todo eso ocurre en Rafaela, en el corazón de la cuenca lechera de Santa Fe. Hoy, Basso factura unos 50 millones de dólares por año, de los cuales casi 90% provienen de la exportación a más de 30 países.
¿A quiénes les vende? Si se mide por volumen de exportación, al tope de la lista hay dos clientes de Estados Unidos, John Deere (maquinaria agrícola) y Polaris (cuatriciclos y vehículos de nieve). Otra forma de medir hasta dónde llegó esta empresa son las marcas top del automovilismo que le confían las válvulas para sus motores, como destaca Leandro Basso, director de Negocios del grupo y el más joven de la tercera generación.
Hoy es mucho más fuerte para nosotros Ferrari, la división de autos de calle de McLaren y también Maserati. Son los más grandes para nosotros, porque para estas marcas somos el principal proveedor de válvulas", cuenta Basso. Apellidos piamonteses
La empresa fue fundada en 1963 por tres socios, Juan Basso, Dante Benincá e Italo Bottero, apellidos de la zona del Piamonte italiano, cuyos inmigrantes poblaron el sur de Córdoba y Santa Fe a comienzos del siglo pasado. Con las iniciales de los apellidos crearon la marca 3B o BBB, que hoy sigue presente en las casas de repuestos.
Juan Florentino Bienvenido Basso había nacido en la localidad santafesina de Humberto 1º, y cuando tenía 24 años se radicó en Rafaela, donde entró como empleado en la mueblería Scossiroli, donde a los pocos años pasó a gerente. En paralelo llevó adelante otros emprendimientos. El primero fue una empresa de turismo de un único colectivo, que él mismo manejaba los fines de semana y durante sus vacaciones en la mueblería. ¿Cuál era el nombre de la empresa? El mismo que más adelante tendrían las válvulas: BBB. Le siguieron una fábrica de potes de cartón y una de mermeladas, con la marca Dul-Cas.
Casado, con dos hijos adolescentes, Basso acababa de cumplir 40 años en el '63 cuando, junto a Benincá y Bottero, decidió poner un taller de recuperación de válvulas para motores. Eran ellos tres y un único operario a sueldo. Mientras, Basso mantenía su trabajo en la mueblería.
“Mi abuelo, antes de de fundar esta empresa ya había fundado otras cuatro o cinco, había vendido su casa y había sacado a mi padre del colegio privado de la ciudad, solamente con el objetivo de poner su empresa. Siempre tuvo ese sueño, desde que era gerente de la mueblería hasta transformarse probablemente en uno de los industriales más importantes de la historia de la ciudad”, agrega el joven nieto de Juan Basso.
Cuenta la leyenda que para entonces Benincá ya era un próspero empresario, con curtiembres y concesionarias, y fue quien convocó a Bottero, a quien conocía a través de su hermano, y a Basso.
De los tres, "Botica" Bottero era el que sabía cómo se fabricaban las válvulas: se había formado en Edival, una fábrica que diez años antes había fundado Edison Valsagna, también de Rafaela.
Cuando Bottero se fue de Edival y al poco tiempo BBB comenzó a competirle en la fabricación de válvulas originales, quedó establecida entre las dos empresas una fuerte rivalidad que se prolongaría durante décadas. Fue una puja cabeza a cabeza, no exenta de enconos personales, pero con las dos empresas embarcadas en una competencia por ganar mercados en Argentina y en el exterior.
Aquella rivalidad histórica perdió impulso a comienzos del siglo XXI, cuando Edival fue adquirida por el gigante industrial alemán Mahle. Para ese momento Rafaela ya era uno de los principales centros industriales de la Argentina: ubicada lejos de todas las capitales, la ciudad tiene hoy 100.000 habitantes y siete sedes universitarias. La primera de todas, una sede de la UTN, tuvo a Juan Basso como uno de sus impulsores.
La transición
La generación fundadora de BBB condujo la empresa durante 27 años. Desde 1963 a 1985 se mantuvo la sociedad original, con una fuerte expansión en el mercado interno y unos primeros intentos de exportación a partir de 1971.
A mediados de los '70 se incorporaron José Luis y Juan Carlos Basso, los hijos de Juan, ambos ingenieros. Para entonces, BBB ya sumaba unos 70 empleados y con un crédito del Banco Nacional de Desarrollo iniciaron la construcción de una nueva fábrica en Ruta 70 y Martín Oliber. Como contaría años después Juan Carlos, por entonces los Basso comenzaron a adquirir acciones de los otros socios fundadores.
A comienzos de los '80, tras la devaluación de la "tablita" de Martínez de Hoz, la producción automotriz local cayó casi 40% y habían cerrado las fábricas de General Motors (1978) y Chrysler (1980). También se retiraron Fiat y Peugeot, que vendieron 85% de su filial conjunta Sevel a Franco Macri. Y en plena guerra de Malvinas, la multinacional Thompson Ranco puso a la venta su fábrica de válvulas. Y los Basso vieron la oportunidad.
La fábrica de Thompson Ranco estaba frente a Fiat Concord, en Córdoba, pero sus principales clientes eran Ford y Dodge, según recordó más adelante Juan Carlos Basso, el hijo menor de Juan Florentino.
"Decidimos comprarla nosotros, y traer toda la maquinaria a nuestra fábrica. Eso nos permitió ser proveedores de empresas norteamericanas y fortalecer nuestra presencia en el mercado de exportación, en el que ya estábamos desde el ‘71".
En aquel contexto de caída industrial, la producción de vehículos en la Argentina se había achicado de 280.000 a menos de 170.000 unidades por año. Entre otras cosas, esa caída significaba menos válvulas de "repuesto original" para vender en la Argentina. Entonces, los integrantes de la segunda generación comenzaron a viajar a ferias y exposiciones en los Estados Unidos.
Hacia 1985 Juan Basso terminó de comprar las acciones de la empresa a sus socios Bottero y Benincá, y pasó a ser una empresa familiar, con el nombre Basso. Mantuvieron, tal como hasta hoy, la marca BBB y 3B en sus cajas de válvulas.
Un año después, en 1986, luego de 11 viajes a los Estados Unidos, concretaron su primera exportación de válvulas a ese país. Y también ese año, en la localidad de Lehmann, ubicada a 15 kilómetros de Rafaela, abrieron Motor Parts, una segunda fábrica dedicada a válvulas de alta competición. Esa fábrica (hoy son dos) tuvo su propia expansión y con el tiempo colocaría sus válvulas en los circuitos más exigentes del mundo, como Le Mans.
Estaba todo dado para que padre e hijos iniciaran una nueva etapa de expansión al frente de la empresa, ahora familiar. Pero en 1990 falleció, todavía muy joven (67 años), el fundador Juan Florentino Basso. Sus hijos apenas pasaban los 40 años, la misma edad que su padre al fundar la compañía. Y completaron la tarea de salir al mundo.
La expansión
Cuando José Luis y Juan Carlos se hicieron cargo de las riendas de la empresa se estaba conformando el Mercosur y a los pocos meses se firmaría el acuerdo automotor con Brasil, de arancel cero entre los dos países.
Con aquel esquema de comercio administrado con Brasil y de arancel cero (que sigue vigente hoy), el parque automotor se modernizó y salieron de producción modelos con décadas de historia como el Ford Falcon, el Peugeot 504 y el Renault 12.
La contracara fue que en la Argentina se dejaron de fabricar motores: incluso los vehículos ensamblados acá llevaban motores hechos en Brasil o en países de extrazona.
En esa nueva realidad, a los fabricantes locales les quedaba sólo el mercado de reposición. La respuesta desde Basso fue abrir nuevos mercados.
"Nuestra apuesta por la exportación fue una estrategia de círculos concéntricos alrededor de nuestra base de Rafaela. Empezamos con Uruguay. Después, Chile, Paraguay y Bolivia. De a poco, fuimos ampliando los círculos", contó José Luis Basso en 2012. Para 1995 habían sumado a Peugeot de Francia como el principal cliente de exportación.
El mayor de los hermanos Basso agregó: "A medida que avanzó la década del ‘90 y que la situación económica argentina se ensombrecía, nosotros seguimos con un empuje arrollador. La recesión del mercado interno no nos perjudicaba, porque muchos de nuestros clientes estaban en Europa y los Estados Unidos".
En plena crisis de 2001, y mientras la recesión y la deuda financiera ahogaba a las empresas, Basso compró en los Estados Unidos a Manley Engine Valves, una empresa en convocatoria de acreedores.
"Nuestra intención original era producir desde allá, pero resultaba difícil. Así que finalmente cargamos las máquinas en treinta y dos contenedores, y las trajimos a Rafaela en 2002", agregó Basso. Las máquinas de Manley fueron instaladas en la fábrica de Motor Parts, en Lehmann.
Para 2002 había cobrado notoriedad un joven integrante de la familia, Martín Basso, hijo de José Luis. Era piloto, había salido campeón en la Fórmula Renault y subcampeón en la Fórmula Super Renault a fines de los '90. También compitió en la fórmula Atlantic en los Estados Unidos y en la Fórmula 3000 en Europa, que durante algunos años fue el reemplazo de la Fórmula 2 como trampolín a la Fórmula 1. El joven piloto rafaelino volvería a competir a nivel nacional en el TC2000 al año siguiente, y sería subcampeón en 2007.
Durante su experiencia europea de 2002 en la Fórumula 3000, Martín Basso hizo contactos con Ferrari: fue el inicio de un vínculo entre las fábricas de Rafaela y Maranello que exigió dos años de pruebas, ensayos y errores hasta que, en el segundo semestre de 2004, José Luis Basso confirmó a Clarín la primera exportación de válvulas a Ferrari.
Para entonces, el grupo sumaba 500 operarios y una facturación de 24 millones de dólares anuales. Ya había conseguido el objetivo comercial de exportar 90% de su producción.
Sobrevivir a los chinos
La tercera generación de los Basso la integran los cuatro hijos de Juan José y los dos hijos de Juan Carlos. Tres de ellos están en la empresa: Martín y Mariana Basso, hijos de José Luis, y Leandro, hijo de Juan Carlos. Con 36 años, Leandro es bastante más joven que sus primos, licenciado en Administración de Empresa (UCES) y está a cargo del área de Negocios del grupo. Ingresó como empleado de la empresa ni bien se recibió, hace 11 años, y pasó los últimos años trabajando en un área de investigación sobre electro movilidad. Leandro es ahora la "cara" de la empresa, si bien su padre y su tío siguen siendo los que la dirigen.
¿La tercera generación podrá mejorar lo que habían conseguido? ¿Qué sigue después de haber logrado venderle piezas fabricadas en el interior del interior de la Argentina nada menos que a Ferrari?
Si se mira la foto actual, la primera respuesta sería que la tercera generación está encaminada: hoy, en lugar de los 500 empleados de hace dos décadas, Basso tiene 1.000. La facturación también se duplicó, de los 25 millones de dólares en 2004 a US$ 50 millones previstos para este año. Y eso lo consiguieron exportando un producto caro.
"El año pasado se fabricaron unas 18 millones de piezas, este año se prevé una baja, depende un poco de la situación de los mercados, pero también sobre el mix a fabricar, hay piezas mucho mas complejas y lentas que otras", afirmó Leandro. "El número de piezas no es lo mas representativo en nuestro negocio, sino el precio promedio, ya que tenemos sin lugar a dudas uno de los más altos (o el más alto) en toda la industria de las válvulas a nivel global. Este año esperamos terminar exportando el 85% de esas piezas".
En estas dos décadas los motores a combustión comenzaron a ser reemplazados por motores eléctricos, un recambio que al joven Basso no le quita el sueño (“nuestra lectura es que hay vehículos con motor para muchos años”). El verdadero desafío que encaran no comenzó hoy sino hace casi diez años, cuando entendieron que no podían competir contra fabricantes del Lejano Oriente.
“Basso era una empresa local que se propuso exportar y lo logró como pocas empresas en la Argentina. Después sobrevino el boom histórico de las válvulas, porque se duplicó la cantidad de válvulas en los motores y Basso pasó a ser un jugador global, competíamos uno a uno con los grandes fabricantes pero teníamos una estructura muchísimo más chica. Y cuando todo se acomodó y se volvió a estancar el modelo, vimos que como competidores algunos pantalones nos quedaban muy grandes. Los costos, la capacidad de inversión (viviendo además en un país cambiante como el nuestro) no nos permitían entrar en Hyundai o venderle al Corolla. Íbamos, cotizábamos y podíamos realmente tener un negocio dinámico".
El cambio de estrategia fue en 2015 y coincidió con la llegada de la tercera generación a cargos directivos.
“Nos planteamos cambiar el modelo, ir a otro tipo de válvulas, a otro tipo de nicho donde realmente nos valoran y que los grandes platos los coman los grandes proveedores. Además, cambiamos el enfoque comercial, nosotros habíamos llegado a vender el 50% de nuestra producción a un único cliente, que era Peugeot de Francia. Eso hoy no existe ni cerca: el cliente más grande no pasa del 10% de nuestras ventas. Atomizamos mucho más nuestra cartera de negocios e invertimos muchísimo en tecnología, capacitación de gente y procesos productivos”.
Con clientes tan atomizados, la producción de válvulas cambia de un modelo a otro, con diferente costo y precio. Pero en promedio, Leandro Basso estima que hoy el precio del acero alemán hecho de una aleación especial que importan como materia prima, ronda los 8.000 dólares la tonelada. Cuando salen listas las válvulas, luego de 25 a 35 procesos diferentes, ese valor se transformó en 55.000 a 60.000 dólares por tonelada.
Los principales clientes de Basso son las estadounidenses John Deere y Polaris, seguidos por Ferrari, constructores de motores de México, distribuidores de piezas en Estados Unidos, CNH Iveco, Kawasaki, McLaren y Maserati. “Todo lo que no hace un chino, vamos a decirlo así”, remató con ingenio Leandro.
Con información de
Clarín