Un nuevo descubrimiento podría abrir la puerta a un futuro tratamiento contra la ELA
Por:
Equipo Mayo Clinic
Martes 09 de
Enero 2024
Un estudio de expertos de Mayo Clinic de Estados Unidos mostró que una molécula del sistema inmunitario puede desempeñar un rol clave en la evolución de la enfermedad. Una posible terapia fue probada en ratones. Los detalles
Los investigadores y colaboradores de Mayo Clinic han identificado una proteína expresada en células inmunitarias que podría desempeñar un rol clave en el desarrollo de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), también conocida como enfermedad de Lou Gehrig, por el jugador de béisbol al que se le diagnosticó esta afección.
El equipo también descubrió que un tratamiento inmunomodulatorio que bloquea la proteína era capaz de restaurar la función motriz en modelos preclínicos. Los hallazgos indican que la proteína, conocida como integrina α5 (pronunciada integrina alfa 5), es un posible blanco terapéutico para la ELA.
El estudio se publicó en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias.
La ELA es una enfermedad mortal
La ELA es una enfermedad motoneuronal mortal. Las personas con ELA a menudo mueren dentro de los tres años del diagnóstico. Es un mal del sistema nervioso que afecta las neuronas del cerebro y la médula espinal y hace perder el control muscular lo que empeora con el tiempo. Todavía no se conoce la causa exacta y sólo en un bajo número de casos es hereditaria.
La ELA a menudo comienza con espasmos y debilidad muscular en un brazo o pierna, dificultad para tragar o para hablar. Llega un momento en que la ELA afecta el control de los músculos para moverse, hablar, comer y respirar.
Aunque se han producido avances en el conocimiento de la ELA, no existe cura ni tratamiento que mejore significativamente la función motriz o prolongue la esperanza de vida de los que padecen la enfermedad. Aunque la pérdida de neuronas motoras es la característica distintiva de la ELA, el sistema inmunitario también se ve afectado en la mayoría de las personas.
La enfermedad provoca la activación de las células inmunitarias, incluidas las células microgliales y los macrófagos, que tienen propiedades proinflamatorias. Las células microgliales son células inmunitarias específicas del sistema inmunitario. Los macrófagos son células “de depuración” del sistema inmunitario general que se encuentran en el sistema nervioso periférico.
El equipo de investigación descubrió que la proteína integrina α5, que expresa las células microgliales y los macrófagos, está presente en abundancia en el sistema motriz de las personas con ELA, incluidas aquellas con una causa genética de la enfermedad.
“En nuestro estudio descubrimos que la integrina α5 se expresa en las células inmunitarias y también en los vasos sanguíneos en las etapas activas de la enfermedad, así como en la enfermedad en fase terminal”, afirma la doctora Shanu F. Roemer, neuropatóloga de Mayo Clinic y coautora del estudio. El equipo también descubrió que la integrina α5 no se expresa en el tejido cerebral de personas sin ELA u otros trastornos neurodegenerativos o inflamatorios como la enfermedad de Alzheimer, la parálisis supranuclear progresiva (un trastorno parkinsoniano) o la septicemia.
“Los hallazgos indican que la integrina α5 desempeña un papel en la patología de la ELA”, agregó la doctora Roemer. “Dado que la integrina α5 es selectiva para la ELA y aumenta en el cerebro y las fibras cerebrales fuera de la médula espinal en la ELA, se abre la posibilidad de explorar la integrina α5 como biomarcador de diagnóstico y tratamiento”.
Además de los modelos preclínicos, los investigadores examinaron tejido humano del Programa de Autopsias y Banco de Cerebros de personas con ELA de Mayo Clinic para determinar la prevalencia de la integrina α5 en la ELA. El doctor Dennis W. Dickson, profesor de la cátedra Robert E. Jacoby para la investigación del Alzhéimer y neurocientífico del Departamento de Neurociencia de Mayo Clinic de Florida, dirige el banco de cerebros y también es coautor del estudio. El banco de cerebros trabaja en estrecha colaboración con el doctor Bjorn Oskarsson, director de la clínica de ELA de Mayo Clinic, e incluye una gran colección de tejido cerebral y de la médula espinal de personas con ELA que donaron sus cerebros a Mayo Clinic para la investigación de esta enfermedad. Los investigadores utilizaron más de 100 muestras de tejido afectado por la ELA en el estudio.
Posible vía novedosa
El equipo del estudio también exploró una vía de tratamiento posible. Descubrieron que un anticuerpo monoclonal que bloquea la integrina α5 era capaz de preservar la función motriz en modelos de ratón. Los anticuerpos monoclonales son proteínas sintetizadas del sistema inmunitario que se utilizan como tratamiento para una amplia gama de enfermedades.
“Nuestros resultados mostraron que el tratamiento con anticuerpos contra la integrina α5 parecía proteger la función motriz, retrasar la progresión de la enfermedad y aumentar la esperanza de vida”, afirma la doctora Roemer. “En conjunto, los hallazgos relativos al aumento de la integrina α5 y su respuesta a un anticuerpo monoclonal indican que la integrina α5 puede ser un blanco terapéutico potencial para la modulación de la neuroinflamación en la ELA”.
Dado que existen varios fármacos destinados a otras integrinas para diferentes enfermedades, los investigadores indican que podría valer la pena realizar un ensayo clínico para probar la integrina α5 como objetivo farmacológico contra la ELA. Revise los detalles del estudio para obtener una lista completa de autores, revelaciones y financiamiento.
Síntomas de la ELA
Los síntomas de la ELA varían de una persona a otra, dependen de las células nerviosas afectadas. Suele comenzar con debilidad muscular que se extiende y empeora con el tiempo. Los síntomas pueden incluir los siguientes:
- Dificultad para caminar o hacer las actividades diarias habituales.
- Tropezones y caídas.
- Debilidad en las piernas, los pies o los tobillos.
- Debilidad o torpeza en las manos.
- Dificultad para hablar o problemas para tragar.
- Debilidad asociada a calambres musculares y espasmos en brazos, hombros y lengua.
- Llanto, risa o bostezos intempestivos.
- Cambios en el pensamiento o comportamiento.
La ELA suele comenzar en las manos, los pies, los brazos o las piernas. Luego se extiende a otras partes del cuerpo. Los músculos se debilitan a medida que mueren más células nerviosas. Con el tiempo, esto afecta la masticación, la deglución, el habla y la respiración.
Generalmente, no hay dolor en las primeras etapas de la ELA. Además, el dolor es poco común en las etapas avanzadas. La ELA no suele afectar el control de la vejiga. Tampoco suele afectar los sentidos, que incluyen la capacidad del gusto, olfato, tacto y oído.
Causas
Los investigadores continúan estudiando las posibles causas de la ELA. La mayoría de las teorías se centran en una interacción compleja entre genes y factores ambientales.
Factores de riesgo
Estos son algunos de los factores de riesgo establecidos para la ELA:
- Genética. En alrededor del 10 % de las personas con ELA, el gen de riesgo fue trasmitido por un familiar. Esto se conoce como ELA hereditaria. La mayoría de los hijos de personas con ELA heredada tienen un 50 % de probabilidades de heredar el gen.
- Edad. El riesgo aumenta después de los 75 años. La ELA es más común entre los 60 y los 85 años.
- Sexo. Antes de los 65 años, la ELA es un poco más común en hombres que en mujeres. Esta diferencia de sexo desaparece después de los 70 años.
- Se han asociado factores ambientales, como los siguientes, a un riesgo mayor de padecer ELA.
- Fumar. Las pruebas demuestran que fumar es un factor de riesgo ambiental de ELA. Las mujeres que fuman parecen tener un riesgo incluso mayor, especialmente después de la menopausia.
- Exposición a toxinas ambientales. Algunas pruebas sugieren que la exposición al plomo u otras sustancias en el lugar de trabajo o el hogar podría estar relacionada con la ELA. Se han hecho muchos estudios, pero no se ha asociado de forma consistente ningún elemento causante ni sustancia química con la ELA.
El equipo también descubrió que un tratamiento inmunomodulatorio que bloquea la proteína era capaz de restaurar la función motriz en modelos preclínicos. Los hallazgos indican que la proteína, conocida como integrina α5 (pronunciada integrina alfa 5), es un posible blanco terapéutico para la ELA.
El estudio se publicó en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias.
La ELA es una enfermedad mortal
La ELA es una enfermedad motoneuronal mortal. Las personas con ELA a menudo mueren dentro de los tres años del diagnóstico. Es un mal del sistema nervioso que afecta las neuronas del cerebro y la médula espinal y hace perder el control muscular lo que empeora con el tiempo. Todavía no se conoce la causa exacta y sólo en un bajo número de casos es hereditaria.
La ELA a menudo comienza con espasmos y debilidad muscular en un brazo o pierna, dificultad para tragar o para hablar. Llega un momento en que la ELA afecta el control de los músculos para moverse, hablar, comer y respirar.
Aunque se han producido avances en el conocimiento de la ELA, no existe cura ni tratamiento que mejore significativamente la función motriz o prolongue la esperanza de vida de los que padecen la enfermedad. Aunque la pérdida de neuronas motoras es la característica distintiva de la ELA, el sistema inmunitario también se ve afectado en la mayoría de las personas.
La enfermedad provoca la activación de las células inmunitarias, incluidas las células microgliales y los macrófagos, que tienen propiedades proinflamatorias. Las células microgliales son células inmunitarias específicas del sistema inmunitario. Los macrófagos son células “de depuración” del sistema inmunitario general que se encuentran en el sistema nervioso periférico.
El equipo de investigación descubrió que la proteína integrina α5, que expresa las células microgliales y los macrófagos, está presente en abundancia en el sistema motriz de las personas con ELA, incluidas aquellas con una causa genética de la enfermedad.
“En nuestro estudio descubrimos que la integrina α5 se expresa en las células inmunitarias y también en los vasos sanguíneos en las etapas activas de la enfermedad, así como en la enfermedad en fase terminal”, afirma la doctora Shanu F. Roemer, neuropatóloga de Mayo Clinic y coautora del estudio. El equipo también descubrió que la integrina α5 no se expresa en el tejido cerebral de personas sin ELA u otros trastornos neurodegenerativos o inflamatorios como la enfermedad de Alzheimer, la parálisis supranuclear progresiva (un trastorno parkinsoniano) o la septicemia.
“Los hallazgos indican que la integrina α5 desempeña un papel en la patología de la ELA”, agregó la doctora Roemer. “Dado que la integrina α5 es selectiva para la ELA y aumenta en el cerebro y las fibras cerebrales fuera de la médula espinal en la ELA, se abre la posibilidad de explorar la integrina α5 como biomarcador de diagnóstico y tratamiento”.
Además de los modelos preclínicos, los investigadores examinaron tejido humano del Programa de Autopsias y Banco de Cerebros de personas con ELA de Mayo Clinic para determinar la prevalencia de la integrina α5 en la ELA. El doctor Dennis W. Dickson, profesor de la cátedra Robert E. Jacoby para la investigación del Alzhéimer y neurocientífico del Departamento de Neurociencia de Mayo Clinic de Florida, dirige el banco de cerebros y también es coautor del estudio. El banco de cerebros trabaja en estrecha colaboración con el doctor Bjorn Oskarsson, director de la clínica de ELA de Mayo Clinic, e incluye una gran colección de tejido cerebral y de la médula espinal de personas con ELA que donaron sus cerebros a Mayo Clinic para la investigación de esta enfermedad. Los investigadores utilizaron más de 100 muestras de tejido afectado por la ELA en el estudio.
Posible vía novedosa
El equipo del estudio también exploró una vía de tratamiento posible. Descubrieron que un anticuerpo monoclonal que bloquea la integrina α5 era capaz de preservar la función motriz en modelos de ratón. Los anticuerpos monoclonales son proteínas sintetizadas del sistema inmunitario que se utilizan como tratamiento para una amplia gama de enfermedades.
“Nuestros resultados mostraron que el tratamiento con anticuerpos contra la integrina α5 parecía proteger la función motriz, retrasar la progresión de la enfermedad y aumentar la esperanza de vida”, afirma la doctora Roemer. “En conjunto, los hallazgos relativos al aumento de la integrina α5 y su respuesta a un anticuerpo monoclonal indican que la integrina α5 puede ser un blanco terapéutico potencial para la modulación de la neuroinflamación en la ELA”.
Dado que existen varios fármacos destinados a otras integrinas para diferentes enfermedades, los investigadores indican que podría valer la pena realizar un ensayo clínico para probar la integrina α5 como objetivo farmacológico contra la ELA. Revise los detalles del estudio para obtener una lista completa de autores, revelaciones y financiamiento.
Síntomas de la ELA
Los síntomas de la ELA varían de una persona a otra, dependen de las células nerviosas afectadas. Suele comenzar con debilidad muscular que se extiende y empeora con el tiempo. Los síntomas pueden incluir los siguientes:
- Dificultad para caminar o hacer las actividades diarias habituales.
- Tropezones y caídas.
- Debilidad en las piernas, los pies o los tobillos.
- Debilidad o torpeza en las manos.
- Dificultad para hablar o problemas para tragar.
- Debilidad asociada a calambres musculares y espasmos en brazos, hombros y lengua.
- Llanto, risa o bostezos intempestivos.
- Cambios en el pensamiento o comportamiento.
La ELA suele comenzar en las manos, los pies, los brazos o las piernas. Luego se extiende a otras partes del cuerpo. Los músculos se debilitan a medida que mueren más células nerviosas. Con el tiempo, esto afecta la masticación, la deglución, el habla y la respiración.
Generalmente, no hay dolor en las primeras etapas de la ELA. Además, el dolor es poco común en las etapas avanzadas. La ELA no suele afectar el control de la vejiga. Tampoco suele afectar los sentidos, que incluyen la capacidad del gusto, olfato, tacto y oído.
Causas
Los investigadores continúan estudiando las posibles causas de la ELA. La mayoría de las teorías se centran en una interacción compleja entre genes y factores ambientales.
Factores de riesgo
Estos son algunos de los factores de riesgo establecidos para la ELA:
- Genética. En alrededor del 10 % de las personas con ELA, el gen de riesgo fue trasmitido por un familiar. Esto se conoce como ELA hereditaria. La mayoría de los hijos de personas con ELA heredada tienen un 50 % de probabilidades de heredar el gen.
- Edad. El riesgo aumenta después de los 75 años. La ELA es más común entre los 60 y los 85 años.
- Sexo. Antes de los 65 años, la ELA es un poco más común en hombres que en mujeres. Esta diferencia de sexo desaparece después de los 70 años.
- Se han asociado factores ambientales, como los siguientes, a un riesgo mayor de padecer ELA.
- Fumar. Las pruebas demuestran que fumar es un factor de riesgo ambiental de ELA. Las mujeres que fuman parecen tener un riesgo incluso mayor, especialmente después de la menopausia.
- Exposición a toxinas ambientales. Algunas pruebas sugieren que la exposición al plomo u otras sustancias en el lugar de trabajo o el hogar podría estar relacionada con la ELA. Se han hecho muchos estudios, pero no se ha asociado de forma consistente ningún elemento causante ni sustancia química con la ELA.