El papa Francisco se reunió con el cardenal Burke, uno de sus mayores críticos
Por:
Elisabetta Piqué
Viernes 29 de
Diciembre 2023
El pontífice recibió al purpurado estadounidense que es punta de lanza de la oposición contraria a sus reformas; máxima reserva sobre el contenido de la conversación
ROMA.- Después de haberle quitado hace un mes algunos privilegios –como vivir en un departamento de 400 metros cuadrados pagando un precio muy por debajo del de mercado–, el papa Francisco tuvo este viernes un cara a cara con el cardenal ultratradicionalista norteamericano Raymond Leo Burke, punta de lanza de una oposición pequeña pero muy ruidosa.
Salvo algunas fotos en las que aparecen saludándose con caras de circunstancia, trascendió muy poco de esta audiencia privada, que tuvo lugar en la biblioteca del Palacio Apostólico y de la que dio cuenta el boletín cotidiano de la Santa Sede, sin dar ulteriores detalles, como es usual. Según algunos cálculos, se trató del primer encuentro entre el Papa y uno de sus críticos más acérrimos desde el 10 de noviembre de 2016. Y se especula con que, más allá de las fotos “cordiales”, la audiencia –probablemente pedida por Burke–, pudo haber sido ríspida, al haber probablemente girado en torno de las explicaciones a ese castigo que le impuso su jefe máximo hace aproximadamente un mes, y que hizo mucho ruido en el seno de la Iglesia. Algunos, en efecto, consideraron esa medida excesiva y hasta contraproducente, mientras que otros la tildaron de demasiado leve.
“Todavía estoy vivo”, fue lo único que Burke, famoso por sus capas magnas llenas de oropeles y sus sistemáticos ataques al máximo jefe de la Iglesia Católica, dijo al salir del encuentro, cuando declinó hacer comentarios, según consignó la agencia Reuters. Paradójicamente, Burke utilizó la misma frase que suele pronunciar el papa Francisco, de 87 años y últimamente con diversos achaques, cuando le preguntan cómo está de salud.
Tal como informó LA NACION en su momento y como se filtró en los medios, había sido el propio Papa quien anunció en una reunión con jefes de dicasterio, el 20 de noviembre pasado, que iba a sancionar a Burke por “minar la unidad de la Iglesia”. Según trascendió, el cardenal, de 75 años y jubilado tras ser prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica y patrono de la Orden de Malta, ya no gozará de los privilegios relacionados con esos roles: tendrá una reducción de su salario de entre 5000 y 6000 euros y un aumento del alquiler, hasta ahora bajísimo, del departamento de 400 metros cuadrados que ocupa en la Via della Conciliazione. Se trata de una sanción irrisoria para Burke, según entendidos, ya que en su Wisconsin natal tiene un santuario (de la Virgen de Guadalupe) al que peregrinan centenares de peregrinos que lo consideran un “héroe” y que suele recibir donaciones millonarias de sectores católicos estadounidenses conservadores contrarios al Papa.
Contrario a la visión del Papa
Tradicionalista experto en derecho canónico, Burke fue creado cardenal por Benedicto XVI en 2010. Siempre estuvo entre ese puñado de cardenales disidentes, contrarios a la visión abierta de Iglesia de Jorge Bergoglio que ya en 2016 le escribió una carta al Papa pidiéndole aclarar cuatro “dudas” del capítulo octavo de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, que le abre las puertas a los divorciados vueltos a casar. Entonces incluso desafió abiertamente a Francisco al manifestarse listo a poner en marcha un acto formal para “corregir” al Papa si no respondía a las “dudas” sobre “los errores doctrinales” de la Amoris Laetitia.
Antes de que comenzara el sínodo sobre sinodalidad, en octubre pasado, Burke fue la gran estrella del evento titulado “La Babel Sinodal”, organizado por el medio ultraconservador La Bussola Quotidiana, en el que denostó al sínodo, asamblea en la que la Iglesia corre el riesgo de “perder su identidad”. Entonces, al margen de reivindicar haberle planteado durante el verano, una vez más, cinco “dudas” a Francisco sobre eventuales cambios de moral y doctrina en cuestiones candentes y divisivas como la bendición a parejas del mismo sexo y la ordenación sacerdotal de mujeres, también le tiró dardos al nuevo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández, brazo derecho del Papa.
La Bussola Quotidiana había escrito que cuando el Papa había anunciado la sanción contra el purpurado tradicionalista en esa reunión antes mencionada con jefes de dicasterio del 20 de noviembre, había dicho que “el cardenal Burke es mi enemigo y por eso le saco el departamento y el sueldo”.
Pero el vaticanista británico y biógrafo pontificio, Austen Ivereigh, desmintió esa versión al publicar un correo que le envió el Pontífice: “Nunca usé la palabra ‘enemigo’ ni el pronombre ‘mi’. Simplemente anuncié el hecho en la reunión con los jefes de dicasterio, sin dar explicaciones específicas”. El Papa también le confirmó a Ivereigh que había tomado esa decisión de quitarle los privilegios a Burke “porque los había utilizado en contra de la Iglesia”.
Salvo algunas fotos en las que aparecen saludándose con caras de circunstancia, trascendió muy poco de esta audiencia privada, que tuvo lugar en la biblioteca del Palacio Apostólico y de la que dio cuenta el boletín cotidiano de la Santa Sede, sin dar ulteriores detalles, como es usual. Según algunos cálculos, se trató del primer encuentro entre el Papa y uno de sus críticos más acérrimos desde el 10 de noviembre de 2016. Y se especula con que, más allá de las fotos “cordiales”, la audiencia –probablemente pedida por Burke–, pudo haber sido ríspida, al haber probablemente girado en torno de las explicaciones a ese castigo que le impuso su jefe máximo hace aproximadamente un mes, y que hizo mucho ruido en el seno de la Iglesia. Algunos, en efecto, consideraron esa medida excesiva y hasta contraproducente, mientras que otros la tildaron de demasiado leve.
“Todavía estoy vivo”, fue lo único que Burke, famoso por sus capas magnas llenas de oropeles y sus sistemáticos ataques al máximo jefe de la Iglesia Católica, dijo al salir del encuentro, cuando declinó hacer comentarios, según consignó la agencia Reuters. Paradójicamente, Burke utilizó la misma frase que suele pronunciar el papa Francisco, de 87 años y últimamente con diversos achaques, cuando le preguntan cómo está de salud.
Tal como informó LA NACION en su momento y como se filtró en los medios, había sido el propio Papa quien anunció en una reunión con jefes de dicasterio, el 20 de noviembre pasado, que iba a sancionar a Burke por “minar la unidad de la Iglesia”. Según trascendió, el cardenal, de 75 años y jubilado tras ser prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica y patrono de la Orden de Malta, ya no gozará de los privilegios relacionados con esos roles: tendrá una reducción de su salario de entre 5000 y 6000 euros y un aumento del alquiler, hasta ahora bajísimo, del departamento de 400 metros cuadrados que ocupa en la Via della Conciliazione. Se trata de una sanción irrisoria para Burke, según entendidos, ya que en su Wisconsin natal tiene un santuario (de la Virgen de Guadalupe) al que peregrinan centenares de peregrinos que lo consideran un “héroe” y que suele recibir donaciones millonarias de sectores católicos estadounidenses conservadores contrarios al Papa.
Contrario a la visión del Papa
Tradicionalista experto en derecho canónico, Burke fue creado cardenal por Benedicto XVI en 2010. Siempre estuvo entre ese puñado de cardenales disidentes, contrarios a la visión abierta de Iglesia de Jorge Bergoglio que ya en 2016 le escribió una carta al Papa pidiéndole aclarar cuatro “dudas” del capítulo octavo de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, que le abre las puertas a los divorciados vueltos a casar. Entonces incluso desafió abiertamente a Francisco al manifestarse listo a poner en marcha un acto formal para “corregir” al Papa si no respondía a las “dudas” sobre “los errores doctrinales” de la Amoris Laetitia.
Antes de que comenzara el sínodo sobre sinodalidad, en octubre pasado, Burke fue la gran estrella del evento titulado “La Babel Sinodal”, organizado por el medio ultraconservador La Bussola Quotidiana, en el que denostó al sínodo, asamblea en la que la Iglesia corre el riesgo de “perder su identidad”. Entonces, al margen de reivindicar haberle planteado durante el verano, una vez más, cinco “dudas” a Francisco sobre eventuales cambios de moral y doctrina en cuestiones candentes y divisivas como la bendición a parejas del mismo sexo y la ordenación sacerdotal de mujeres, también le tiró dardos al nuevo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández, brazo derecho del Papa.
La Bussola Quotidiana había escrito que cuando el Papa había anunciado la sanción contra el purpurado tradicionalista en esa reunión antes mencionada con jefes de dicasterio del 20 de noviembre, había dicho que “el cardenal Burke es mi enemigo y por eso le saco el departamento y el sueldo”.
Pero el vaticanista británico y biógrafo pontificio, Austen Ivereigh, desmintió esa versión al publicar un correo que le envió el Pontífice: “Nunca usé la palabra ‘enemigo’ ni el pronombre ‘mi’. Simplemente anuncié el hecho en la reunión con los jefes de dicasterio, sin dar explicaciones específicas”. El Papa también le confirmó a Ivereigh que había tomado esa decisión de quitarle los privilegios a Burke “porque los había utilizado en contra de la Iglesia”.