Avanzan en el país las pruebas con una terapia única en el mundo para el dolor crónico
Por:
Fabiola Czubaj
Martes 31 de
Octubre 2023
La desarrolló un equipo argentino y la Anmat autorizó pasar a la etapa de ensayos con pacientes; en estudios preclínicos no surgieron indicios de la droga candidata genere adicción como los opioides
Una terapia experimental diseñada por un equipo argentino comenzará a probarse en seres humanos el mes que viene y, así, avanza en un camino que podría convertirla en unos años en el primer tratamiento disponible en el mundo para bloquear el dolor crónico durante semanas y sin el riesgo de adicción asociado con el uso de analgésicos opioides y efectos adversos de otros medicamentos que llevan al abandono del tratamiento.
“IMT504 es muy promisoria”, plantea Marcelo Villar, investigador superior del Conicet y director médico de Immunalgia Therapeutics, la startup a cargo de esta droga candidata en el Instituto de Investigaciones en Medicina Traslacional (IIMT), de la Universidad Austral. Ahí, el dolor es uno de los temas de estudio.
“No es solo un síntoma, sino una patología en sí misma. El paciente que consulta con dolor crónico tiene detrás patologías complejas que causan ese dolor y no tienen un tratamiento adecuado”, continúa Villar, que es investigador superior del Conicet.
En las pruebas previas, que sirvieron para que la Anmat autorizara pasar al ensayo clínico de fase 1, el nuevo desarrollo demostró que bloquea el dolor crónico, en especial cuando es inflamatorio (la artritis o la lumbalgia, por ejemplo) o neuropático (a partir de una lesión o alteración en el sistema nervioso). Precisamente, a su tratamiento apuntarán primero los investigadores para obtener la aprobación regulatoria, según explican en diálogo con LA NACIÓN, mientras siguen estudiando otras posibles aplicaciones futuras de un problema huérfano de un alivio efectivo sin complicaciones en el camino.
IMT504 se administra mediante una inyección subcutánea y, en los ensayos preclínicos, una sola dosis era suficiente para “generar un efecto analgésico de entre 35 y 42 días de duración”, precisa Pablo Brumovsky, director científico de Immunalgia Therapeutics, vicedirector del IIMT e investigador independiente del Conicet.
Esta primera fase de estudio clínico que fue aprobada por la Anmat está empezando el mes que viene, durará seis meses y el objetivo es probar la seguridad en tres grupos de mayores de 18 años sanos. “Lo que debemos evaluar en esta etapa es cuál es la dosis más alta que se puede administrar sin causar efectos adversos severos, además de cuál es la farmacocinética y biodistribución de la molécula tras su administración”, detalla Brumovsky.
Una vez comprobada la seguridad (que no se alteraron los valores bioquímicos normales en personas sin enfermedad), la fase 2 incluirá a pacientes con síndrome de dolor regional complejo, que carece de tratamiento. Puede afectar los brazos y las piernas, según comenta Villar, y suele aparecer después de una lesión traumática, una cirugía electiva o un infarto, aunque no siempre tiene una causa aparente, según continúa.
“El dolor que sufren estos pacientes es parecido al que tiene la mujer durante el parto y es muy incapacitante”, describe Brumovsky. Su manejo es “complejo”, según continúa, y combina fármacos, kinesiología y otras intervenciones, de acuerdo con el origen del síntoma a aliviar. Es, a la vez, “de difícil pronóstico”.
En el Hospital Universitario Austral (HUA) se ocupan del tratamiento de ese tipo de pacientes: es una de las especialidades de sus servicios de dolor y de ortopedia y traumatología, con entre 80 y 100 pacientes que atienden por año con el síndrome de dolor regional complejo. “Pueden ser pacientes que vuelven a consultar meses después de una lesión en un hecho de tránsito o una cirugía. A veces, les afecta una sola extremidad, con características inflamatorias –continúa Villar–. El dolor les impide, por ejemplo, cambiarse y no pueden trabajar.” Para la fase 2 del ensayo clínico, convocarán a participar a pacientes de esos servicios.
Hace 25 años
Ambos llevan años dedicados a investigar el dolor. En el Instituto Carolino, en Suecia, se concentraron en el dolor neuropático e inflamatorio, incluido el dolor posquirúrgico. El desarrollo de IMT504 arrancó hace 25 años con otro integrante del equipo, Alejandro Montaner, investigador independiente del Conicet y miembro del Instituto de Ciencia y Tecnología César Milstein (Conicet-Fundación Pablo Casssará). Se pensó como un refuerzo (booster) para mejorar los efectos de vacunas como la de la rabia.
Es que IMT504 es una réplica sintética de una secuencia de ADN con el mismo nombre que el equipo pudo identificar. Al inyectarla alerta al sistema inmunológico de que hay un daño por reparar (dolor) y que el propio organismo active una respuesta analgésica y antiinflamatoria para hacerlo.
“Cuando hay ADN suelto en el organismo (ya sea por el daño de una célula, el ingreso de un virus, exposición a radiación, etcétera), el sistema inmunológico está preparado para responder a esa agresión. Lo que nosotros logramos, con esta secuencia sintética de ADN que patentamos, fue imitar esa señal de daño y potenciar la respuesta natural que cualquier paciente ya tiene programada en su organismo. Es decir, son las células del propio paciente, y no el fármaco en sí, las encargadas de resolver el problema”, resume Alejandro Montaner, director general de Immunalgia Therapeutics.
Para Villar, y Brumovsky coincide, se trata de una aproximación al control del dolor que es “más viable y sencilla” porque, también, se trata de una inyección subcutánea con un efecto prolongado en semanas. “Con este enfoque –responde Villar–, somos el único equipo que está trabajando en el mundo. Hay más grupos que estudian el dolor con otros enfoques en Estados Unidos y Europa.”
La mayoría de los tratamientos del dolor terminan siendo paliativos. Por eso, los investigadores destacan como “atractivo” de esta droga candidata que no suprime el dolor, como lo hacen los analgésicos opioides u otros, sino que va tras otro blanco. “Estamos atacando los mecanismos que están muy involucrados en el dolor, sean inflamatorios o neurodegenerativos”, aporta Brumovsky.
Expectativa
Villar considera a futuro que, con los resultados que esperan conseguir en los ensayos clínicos con pacientes, esta terapia se podría coadministrar con los demás medicamentos que se suelen usar para “disminuir la dosis de opioides y reducir mucho sus efectos colaterales, que incluyen el riesgo de adicción o problemas gastrointestinales (estreñimiento), entre otros, y que son los que llevan al abandono del tratamiento con sus consecuencias para los pacientes”.
Los datos con los que llegan a la fase 1 del ensayo clínico describen un perfil de seguridad “muy alto”, sin indicios del riesgo menos deseado de la analgesia. “Queremos caracterizarlo mejor, pero la evidencia hasta este momento es que [IMT504] no tendría un efecto sedativo que nos haga suponer que puede ser potencialmente adictivo”, responde Brumovsky.
En el diseño de esta droga candidata participan 15 investigadores, entre médicos, biólogos, bioquímicos y técnicos del IIMT y el instituto César Milstein. La formulación de la dosis para los estudios está a cargo del laboratorio Pablo Cassará y el financiamiento combina inversión pública y privada, según declaran desde Immunalgia Therapeutics, que también integra el economista Gustavo Álvarez.
“Tenemos la expectativa de que los resultados se materialicen y podamos registrar el producto para su comercialización en cuatro años. El registro inicial apuntará a una enfermedad rara, pero de ahí vamos a avanzar al dolor crónico en general”, anticipa Brumovsky.
“IMT504 es muy promisoria”, plantea Marcelo Villar, investigador superior del Conicet y director médico de Immunalgia Therapeutics, la startup a cargo de esta droga candidata en el Instituto de Investigaciones en Medicina Traslacional (IIMT), de la Universidad Austral. Ahí, el dolor es uno de los temas de estudio.
“No es solo un síntoma, sino una patología en sí misma. El paciente que consulta con dolor crónico tiene detrás patologías complejas que causan ese dolor y no tienen un tratamiento adecuado”, continúa Villar, que es investigador superior del Conicet.
En las pruebas previas, que sirvieron para que la Anmat autorizara pasar al ensayo clínico de fase 1, el nuevo desarrollo demostró que bloquea el dolor crónico, en especial cuando es inflamatorio (la artritis o la lumbalgia, por ejemplo) o neuropático (a partir de una lesión o alteración en el sistema nervioso). Precisamente, a su tratamiento apuntarán primero los investigadores para obtener la aprobación regulatoria, según explican en diálogo con LA NACIÓN, mientras siguen estudiando otras posibles aplicaciones futuras de un problema huérfano de un alivio efectivo sin complicaciones en el camino.
IMT504 se administra mediante una inyección subcutánea y, en los ensayos preclínicos, una sola dosis era suficiente para “generar un efecto analgésico de entre 35 y 42 días de duración”, precisa Pablo Brumovsky, director científico de Immunalgia Therapeutics, vicedirector del IIMT e investigador independiente del Conicet.
Esta primera fase de estudio clínico que fue aprobada por la Anmat está empezando el mes que viene, durará seis meses y el objetivo es probar la seguridad en tres grupos de mayores de 18 años sanos. “Lo que debemos evaluar en esta etapa es cuál es la dosis más alta que se puede administrar sin causar efectos adversos severos, además de cuál es la farmacocinética y biodistribución de la molécula tras su administración”, detalla Brumovsky.
Una vez comprobada la seguridad (que no se alteraron los valores bioquímicos normales en personas sin enfermedad), la fase 2 incluirá a pacientes con síndrome de dolor regional complejo, que carece de tratamiento. Puede afectar los brazos y las piernas, según comenta Villar, y suele aparecer después de una lesión traumática, una cirugía electiva o un infarto, aunque no siempre tiene una causa aparente, según continúa.
“El dolor que sufren estos pacientes es parecido al que tiene la mujer durante el parto y es muy incapacitante”, describe Brumovsky. Su manejo es “complejo”, según continúa, y combina fármacos, kinesiología y otras intervenciones, de acuerdo con el origen del síntoma a aliviar. Es, a la vez, “de difícil pronóstico”.
En el Hospital Universitario Austral (HUA) se ocupan del tratamiento de ese tipo de pacientes: es una de las especialidades de sus servicios de dolor y de ortopedia y traumatología, con entre 80 y 100 pacientes que atienden por año con el síndrome de dolor regional complejo. “Pueden ser pacientes que vuelven a consultar meses después de una lesión en un hecho de tránsito o una cirugía. A veces, les afecta una sola extremidad, con características inflamatorias –continúa Villar–. El dolor les impide, por ejemplo, cambiarse y no pueden trabajar.” Para la fase 2 del ensayo clínico, convocarán a participar a pacientes de esos servicios.
Hace 25 años
Ambos llevan años dedicados a investigar el dolor. En el Instituto Carolino, en Suecia, se concentraron en el dolor neuropático e inflamatorio, incluido el dolor posquirúrgico. El desarrollo de IMT504 arrancó hace 25 años con otro integrante del equipo, Alejandro Montaner, investigador independiente del Conicet y miembro del Instituto de Ciencia y Tecnología César Milstein (Conicet-Fundación Pablo Casssará). Se pensó como un refuerzo (booster) para mejorar los efectos de vacunas como la de la rabia.
Es que IMT504 es una réplica sintética de una secuencia de ADN con el mismo nombre que el equipo pudo identificar. Al inyectarla alerta al sistema inmunológico de que hay un daño por reparar (dolor) y que el propio organismo active una respuesta analgésica y antiinflamatoria para hacerlo.
“Cuando hay ADN suelto en el organismo (ya sea por el daño de una célula, el ingreso de un virus, exposición a radiación, etcétera), el sistema inmunológico está preparado para responder a esa agresión. Lo que nosotros logramos, con esta secuencia sintética de ADN que patentamos, fue imitar esa señal de daño y potenciar la respuesta natural que cualquier paciente ya tiene programada en su organismo. Es decir, son las células del propio paciente, y no el fármaco en sí, las encargadas de resolver el problema”, resume Alejandro Montaner, director general de Immunalgia Therapeutics.
Para Villar, y Brumovsky coincide, se trata de una aproximación al control del dolor que es “más viable y sencilla” porque, también, se trata de una inyección subcutánea con un efecto prolongado en semanas. “Con este enfoque –responde Villar–, somos el único equipo que está trabajando en el mundo. Hay más grupos que estudian el dolor con otros enfoques en Estados Unidos y Europa.”
La mayoría de los tratamientos del dolor terminan siendo paliativos. Por eso, los investigadores destacan como “atractivo” de esta droga candidata que no suprime el dolor, como lo hacen los analgésicos opioides u otros, sino que va tras otro blanco. “Estamos atacando los mecanismos que están muy involucrados en el dolor, sean inflamatorios o neurodegenerativos”, aporta Brumovsky.
Expectativa
Villar considera a futuro que, con los resultados que esperan conseguir en los ensayos clínicos con pacientes, esta terapia se podría coadministrar con los demás medicamentos que se suelen usar para “disminuir la dosis de opioides y reducir mucho sus efectos colaterales, que incluyen el riesgo de adicción o problemas gastrointestinales (estreñimiento), entre otros, y que son los que llevan al abandono del tratamiento con sus consecuencias para los pacientes”.
Los datos con los que llegan a la fase 1 del ensayo clínico describen un perfil de seguridad “muy alto”, sin indicios del riesgo menos deseado de la analgesia. “Queremos caracterizarlo mejor, pero la evidencia hasta este momento es que [IMT504] no tendría un efecto sedativo que nos haga suponer que puede ser potencialmente adictivo”, responde Brumovsky.
En el diseño de esta droga candidata participan 15 investigadores, entre médicos, biólogos, bioquímicos y técnicos del IIMT y el instituto César Milstein. La formulación de la dosis para los estudios está a cargo del laboratorio Pablo Cassará y el financiamiento combina inversión pública y privada, según declaran desde Immunalgia Therapeutics, que también integra el economista Gustavo Álvarez.
“Tenemos la expectativa de que los resultados se materialicen y podamos registrar el producto para su comercialización en cuatro años. El registro inicial apuntará a una enfermedad rara, pero de ahí vamos a avanzar al dolor crónico en general”, anticipa Brumovsky.