Anhedonia: qué es esta afección y por qué la sufren los adolescentes
Por:
Lucila Marin
Viernes 28 de
Julio 2023
Se caracteriza como la falta de sentido, la incapacidad de experimentar placer y la pérdida de interés; se asocia con el mayor uso de redes sociales
Incapacidad para experimentar placer y pérdida de interés o satisfacción en casi todas las actividades. Así definen a la anhedonia, una afección difícil de detectar en la adolescencia porque sus características coinciden con los síntomas típicos de esta etapa.
“Creo que es fundamental pensar la cuestión de la anhedonia desde la falta de sentido, como aquella dificultad de encontrarle un sentido a las cosas, como si nada valiera la pena. La adolescencia, estructuralmente, es un momento de duelos y también de búsqueda de nuevos sentidos y ese camino requiere acompañamiento”, describió Natalia Ledesma, magíster en Psicoanálisis especializada en educación.
“Es absolutamente normal en los adolescentes que se produzcan ciertos estados como de intenso narcisismo y conexión solamente consigo mismo, pero cuando esto empieza a provocar una particular dificultad en relación con lo que tiene que ver con la escuela, el vínculo con los amigos, el lazo social y con fenómenos adictivos de tipos electrónicos o plataformas en donde el adolescente ya no es demasiado libre de poder elegir o regular, ahí hay que encender las alarmas”, describió Jorge E. Catelli, psicoanalista miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
“Pueden plantearse el exceso de tecnología y el uso de las redes como causa de la anhedonia, y esto luego lleva a alteraciones del ciclo del sueño, falta de apetito, inhibiciones, falta de concentración, abulia. Pero también se puede pensar que los duelos que transita el adolescente pueden dar un tono melancólico, apático y esta disposición emocional lo lleva a las redes. Es un circulo vicioso”, analizó Ledesma, también profesora de enseñanza media y superior en Psicología en la Universidad de Buenos Aires.
Y sumó: “No se trata de demonizar las redes ya que existen distintas maneras de relacionarse con ellas, pero el exceso de imagen, la ausencia de la dimensión corporal y el uso codificado de la palabra requieren una apropiación singular, la construcción de sentidos para no quedar mudos. El mundo interior adolescente es turbulento y puede ser muy angustiante, en ese sentido las redes pueden ser una anestesia frente a tanta conmoción. Una manera de estar sin estar”.
Estudio
Un estudio de la Red Educativa Itinere buscó explorar el impacto de las redes sociales en el bienestar emocional y detectó que a mayor consumo de redes sociales más propensión a la anhedonia. El 51,26% de los estudiantes encuestados mostraron un score de anhedonia por encima de otros estudios similares en otros países.
Es importante aclarar que la investigación, que dirigió el fundador de la Red, Darío Alvarez Klar, fue realizada en un universo de dos colegios de zona norte de Buenos Aires, es por esto que instan a ampliar el alcance y que otras instituciones se sumen a la iniciativa.
“El dato duro te permite mejorar prácticas, detectar situaciones y sobre todo para los adultos aprender a adquirir herramientas con otros profesionales. Hoy trabajamos con adultos, científicos, pero también con jóvenes, con sus familias y en esos diálogos y difundir información te permite encontrar soluciones y compartir prácticas que tengan que ver con el bien común”, describió Álvarez Klar.
Según contó a este medio, decidieron hacer la investigación porque al indagar luego de la pandemia detectaron que el uso excesivo de la tecnología elevaba los síntomas que permiten determinar la afectación emocional en adolescentes como trastornos de sueño y depresión.
Implementaron la “semana de bienestar” en la que buscan encontrar formas que ayuden a estar mejor como mindfulness o aplicaciones que enseñan a meditar. Pero además, hablan con otros jóvenes. “Cuando traés un especialista en grooming o bullying tiene alguna relevancia pero a la par tiene que haber un testimonio”, precisó.
En ese sentido, remarcó: “Hay que hablar más desde la responsabilidad y no desde el miedo”. Y sumó: “Creemos mucho en la prevención que no es evitar que las cosas pasen. No tiene que ver con el no, sino con saber qué hacer. No naturalizar, por ejemplo, que alguien esté triste. Es por eso que buscamos instalar esas conversaciones desde la escuela para pensar cuando estoy mal, qué puedo hacer”.
Catelli utilizó dos metáforas para describir el rol de los padres. “El adulto debe ser una buena estación de servicio. Tiene buena accesibilidad y en cuanto requiere algo, puede desviarse y acercarse a buscar auxilio. Los padres, las madres, las familias, deben ser en ese sentido quienes estén disponibles y con buenos indicadores que también puedan señalizar los peligros y los riesgos a los que los niños y las niñas están expuestas como por ejemplo al tener acceso a un dispositivo y al mundo de las redes”, describió.
Y siguió: “A veces aun teniendo una buena estación de servicio no hay posibilidades de que niños y niñas se acerquen y ahí tiene que estar el adulto atento para ir a ver cuando tiene que ir a buscarlo, cuando tiene que acercarse para intervenir activamente”.
“Creo que es fundamental pensar la cuestión de la anhedonia desde la falta de sentido, como aquella dificultad de encontrarle un sentido a las cosas, como si nada valiera la pena. La adolescencia, estructuralmente, es un momento de duelos y también de búsqueda de nuevos sentidos y ese camino requiere acompañamiento”, describió Natalia Ledesma, magíster en Psicoanálisis especializada en educación.
“Es absolutamente normal en los adolescentes que se produzcan ciertos estados como de intenso narcisismo y conexión solamente consigo mismo, pero cuando esto empieza a provocar una particular dificultad en relación con lo que tiene que ver con la escuela, el vínculo con los amigos, el lazo social y con fenómenos adictivos de tipos electrónicos o plataformas en donde el adolescente ya no es demasiado libre de poder elegir o regular, ahí hay que encender las alarmas”, describió Jorge E. Catelli, psicoanalista miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
“Pueden plantearse el exceso de tecnología y el uso de las redes como causa de la anhedonia, y esto luego lleva a alteraciones del ciclo del sueño, falta de apetito, inhibiciones, falta de concentración, abulia. Pero también se puede pensar que los duelos que transita el adolescente pueden dar un tono melancólico, apático y esta disposición emocional lo lleva a las redes. Es un circulo vicioso”, analizó Ledesma, también profesora de enseñanza media y superior en Psicología en la Universidad de Buenos Aires.
Y sumó: “No se trata de demonizar las redes ya que existen distintas maneras de relacionarse con ellas, pero el exceso de imagen, la ausencia de la dimensión corporal y el uso codificado de la palabra requieren una apropiación singular, la construcción de sentidos para no quedar mudos. El mundo interior adolescente es turbulento y puede ser muy angustiante, en ese sentido las redes pueden ser una anestesia frente a tanta conmoción. Una manera de estar sin estar”.
Estudio
Un estudio de la Red Educativa Itinere buscó explorar el impacto de las redes sociales en el bienestar emocional y detectó que a mayor consumo de redes sociales más propensión a la anhedonia. El 51,26% de los estudiantes encuestados mostraron un score de anhedonia por encima de otros estudios similares en otros países.
Es importante aclarar que la investigación, que dirigió el fundador de la Red, Darío Alvarez Klar, fue realizada en un universo de dos colegios de zona norte de Buenos Aires, es por esto que instan a ampliar el alcance y que otras instituciones se sumen a la iniciativa.
“El dato duro te permite mejorar prácticas, detectar situaciones y sobre todo para los adultos aprender a adquirir herramientas con otros profesionales. Hoy trabajamos con adultos, científicos, pero también con jóvenes, con sus familias y en esos diálogos y difundir información te permite encontrar soluciones y compartir prácticas que tengan que ver con el bien común”, describió Álvarez Klar.
Según contó a este medio, decidieron hacer la investigación porque al indagar luego de la pandemia detectaron que el uso excesivo de la tecnología elevaba los síntomas que permiten determinar la afectación emocional en adolescentes como trastornos de sueño y depresión.
Implementaron la “semana de bienestar” en la que buscan encontrar formas que ayuden a estar mejor como mindfulness o aplicaciones que enseñan a meditar. Pero además, hablan con otros jóvenes. “Cuando traés un especialista en grooming o bullying tiene alguna relevancia pero a la par tiene que haber un testimonio”, precisó.
En ese sentido, remarcó: “Hay que hablar más desde la responsabilidad y no desde el miedo”. Y sumó: “Creemos mucho en la prevención que no es evitar que las cosas pasen. No tiene que ver con el no, sino con saber qué hacer. No naturalizar, por ejemplo, que alguien esté triste. Es por eso que buscamos instalar esas conversaciones desde la escuela para pensar cuando estoy mal, qué puedo hacer”.
Catelli utilizó dos metáforas para describir el rol de los padres. “El adulto debe ser una buena estación de servicio. Tiene buena accesibilidad y en cuanto requiere algo, puede desviarse y acercarse a buscar auxilio. Los padres, las madres, las familias, deben ser en ese sentido quienes estén disponibles y con buenos indicadores que también puedan señalizar los peligros y los riesgos a los que los niños y las niñas están expuestas como por ejemplo al tener acceso a un dispositivo y al mundo de las redes”, describió.
Y siguió: “A veces aun teniendo una buena estación de servicio no hay posibilidades de que niños y niñas se acerquen y ahí tiene que estar el adulto atento para ir a ver cuando tiene que ir a buscarlo, cuando tiene que acercarse para intervenir activamente”.