Sorprende a los médicos la magnitud de un daño que es previo a la diabetes tipo 2
Viernes 16 de
Junio 2023
Surgió en el reciente Congreso Nacional de Cardiología. En 4 de cada 10 casos ya había daño cardíaco y advierten que el gran desafío es combatir la obesidad.
Uno de cada diez argentinos mayores de 18 años sufre diabetes. Pero hay algo que complica más el cuadro y que sorprende a los médicos por su magnitud: el 40 por ciento de los pacientes presentan daño cardíaco previo al desarrollo de la diabetes tipo 2.
El dato quedó en evidencia en el reciente Congreso Nacional de Cardiología realizado en Mendoza por la Federación Argentina de Cardiología. El foco allí estuvo puesto no sólo en el obvio esmerilado de la salud individual que esto representa, sino también en la dimensión de un costo sanitario que la falta de prevención multiplica escandalosamente.
Uno de los expertos que participó de ese encuentro es Gustavo Alcalá, cardiólogo del Centro Integral de Medicina de Alta Complejidad de San Juan, que explicó cómo fue la génesis de esa medición y abundó en detalles cuyos caminos conducen a la madre de todas las batallas: la obesidad.
“Argentina participó de un registro internacional, inmediatamente antes de la pandemia, de pacientes con diabetes, ambulatorios, para evaluar si tenían la enfermedad cardiovascular diagnosticada, y cuatro de cada diez ya la tenían desde antes. Eso fue una sorpresa, todos esperábamos menos”, cuenta Alcalá.
El cardiólogo dice algo que también se vio reflejado en una nota reciente de Clarín, basada en una encuesta a pacientes diabéticos que indicaba cuáles eran sus principales preocupaciones. Alcalá corrobora: “El diabético siempre piensa en sus retinas, en sus pies, cuánto tiene de azúcar en sangre hoy, y el 80 por ciento de las complicaciones y de los gastos en diabetes son por enfermedad cardiovascular”.
“En muchos casos esto empezó con la obesidad, cuando la diabetes aún no se había detectado. Entonces se requiere de un cambio radical de estrategia: el problema del diabético no es el azúcar. El problema es que no puede bajar de peso. El 90 por ciento de los diabéticos es obeso”, agrega el experto.
Dentro de este panorama es clave cómo se orienta la inversión y el gasto en salud. Básicamente, si ésta se perfila a habilitar un modo más eficiente de evitar el desarrollo de enfermedades prevenibles, o reproduce el paradigma que permite que la epidemia avance hasta que no queda más remedio que atajar a las víctimas en los hospitales.
“Santiago de Chile ha hecho un cálculo de cuánto les cuesta un diabético sin ninguna complicación: 7 millones de pesos chilenos (8.400 dólares); si tiene problemas de circulación en los pies ya le cuesta 9 millones; si padece un ACV, 16 millones; con un infarto de miocardio, 17 millones;si tiene insuficiencia cardíaca, 25 millones; y si entra en diálisis, 60 millones”.
Es decir, a medida que avanza la enfermedad los costos para el sistema de salud se pueden multiplicar hasta casi 9 veces. “Este inconveniente de la complicación cardiovascular -en general obstrucciones arteriales- está convirtiéndose en una bomba de tiempo económica. Chile diagnóstica 97 mil nuevos diabéticos cada año, y si no cambia nada en el tratamiento y no previenen, les van a costar 836 millones de dólares cada grupo de nuevos diagnosticados por año”.
Alcalá menciona a Chile porque es el primer país latinoamericano que hizo un estudio de estas características, pero sería aplicable a cualquier país. “El llamado de atención dejó huellas en el congreso, porque la diabetes es un problema económico y arterial, y nosotros estamos mirando la glucemia y culpando a los diabéticos”.
¿Qué porcentaje de lo que pesa un diabético se debe a los genes, o sea, a su padre y a su madre? “El 75 por ciento. Quiere decir que la obesidad no es una elección. Nosotros le decimos a alguien 'salga a caminar, coma zanahoria, brócoli, y venga dentro de 6 meses'. Cuando vuelven miden 20 centímetros más. Si tenés peso normal, sólo el 40% de lo que pesás es genético, pero en la obesidad es distinto”, explica el cardiólogo.
Según Alcalá, “Argentina tiene la oportunidad de aprender de Chile. Si buscás la enfermedad cardiovascular en la previa entonces el panorama económico sería mucho mejor. Nuestro país podría bajar por año 1.700 millones de pesos tratando mejor a los diabéticos, poniendo el énfasis en el peso, en la arterias y no tanto en el azúcar y el pan”.
¿Cómo empezar entonces a cambiar el foco? “La dieta y el ejercicio ayudan, pero tienen que venir los medicamentos modernos a dar una mano, porque con buenas intenciones esto no se arregla. Hay países desarrollados que nos están mostrando los resultados de detectar los pacientes de alto riesgo de infarto y darles medicamentos prioritarios. Un ejemplo muy interesante en Nueva Zelanda. Han hecho un plan para darles medicamentos al 16 por ciento de los diabéticos más graves y calculan que van a ahorrar millones de dólares”, señala el médico sanjuanino.
- ¿Qué se puede hacer desde el trabajo clínico para no esperar a que el daño cardíaco avance?
- Si tenés hígado graso, o una arteria de tu cuello empezó a obstruirse con colesterol, te da la pauta de que se viene la enfermedad grave. Y lo otro es la balanza y el centímetro. Lo que están proponiendo los expertos es: encaremos la obesidad, que es el requisito para la diabetes, propongamos remedios modernos para ayudar a la gente a bajar de peso. Hay que hacer un tratamiento personalizado, y salir a buscar el daño en las arterias antes de que aparezcan los síntomas, porque hay remedios muy útiles, que se toleran muy bien, algunos que llevan varias décadas y otros modernos. Tanto Argentina como Chile los están subutilizando.
- ¿Hay una tendencia a ir más por la solución natural?
- La gente confía mucho en lo natural, quiere resolver esto en una herboristería y haciendo running o comprándose unas zapatillas que los lleven caminando a varios lugares. Pero hay un grupo de obesos y diabéticos que no tienen tiempo, les va a llegar la obstrucción arterial antes, el argentino no confía en lo productos farmacéuticos, no los usa a diario y no ajusta el tratamiento en base a los resultados. Tenemos que generar un discurso distinto. Hay un grupo grande de varones entre 40 y 60 años que están fuera de todos los programas de prevención públicos y privados.
- ¿Por qué varones?
- Estamos poniendo mucho el énfasis en la salud ginecológica y nos estamos olvidando de lo que es la prevención cardiovascular. Las mujeres también tienen infarto de miocardio, insuficiencia cardíaca y ACV, pero lo tienen 15 años después. Entonces hay que cambiar el foco y tratar rápidamente el riesgo cardiovascular apenas tengo los kilos que superan lo normal. Muy pocos argentinos tienen el peso ideal, el peso saludable. Pero la obesidad es la cenicienta de la cardiología y me animo a decir de la medicina en la Argentina.
- ¿Y los chicos?
- La tendencia siempre es decir -ocurrió en el congreso en Mendoza- que tenemos que ir por los niños, que ellos son la prioridad, que tenemos que enseñarles una dieta saludable. Pero si hacemos eso, los resultados se van a ver entre 35 y 50 años más tarde. Tenemos que hacer al mismo tiempo la educación de los niños, pero hay que proponerles alternativas de alimentación y de actividad física a los adultos.
- ¿A partir de qué edad una persona debería tener un control médico para ver si tiene que medicarse y prevenir en el daño cardíaco?
- La prioridad, son los varones de más de 45 y las mujeres de más de 55 años. Con algunos kilos de más de lo que deberían, tendrían que tener un control de su corazón y arterias. Si combatimos la obesidad vamos a ganar en salud, en calidad de vida, y vamos a mejorar la balanza de pago, porque si bien un argentino inventó el bypass, y otro platense que estudió en la misma facultad que René Gerónimo inventó el stent, Julio Palmaz, os dos productos los importamos, los insumos necesarios para la cirugía de bypass y los stents los pagamos en dólares. O hacemos un cambio, o nuestra salud va a generar la postergación eterna del desarrollo económico.
El dato quedó en evidencia en el reciente Congreso Nacional de Cardiología realizado en Mendoza por la Federación Argentina de Cardiología. El foco allí estuvo puesto no sólo en el obvio esmerilado de la salud individual que esto representa, sino también en la dimensión de un costo sanitario que la falta de prevención multiplica escandalosamente.
Uno de los expertos que participó de ese encuentro es Gustavo Alcalá, cardiólogo del Centro Integral de Medicina de Alta Complejidad de San Juan, que explicó cómo fue la génesis de esa medición y abundó en detalles cuyos caminos conducen a la madre de todas las batallas: la obesidad.
“Argentina participó de un registro internacional, inmediatamente antes de la pandemia, de pacientes con diabetes, ambulatorios, para evaluar si tenían la enfermedad cardiovascular diagnosticada, y cuatro de cada diez ya la tenían desde antes. Eso fue una sorpresa, todos esperábamos menos”, cuenta Alcalá.
El cardiólogo dice algo que también se vio reflejado en una nota reciente de Clarín, basada en una encuesta a pacientes diabéticos que indicaba cuáles eran sus principales preocupaciones. Alcalá corrobora: “El diabético siempre piensa en sus retinas, en sus pies, cuánto tiene de azúcar en sangre hoy, y el 80 por ciento de las complicaciones y de los gastos en diabetes son por enfermedad cardiovascular”.
“En muchos casos esto empezó con la obesidad, cuando la diabetes aún no se había detectado. Entonces se requiere de un cambio radical de estrategia: el problema del diabético no es el azúcar. El problema es que no puede bajar de peso. El 90 por ciento de los diabéticos es obeso”, agrega el experto.
Dentro de este panorama es clave cómo se orienta la inversión y el gasto en salud. Básicamente, si ésta se perfila a habilitar un modo más eficiente de evitar el desarrollo de enfermedades prevenibles, o reproduce el paradigma que permite que la epidemia avance hasta que no queda más remedio que atajar a las víctimas en los hospitales.
“Santiago de Chile ha hecho un cálculo de cuánto les cuesta un diabético sin ninguna complicación: 7 millones de pesos chilenos (8.400 dólares); si tiene problemas de circulación en los pies ya le cuesta 9 millones; si padece un ACV, 16 millones; con un infarto de miocardio, 17 millones;si tiene insuficiencia cardíaca, 25 millones; y si entra en diálisis, 60 millones”.
Es decir, a medida que avanza la enfermedad los costos para el sistema de salud se pueden multiplicar hasta casi 9 veces. “Este inconveniente de la complicación cardiovascular -en general obstrucciones arteriales- está convirtiéndose en una bomba de tiempo económica. Chile diagnóstica 97 mil nuevos diabéticos cada año, y si no cambia nada en el tratamiento y no previenen, les van a costar 836 millones de dólares cada grupo de nuevos diagnosticados por año”.
Alcalá menciona a Chile porque es el primer país latinoamericano que hizo un estudio de estas características, pero sería aplicable a cualquier país. “El llamado de atención dejó huellas en el congreso, porque la diabetes es un problema económico y arterial, y nosotros estamos mirando la glucemia y culpando a los diabéticos”.
¿Qué porcentaje de lo que pesa un diabético se debe a los genes, o sea, a su padre y a su madre? “El 75 por ciento. Quiere decir que la obesidad no es una elección. Nosotros le decimos a alguien 'salga a caminar, coma zanahoria, brócoli, y venga dentro de 6 meses'. Cuando vuelven miden 20 centímetros más. Si tenés peso normal, sólo el 40% de lo que pesás es genético, pero en la obesidad es distinto”, explica el cardiólogo.
Según Alcalá, “Argentina tiene la oportunidad de aprender de Chile. Si buscás la enfermedad cardiovascular en la previa entonces el panorama económico sería mucho mejor. Nuestro país podría bajar por año 1.700 millones de pesos tratando mejor a los diabéticos, poniendo el énfasis en el peso, en la arterias y no tanto en el azúcar y el pan”.
¿Cómo empezar entonces a cambiar el foco? “La dieta y el ejercicio ayudan, pero tienen que venir los medicamentos modernos a dar una mano, porque con buenas intenciones esto no se arregla. Hay países desarrollados que nos están mostrando los resultados de detectar los pacientes de alto riesgo de infarto y darles medicamentos prioritarios. Un ejemplo muy interesante en Nueva Zelanda. Han hecho un plan para darles medicamentos al 16 por ciento de los diabéticos más graves y calculan que van a ahorrar millones de dólares”, señala el médico sanjuanino.
- ¿Qué se puede hacer desde el trabajo clínico para no esperar a que el daño cardíaco avance?
- Si tenés hígado graso, o una arteria de tu cuello empezó a obstruirse con colesterol, te da la pauta de que se viene la enfermedad grave. Y lo otro es la balanza y el centímetro. Lo que están proponiendo los expertos es: encaremos la obesidad, que es el requisito para la diabetes, propongamos remedios modernos para ayudar a la gente a bajar de peso. Hay que hacer un tratamiento personalizado, y salir a buscar el daño en las arterias antes de que aparezcan los síntomas, porque hay remedios muy útiles, que se toleran muy bien, algunos que llevan varias décadas y otros modernos. Tanto Argentina como Chile los están subutilizando.
- ¿Hay una tendencia a ir más por la solución natural?
- La gente confía mucho en lo natural, quiere resolver esto en una herboristería y haciendo running o comprándose unas zapatillas que los lleven caminando a varios lugares. Pero hay un grupo de obesos y diabéticos que no tienen tiempo, les va a llegar la obstrucción arterial antes, el argentino no confía en lo productos farmacéuticos, no los usa a diario y no ajusta el tratamiento en base a los resultados. Tenemos que generar un discurso distinto. Hay un grupo grande de varones entre 40 y 60 años que están fuera de todos los programas de prevención públicos y privados.
- ¿Por qué varones?
- Estamos poniendo mucho el énfasis en la salud ginecológica y nos estamos olvidando de lo que es la prevención cardiovascular. Las mujeres también tienen infarto de miocardio, insuficiencia cardíaca y ACV, pero lo tienen 15 años después. Entonces hay que cambiar el foco y tratar rápidamente el riesgo cardiovascular apenas tengo los kilos que superan lo normal. Muy pocos argentinos tienen el peso ideal, el peso saludable. Pero la obesidad es la cenicienta de la cardiología y me animo a decir de la medicina en la Argentina.
- ¿Y los chicos?
- La tendencia siempre es decir -ocurrió en el congreso en Mendoza- que tenemos que ir por los niños, que ellos son la prioridad, que tenemos que enseñarles una dieta saludable. Pero si hacemos eso, los resultados se van a ver entre 35 y 50 años más tarde. Tenemos que hacer al mismo tiempo la educación de los niños, pero hay que proponerles alternativas de alimentación y de actividad física a los adultos.
- ¿A partir de qué edad una persona debería tener un control médico para ver si tiene que medicarse y prevenir en el daño cardíaco?
- La prioridad, son los varones de más de 45 y las mujeres de más de 55 años. Con algunos kilos de más de lo que deberían, tendrían que tener un control de su corazón y arterias. Si combatimos la obesidad vamos a ganar en salud, en calidad de vida, y vamos a mejorar la balanza de pago, porque si bien un argentino inventó el bypass, y otro platense que estudió en la misma facultad que René Gerónimo inventó el stent, Julio Palmaz, os dos productos los importamos, los insumos necesarios para la cirugía de bypass y los stents los pagamos en dólares. O hacemos un cambio, o nuestra salud va a generar la postergación eterna del desarrollo económico.
Con información de
Clarín