“Hay que pensar la ansiedad y la angustia como una brújula, al detectarlas dirán muchas cosas de nosotros mismos”
Por:
Milagros Hadad
Miércoles 07 de
Junio 2023
La psicoanalista Daniela Furst explicó a Infobae cómo darse cuenta si se necesita buscar tratamiento ante estas dos problemáticas de salud mental. Por qué el “miedo a perderse de algo” no es solo cosa de chicos. La importancia de un espacio analítico
Ansiedad y angustia. Dos términos cada vez más recurrentes en el mundo de hoy, si de salud mental se trata. Es una cuestión que -además- toca de cerca a muchas personas que a veces no saben bien cómo enfrentar determinadas situaciones. De hecho, conocerlas más en profundidad podría ser un punto de inflexión en la realidad de cada uno.
“Dignificar la angustia y la ansiedad y pensar que pueden ser como una brújula, que seguramente va a decir un montón acerca de uno mismo. Entonces creo que lejos de negarla, hay que transformarla en pregunta”, resume en diálogo con Infobae la psicoanalista Daniela Furst (MN 22726).
La realidad es que estos dos conceptos a veces pueden confundirse. “Cuando hablamos de ansiedad, tenemos que pensar en una emoción que está sostenida en un mecanismo de defensa y adaptación. Todos en algún momento sufrimos de ansiedad, cuando tenemos que enfrentar una situación nueva, diferente y tiene un correlato físico”, indica la experta, quien tiene un posgrado en Psicosomática psicoanalítica (UBA) y Pensamiento sistémico, una maestría en programación neurolinguística, y es especialista en adicciones y adolescentes.
“Si esta situación no es amenazante, tal vez sentimos un poquito de mariposas en la panza, transpiramos un poco. Cuando es desproporcionada, sí hay ciertos síntomas físicos bien concretos, tiene que ver con un aspecto —desde el pensamiento cognitivo— dónde, cuando la persona está ansiosa, lo que hace es todo el tiempo anticipar una situación, con lo cual uno se desconecta del presente. ‘¿Qué es lo que va a pasar?, ¿cómo me va a ir?, ¿qué van a pensar los otros?’. Entonces se da como esa ruedita del hámster que no para de girar y que produce mucho malestar cuando está exacerbada”, agrega Furst.
A la hora de pensar la angustia, a la experta le gusta definirla como un “afecto que atraviesa el cuerpo”. “Sigmund Freud, al principio, había definido muy bien la angustia en relación a tres áreas de nuestra vida. Hablaba acerca de una angustia más realista, que es cuando hay una situación concreta que uno tiene miedo, se anticipa, produce malestar, te prepara para defenderte”, suma la especialista.
Y agrega: “Una angustia más neurótica que está asociada al pensamiento a las pulsiones a lo que uno siente que puede hacer o que no puede hacer, en donde uno se siente constreñido. Por ejemplo, ¿qué es lo que el otro va a pensar de mí?, ¿quién soy yo para el otro? Y una angustia más moral que tiene que ver con un concepto que se llama superyo que es como ese Gran Hermano interno que nos está mirando todo el tiempo y juzgando y que sería esa angustia de pensar ‘hice bien, hice mal’. Tiene más que ver con el deber ser”.
—De las tres angustias que nombrás, ¿hay una que atraviesa más a tus pacientes o a las personas con las que hablás, que hoy en día está más presente en nosotros?
Daniela Furst: —Creo que la angustia neurótica es la vedette de esta era, donde estamos en el tema de los impulsos, de la premura, esta cuestión que podríamos pensar, como habla (Zygmunt) Bauman, sobre la sociedad líquida en la que todo es rápido, todo es fugaz, cuando vos te preparaste para algo, ya surgió una cosa nueva. Entonces, hay una cuestión cultural que nos atraviesa, que es parte de la época, —y esto se manifiesta claramente en el consultorio— donde, por ejemplo, jóvenes que van a buscar trabajo, dicen que sí y están pensando que tal vez se están perdiendo otra cosa. Esta cuestión de la dificultad para perder que también tiene que ver con la angustia, porque siempre perdemos. Esta intolerancia a la frustración y a la pérdida también está muy marcada ahora.
—¿De dónde viene esa intolerancia a la frustración?
—Si lo pensamos bien en términos psicoanalíticos, podemos pensar que esto es un fenómeno que se genera en los primeros años de la vida, cuando hay algo que se llama “la caída de la Ley paterna”, cuando los límites están más desdibujados. Y cuando los límites están desdibujados, la angustia y la ansiedad se exacerba “¿qué está bien?, ¿qué está mal?”. Hay como cierta cuestión que tiene que ver con la educación y que tiene que ver con la época también.
—¿Cómo se identifica la ansiedad y la angustia en el cuerpo? ¿Cómo uno se da cuenta cuando está sufriendo de una o de la otra?
—Acá hay una distinción que es mínima porque son muy parecidas. Los síntomas, si yo tuviera que generalizar, diría: cuando hay angustia y ansiedad hay palpitaciones, hay sensación de ahogo, hay problemas gastrointestinales, hay síntomas en relación al sueño, insomnio, trastornos alimenticios. Muchas veces la angustia es más difusa, con estos síntomas también, pero suele estar también muy implicada la zona de la garganta, la zona del pecho, el plexo solar. Aparte, creo que también, va de la mano con otra cuestión que es la dificultad para poner en palabras lo que uno siente y lo que te pasa.
Cuando uno está ansioso dice “estoy ansioso por el examen de mañana, estoy ansioso porque tengo esta cita amorosa y no sé qué hacer”. Cuando uno está angustiado muchas veces es difícil identificar qué es lo que lo angustia, cuáles son esos conflictos inconscientes que nos atraviesan por los cuales nos sentimos como nos sentimos. Pero muchas veces los cuadros son mixtos y uno está ansioso y angustiado al mismo tiempo.
—¿Se puede vivir en un estado de ansiedad o de angustia permanente o pasa por momentos? ¿Cuánto tiempo uno puede tolerar vivir en ese estado?
—Lamentablemente hay gente que vive toda la vida con ansiedad y con angustia, porque no consulta, porque no hace nada. Hay un trastorno que se llama trastorno de ansiedad generalizada en el cual la angustia, y sobre todo la ansiedad, está permanentemente y se inicia desde que uno se levanta. La persona se levanta intranquila, molesta, mal con el cuerpo, preocupada, cualquier situación nimia la convierten en un problema y vive así. Entonces, de repente una madre tiene que ir a buscar a sus hijos al colegio, y ya está preocupada por si va a haber tránsito, y sino está preocupada porque se tiene que encontrar con una amiga, y está preocupada porque tal vez la amiga no va, todo el tiempo en la cabeza está la anticipación de lo malo, de lo catastrófico. Si no se consultas puedes vivir toda la vida así.
—¿Cómo uno se da cuenta si esta dentro de los parámetros que son normales de ansiedad o si realmente tiene que ir a buscar una solución o un tratamiento?
—Si vos estás realmente ansioso y angustiado no lo podés negar. Es decir, sí o sí, algo tenés que hacer. Acá se desprenden varias cosas. Están quienes al sentir este malestar, esta afección en el cuerpo, pueden hacer una consulta a algún especialista y hay otras personas que recurren a lo que se llaman compulsiones. La ansiedad y las compulsiones siempre van de la mano. Entonces, yo lo llamo intento fallidos para resolver el problema de la ansiedad.
Por ejemplo, comer de más, beber de más, fumar, hacer deporte demás, o sea, va de la mano de los excesos. La persona tiene la creencia irracional que de, de esa manera, va a manejar y resolver el tema de la ansiedad. Lo que pasa es que termina exacerbándola.
—Tomar un hábito más saludable, como por ejemplo meditar, respirar o hacer gimnasia, ¿eso también es apaciguar la ansiedad, pero al final no resuelve la raíz o puede llevar a una transformación?
—Creo que hay un montón de herramientas que podemos usar para apaciguarla, la meditación, la respiración, el ejercicio físico, pero a mí me parece que lo interesante es poder abordar las causas: cuáles son los determinantes intrapsíquicos que generan esta situación, porque si no es pan para hoy y hambre para mañana.
Cada persona tiene su singularidad y lo que a una persona le generan ansiedad no necesariamente le va a generar a otra. Por otro lado, también es interesante pensar en relación a esto que hay situaciones traumáticas infantiles que quedan relegadas en la conciencia que uno no tiene ni noción del impacto que esto tiene en la vida actual. Muchas veces en el espacio analítico, cuando vienen para una persona tal vez con mucha angustia, sin palabras, sin poder entender con qué tiene que ver, cuando uno empieza a subjetivar, a poner palabras, a ir para atrás, a investigar, a descifrar, aparecen desencadenantes que uno no se imaginaba.
Entonces está buenísimo todo lo que uno pueda tener a mano para poder apaciguar la angustia, pero me parece que es interesante reconocer e investigar en las causas.
—¿Cuál es la mayor diferencia entre el estrés y ansiedad?
—El estrés me parece que es fácil de definir, es la relación entre mi resistencia y las cargas, por ejemplo. Me pongo una mochila y la cargo con 30 kilos, pero es más de lo que yo puedo llevar, es algo bien concreto. O por ejemplo, estoy en un trabajo en el que estoy 6 horas o 9 horas y me dan a hacer un informe que me lleva 12 horas prepararlo, eso a mí me va a estresar, lo que me están dando es mayor a la posibilidad que yo tengo para poder resolverlo.
La ansiedad tiene esta cuestión bien fantasmática, en el sentido de cosas que yo construyo que no existen. La mayoría de los problemas que yo me imagino no se van a dar. Muchas de las cosas que me imagino son mucho más pequeñas de lo que yo creo que son. Entonces, es cierto que si yo estoy expuesta mucho tiempo a situaciones estresoras, puedo generar mucha ansiedad.
—Hay un concepto ahora que es muy popular, por lo menos entre los jóvenes, que es FOMO (Fear missing Out), el miedo a perderse de cosas. Esto está muy relacionado con la ansiedad de todo el tiempo querer pertenecer a todo o poder estar en todos lados a la vez. ¿Hay algo que está pasando de esto?
—No algo, mucho. Este fenómeno lo escucho permanentemente en el consultorio, pero tengo que aclarar que no sólo en los jóvenes. No es que el FOMO, esta cosa de fear missing out (miedo a perderse de algo) lo sienten los chicos que están viendo el celular, que ven que hay otros que están en una fiesta y que ellos se perdieron. Los adultos también lo sienten, con cumpleaños o con conferencias. “Ah, no me dijeron que tenía que ir” o “me la perdí”.
Cuando la especialista piensa en FOMO se le ocurre lo que decía su abuela: “Todo no se puede”. Furst dice que importante poder aprender a convivir con la falta, con la ausencia, con que no todo es posible, esto también es muy saludable. “Si yo estoy cenando con un grupo de amigos no puede estar al mismo tiempo en el boliche con ese otro grupo. Entonces también tiene que ver con la posibilidad de elegir, si yo no conecto con mi posibilidad de elegir me voy a sentir mal todo el tiempo, porque todo el tiempo voy a sentir que me perdí algo. Es así cuando elegimos, algo ganamos y otra cosa perdemos. Pero si yo no tengo esto trabajado en mí, voy a tener ansiedad todo el tiempo. Entonces sí, esto es parte hoy de una situación que la vemos todo el tiempo”, explica.
Y sigue: “Vos decías esto del FOMO y yo también lo asocio con los likes. A veces estoy atendiendo y veo algún paciente mirando a su celular. ‘Ay, estás esperando un llamado importante, le digo, y tal vez en algún momento dice no, porque publiqué algo y quería ver si tal persona me había puesto like’. Y yo me doy cuenta si esa persona le puso like, por la cara de felicidad que tiene. Entonces el impacto de las redes sociales en la ansiedad y en el estado de ánimo es muy fuerte.
—¿Hay algún tip que puedas dar para cuando la ansiedad se vuelve demasiado para manejar y que sirva para calmarla?
—Primero voy a ir a lo más fácil, que es que si uno siente cierto malestar que no podés controlar, que te perturba la calidad de vida, me parece fundamental poder hacer una consulta con un especialista. Y por otro lado, que nos animemos a salir de la premura del toco un botón y ‘listo, preparado, ya’ y todo terminó. Dignificar la angustia y la ansiedad y pensar que pueden ser como una brújula, que si yo me detengo y empiezo a ver con qué tiene que ver y empiezo a decodificar eso, seguramente va a decir un montón acerca de uno mismo. Entonces, creo que lejos de negarla, de sacártela de encima, hay que transformarla en pregunta: ¿por qué me pasa lo que me pasa y qué puedo hacer con esto?
Daniela Furst es Psicoanalista, con posgrado en Psicosomática psicoanalítica (UBA) y Pensamiento sistémico, maestría en programación neurolinguística. Especialista en adicciones y adolescentes
“Dignificar la angustia y la ansiedad y pensar que pueden ser como una brújula, que seguramente va a decir un montón acerca de uno mismo. Entonces creo que lejos de negarla, hay que transformarla en pregunta”, resume en diálogo con Infobae la psicoanalista Daniela Furst (MN 22726).
La realidad es que estos dos conceptos a veces pueden confundirse. “Cuando hablamos de ansiedad, tenemos que pensar en una emoción que está sostenida en un mecanismo de defensa y adaptación. Todos en algún momento sufrimos de ansiedad, cuando tenemos que enfrentar una situación nueva, diferente y tiene un correlato físico”, indica la experta, quien tiene un posgrado en Psicosomática psicoanalítica (UBA) y Pensamiento sistémico, una maestría en programación neurolinguística, y es especialista en adicciones y adolescentes.
“Si esta situación no es amenazante, tal vez sentimos un poquito de mariposas en la panza, transpiramos un poco. Cuando es desproporcionada, sí hay ciertos síntomas físicos bien concretos, tiene que ver con un aspecto —desde el pensamiento cognitivo— dónde, cuando la persona está ansiosa, lo que hace es todo el tiempo anticipar una situación, con lo cual uno se desconecta del presente. ‘¿Qué es lo que va a pasar?, ¿cómo me va a ir?, ¿qué van a pensar los otros?’. Entonces se da como esa ruedita del hámster que no para de girar y que produce mucho malestar cuando está exacerbada”, agrega Furst.
A la hora de pensar la angustia, a la experta le gusta definirla como un “afecto que atraviesa el cuerpo”. “Sigmund Freud, al principio, había definido muy bien la angustia en relación a tres áreas de nuestra vida. Hablaba acerca de una angustia más realista, que es cuando hay una situación concreta que uno tiene miedo, se anticipa, produce malestar, te prepara para defenderte”, suma la especialista.
Y agrega: “Una angustia más neurótica que está asociada al pensamiento a las pulsiones a lo que uno siente que puede hacer o que no puede hacer, en donde uno se siente constreñido. Por ejemplo, ¿qué es lo que el otro va a pensar de mí?, ¿quién soy yo para el otro? Y una angustia más moral que tiene que ver con un concepto que se llama superyo que es como ese Gran Hermano interno que nos está mirando todo el tiempo y juzgando y que sería esa angustia de pensar ‘hice bien, hice mal’. Tiene más que ver con el deber ser”.
—De las tres angustias que nombrás, ¿hay una que atraviesa más a tus pacientes o a las personas con las que hablás, que hoy en día está más presente en nosotros?
Daniela Furst: —Creo que la angustia neurótica es la vedette de esta era, donde estamos en el tema de los impulsos, de la premura, esta cuestión que podríamos pensar, como habla (Zygmunt) Bauman, sobre la sociedad líquida en la que todo es rápido, todo es fugaz, cuando vos te preparaste para algo, ya surgió una cosa nueva. Entonces, hay una cuestión cultural que nos atraviesa, que es parte de la época, —y esto se manifiesta claramente en el consultorio— donde, por ejemplo, jóvenes que van a buscar trabajo, dicen que sí y están pensando que tal vez se están perdiendo otra cosa. Esta cuestión de la dificultad para perder que también tiene que ver con la angustia, porque siempre perdemos. Esta intolerancia a la frustración y a la pérdida también está muy marcada ahora.
—¿De dónde viene esa intolerancia a la frustración?
—Si lo pensamos bien en términos psicoanalíticos, podemos pensar que esto es un fenómeno que se genera en los primeros años de la vida, cuando hay algo que se llama “la caída de la Ley paterna”, cuando los límites están más desdibujados. Y cuando los límites están desdibujados, la angustia y la ansiedad se exacerba “¿qué está bien?, ¿qué está mal?”. Hay como cierta cuestión que tiene que ver con la educación y que tiene que ver con la época también.
—¿Cómo se identifica la ansiedad y la angustia en el cuerpo? ¿Cómo uno se da cuenta cuando está sufriendo de una o de la otra?
—Acá hay una distinción que es mínima porque son muy parecidas. Los síntomas, si yo tuviera que generalizar, diría: cuando hay angustia y ansiedad hay palpitaciones, hay sensación de ahogo, hay problemas gastrointestinales, hay síntomas en relación al sueño, insomnio, trastornos alimenticios. Muchas veces la angustia es más difusa, con estos síntomas también, pero suele estar también muy implicada la zona de la garganta, la zona del pecho, el plexo solar. Aparte, creo que también, va de la mano con otra cuestión que es la dificultad para poner en palabras lo que uno siente y lo que te pasa.
Cuando uno está ansioso dice “estoy ansioso por el examen de mañana, estoy ansioso porque tengo esta cita amorosa y no sé qué hacer”. Cuando uno está angustiado muchas veces es difícil identificar qué es lo que lo angustia, cuáles son esos conflictos inconscientes que nos atraviesan por los cuales nos sentimos como nos sentimos. Pero muchas veces los cuadros son mixtos y uno está ansioso y angustiado al mismo tiempo.
—¿Se puede vivir en un estado de ansiedad o de angustia permanente o pasa por momentos? ¿Cuánto tiempo uno puede tolerar vivir en ese estado?
—Lamentablemente hay gente que vive toda la vida con ansiedad y con angustia, porque no consulta, porque no hace nada. Hay un trastorno que se llama trastorno de ansiedad generalizada en el cual la angustia, y sobre todo la ansiedad, está permanentemente y se inicia desde que uno se levanta. La persona se levanta intranquila, molesta, mal con el cuerpo, preocupada, cualquier situación nimia la convierten en un problema y vive así. Entonces, de repente una madre tiene que ir a buscar a sus hijos al colegio, y ya está preocupada por si va a haber tránsito, y sino está preocupada porque se tiene que encontrar con una amiga, y está preocupada porque tal vez la amiga no va, todo el tiempo en la cabeza está la anticipación de lo malo, de lo catastrófico. Si no se consultas puedes vivir toda la vida así.
—¿Cómo uno se da cuenta si esta dentro de los parámetros que son normales de ansiedad o si realmente tiene que ir a buscar una solución o un tratamiento?
—Si vos estás realmente ansioso y angustiado no lo podés negar. Es decir, sí o sí, algo tenés que hacer. Acá se desprenden varias cosas. Están quienes al sentir este malestar, esta afección en el cuerpo, pueden hacer una consulta a algún especialista y hay otras personas que recurren a lo que se llaman compulsiones. La ansiedad y las compulsiones siempre van de la mano. Entonces, yo lo llamo intento fallidos para resolver el problema de la ansiedad.
Por ejemplo, comer de más, beber de más, fumar, hacer deporte demás, o sea, va de la mano de los excesos. La persona tiene la creencia irracional que de, de esa manera, va a manejar y resolver el tema de la ansiedad. Lo que pasa es que termina exacerbándola.
—Tomar un hábito más saludable, como por ejemplo meditar, respirar o hacer gimnasia, ¿eso también es apaciguar la ansiedad, pero al final no resuelve la raíz o puede llevar a una transformación?
—Creo que hay un montón de herramientas que podemos usar para apaciguarla, la meditación, la respiración, el ejercicio físico, pero a mí me parece que lo interesante es poder abordar las causas: cuáles son los determinantes intrapsíquicos que generan esta situación, porque si no es pan para hoy y hambre para mañana.
Cada persona tiene su singularidad y lo que a una persona le generan ansiedad no necesariamente le va a generar a otra. Por otro lado, también es interesante pensar en relación a esto que hay situaciones traumáticas infantiles que quedan relegadas en la conciencia que uno no tiene ni noción del impacto que esto tiene en la vida actual. Muchas veces en el espacio analítico, cuando vienen para una persona tal vez con mucha angustia, sin palabras, sin poder entender con qué tiene que ver, cuando uno empieza a subjetivar, a poner palabras, a ir para atrás, a investigar, a descifrar, aparecen desencadenantes que uno no se imaginaba.
Entonces está buenísimo todo lo que uno pueda tener a mano para poder apaciguar la angustia, pero me parece que es interesante reconocer e investigar en las causas.
—¿Cuál es la mayor diferencia entre el estrés y ansiedad?
—El estrés me parece que es fácil de definir, es la relación entre mi resistencia y las cargas, por ejemplo. Me pongo una mochila y la cargo con 30 kilos, pero es más de lo que yo puedo llevar, es algo bien concreto. O por ejemplo, estoy en un trabajo en el que estoy 6 horas o 9 horas y me dan a hacer un informe que me lleva 12 horas prepararlo, eso a mí me va a estresar, lo que me están dando es mayor a la posibilidad que yo tengo para poder resolverlo.
La ansiedad tiene esta cuestión bien fantasmática, en el sentido de cosas que yo construyo que no existen. La mayoría de los problemas que yo me imagino no se van a dar. Muchas de las cosas que me imagino son mucho más pequeñas de lo que yo creo que son. Entonces, es cierto que si yo estoy expuesta mucho tiempo a situaciones estresoras, puedo generar mucha ansiedad.
—Hay un concepto ahora que es muy popular, por lo menos entre los jóvenes, que es FOMO (Fear missing Out), el miedo a perderse de cosas. Esto está muy relacionado con la ansiedad de todo el tiempo querer pertenecer a todo o poder estar en todos lados a la vez. ¿Hay algo que está pasando de esto?
—No algo, mucho. Este fenómeno lo escucho permanentemente en el consultorio, pero tengo que aclarar que no sólo en los jóvenes. No es que el FOMO, esta cosa de fear missing out (miedo a perderse de algo) lo sienten los chicos que están viendo el celular, que ven que hay otros que están en una fiesta y que ellos se perdieron. Los adultos también lo sienten, con cumpleaños o con conferencias. “Ah, no me dijeron que tenía que ir” o “me la perdí”.
Cuando la especialista piensa en FOMO se le ocurre lo que decía su abuela: “Todo no se puede”. Furst dice que importante poder aprender a convivir con la falta, con la ausencia, con que no todo es posible, esto también es muy saludable. “Si yo estoy cenando con un grupo de amigos no puede estar al mismo tiempo en el boliche con ese otro grupo. Entonces también tiene que ver con la posibilidad de elegir, si yo no conecto con mi posibilidad de elegir me voy a sentir mal todo el tiempo, porque todo el tiempo voy a sentir que me perdí algo. Es así cuando elegimos, algo ganamos y otra cosa perdemos. Pero si yo no tengo esto trabajado en mí, voy a tener ansiedad todo el tiempo. Entonces sí, esto es parte hoy de una situación que la vemos todo el tiempo”, explica.
Y sigue: “Vos decías esto del FOMO y yo también lo asocio con los likes. A veces estoy atendiendo y veo algún paciente mirando a su celular. ‘Ay, estás esperando un llamado importante, le digo, y tal vez en algún momento dice no, porque publiqué algo y quería ver si tal persona me había puesto like’. Y yo me doy cuenta si esa persona le puso like, por la cara de felicidad que tiene. Entonces el impacto de las redes sociales en la ansiedad y en el estado de ánimo es muy fuerte.
—¿Hay algún tip que puedas dar para cuando la ansiedad se vuelve demasiado para manejar y que sirva para calmarla?
—Primero voy a ir a lo más fácil, que es que si uno siente cierto malestar que no podés controlar, que te perturba la calidad de vida, me parece fundamental poder hacer una consulta con un especialista. Y por otro lado, que nos animemos a salir de la premura del toco un botón y ‘listo, preparado, ya’ y todo terminó. Dignificar la angustia y la ansiedad y pensar que pueden ser como una brújula, que si yo me detengo y empiezo a ver con qué tiene que ver y empiezo a decodificar eso, seguramente va a decir un montón acerca de uno mismo. Entonces, creo que lejos de negarla, de sacártela de encima, hay que transformarla en pregunta: ¿por qué me pasa lo que me pasa y qué puedo hacer con esto?
Daniela Furst es Psicoanalista, con posgrado en Psicosomática psicoanalítica (UBA) y Pensamiento sistémico, maestría en programación neurolinguística. Especialista en adicciones y adolescentes