Dolor en las relaciones sexuales y otros efectos del estrés en el suelo pélvico de las mujeres

Viernes 23 de Septiembre 2022

El grupo de músculos que mantiene el útero, la vejiga, los intestinos y otros órganos pélvicos en su lugar puede contracturarse al igual que cualquier otro y causar una variedad de molestos síntomas. Qué hacer
Al ritmo de vida acelerado, las obligaciones laborales y las apretadas rutinas cotidianas, la pandemia de COVID-19 vino a sumar ansiedad, miedo, incertidumbre y una situación traumática global que sin duda elevó los niveles de estrés de la sociedad, en algunos casos, a su punto máximo.
 
Y bien sabido es que cuando el estrés deja de ser una reacción puntual y pasa a ser una situación crónica, tiene múltiples consecuencias en la salud física y mental.
 
Según la Asociación Americana de Psicología, el estrés crónico, si no se trata, puede ocasionar ansiedad, insomnio, dolor muscular y debilitamiento del sistema inmunitario, e incluso puede contribuir al desarrollo de ciertas patologías, como enfermedades cardíacas, depresión y obesidad.
 
Y aunque la mayoría de las personas tal vez lo desconozca, el estrés puede incluso afectar al suelo pélvico, esto es, el grupo de músculos y otros tejidos que forman una especie de cabestrillo o hamaca a través de la pelvis. En la mujer, este “piso” mantiene el útero, la vejiga, los intestinos y otros órganos pélvicos en su lugar para que puedan funcionar adecuadamente.
 
Ahora, diversas investigaciones dan cuenta de que los músculos del piso pélvico se contraen activamente en respuesta al estrés físico o mental, generando consecuencias en la vida diaria de las personas e incluso en su sexualidad.
 
Rachel Gelman es fisioterapeuta especializada en suelo pélvico y aseguró que “es habitual que cuando las personas se sienten tensas o nerviosas tiendan a apretar los músculos del glúteo, y aunque se trata de una respuesta normal, cuando se produce por estrés crónico, puede provocar todo tipo de trastornos del suelo pélvico”. De esta forma, según la especialista, “pueden aparecer consecuencias diversas que van desde dolor durante las relaciones sexuales, prolapso de órganos pélvicos o dolor lumbar hasta disfunción de la vejiga y estreñimiento”.
 
Y pese a que quizá nunca se hubiera relacionado el estrés con esas consecuencias, según Caroline Correia, directora de Fisiofit Mujer, una clínica de fisioterapia española dedicada a la salud de la mujer, “el estrés altera el patrón postural y respiratorio, lo que lleva a una alteración en la musculatura del diafragma”.
 
En concreto, esta suele quedarse más tensa, favoreciendo el aumento de la presión intraabdominal y el empuje de las vísceras abdominales hacía abajo. De esta forma, se obliga a la musculatura del suelo pélvico a contraerse para contrarrestar el aumento de presión y asegurar la continencia urinaria. Todo este proceso de contracción del suelo pélvico a lo largo del tiempo llevará a la formación de puntos gatillos que, básicamente son puntos de dolor.
 
“La mayoría de las veces son la causa de dolores en las relaciones sexuales, problemas en la espalda, dolores que irradian hacia la pierna o molestias durante el periodo de la regla -puntualizó Gelman-. Además de estos problemas, una contracción constante de la musculatura pélvica podrá llevar a una fatiga muscular favoreciendo la aparición de las temidas incontinencias urinarias”.
 
Consultada por Infobae, la médica ginecóloga Marisa Labovsky (MN 84376) explicó que “el suelo pélvico está conformado por músculos y los músculos se contracturan como cualquier otro del cuerpo, por ende cuando uno está estresado se contrae todo”.
 
“Por otro lado, cuando uno está estresado tiene menos ganas de tener relaciones y a veces tiene relaciones igual, por lo que al estar los músculos contraídos, la zona no está bien lubricada y eso causa molestia y ardor, y se genera un círculo vicioso en el que cuando la persona sabe que va a tener relaciones piensa que eso le va a doler y por ende se contrae y cuando se contrae obviamente duele y así sucesivamente”, ahondó la ginecóloga.
 
En la misma línea, según un trabajo de la Universidad de Örebro, en Suecia, sólo entre las mujeres menores de 30 años, alrededor del 20% refiere dolor sexual recurrente. Este dolor, además, provoca miedo a las relaciones sexuales y, por tanto, la evitación de las mismas. De esta forma, según este trabajo, “las mujeres con dolor informaron niveles más altos de evitación del miedo y catastrofización del dolor, así como depresión y ansiedad”. Una situación que no hace sino mantener el estrés y la causa subyacente del dolor en sí.
 
A su turno, la médica ginecóloga Gabriela Kosoy (MN 70409), dijo ante la consulta de este medio que “obviamente el estrés influye en todas las esferas de la vida, incluida la sexual”. “Altera la microbiota, por lo que puede causar constipación -explicó la especialista-. El piso pelviano tiene una inervación muy precisa, por lo que todo lo que altere el sistema nervioso puede alterar su estructura”.
 
Respecto a la variedad de síntomas que involucra, Labovsky sostuvo que “el piso pelviano está lleno de músculos, y si se contraen dificulta las relaciones, el ir de cuerpo, etc porque todo el piso pelviano involucra el orificio anal, vaginal y uretral”.
 
Qué hacer
El primer paso, según las especialistas, es identificar que los síntomas pueden deberse a una situación de estrés y no a cualquier otro problema.
 
“La clave está precisamente en descartar otras causas posibles”, señaló Correira, para quien “un caso muy similar es el del estreñimiento crónico. Hay muchas mujeres que llevan una correcta alimentación, ingesta adecuada de agua y practican ejercicio físico regularmente, pero aun así sufren de estreñimiento. La respuesta sería el nivel de estrés”.
 
En el caso del suelo pélvico, “habría que descartar que el dolor se deba a una causa física. Por ejemplo, haber pasado un parto o haber sufrido algún tipo de lesión o infección en la zona -agregó Gelman-. Si no encontramos otra causa aparente y sabemos que estamos pasando por una etapa larga de estrés, quizás debamos en primer lugar probar a trabajar el mismo”.
 
En ese sentido, la fisioterapeuta recomendó “cosas obvias como pasar tiempo al aire libre, realizar ejercicios suaves como el yoga y el baile, escribir, pasar tiempo con amigos, masturbarse o por supuesto, ir a terapia pueden ser de gran ayuda”.
 
“Hacer ejercicios de relajación, yoga, respiración y ejercicios del piso pelviano seguro será de ayuda, así como poder ver cuál es la causa de estrés y poder resolverlo”, sumó Labovsky, al tiempo que Kosoy agregó: “Todo lo que sea ejercicios respiratorios, mindfulness, yoga por supuesto que al mejorar el estrés mejorará el síntoma”.
 
Por otra parte, también existen ejercicios concretos para aliviar el estrés a un nivel más físico. Correia recomendó respirar de manera consciente durante al menos un minuto. “Algo tan sencillo, ayuda a estimular el sistema nervioso parasimpático, que es el responsable de bajar los niveles de estrés”, apuntó.
 
Cabe recordar que existe una relación entre la función respiratoria y postural con el suelo pélvico. Según algunos trabajos, las mejoras funcionales en los patrones respiratorios y de estabilidad pélvica podrían incidir de manera indirecta en los cambios producidos en el suelo pélvico, incluso en el caso de síntomas como la incontinencia urinaria. Además, también podrían ser útiles algunos estiramientos para favorecer la relación de la musculatura diafragmática. “Como por ejemplo estiramientos que favorezcan la apertura de cadera, estiramientos del psoas y del cuadrado lumbar”, aporta Correira.
 
En este punto, en diálogo con Infobae, la profesora nacional de Educación Física Mariela Catania aportó un ejercicio para fortalecer la musculatura del suelo pélvico.
 
“Tumbada boca arriba, con las piernas flexionadas, y pies apoyados, colocamos las manos sobre el vientre y contraemos el suelo pélvico. Tenemos que sentir cómo se cierran los esfínteres, cómo elevamos los órganos de la pelvis y cómo se tensa la parte inferior del abdomen”, describió.
 
Y continuó: “Ahora vamos a contraer el plano profundo abdominal -transverso del abdomen- sin perder el suelo pélvico. La contracción debe ser suave. Respiramos inhalando en dos tiempos inflando la panza con aire y exhalamos despacio en cuatro tiempos. Repetimos de seis a diez veces y relajamos. Contraemos el suelo pélvico, contraemos el abdomen interior, mantenemos y relajamos”.

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