La "falsa" estabilidad cambiaria y por qué 2024 será el peor año para el dólar y la inflación en Argentina
Por:
GERMÁN FERMO | Director Maestría en Finanzas, Universidad de San Andrés
Lunes 22 de
Agosto 2022
Los excesos del modelo económico argentino necesitan 30 largos años de corrección y llevan ya 100 años de gestación.
De los días del contado con liqui en $ 345 a la actualidad con un valor en $ 300, parecería que por lo menos la locura cambiaria tan natural e inmediata de los argentinos se habría calmado, al menos por un rato.
Es aquí en donde se hace relevante marcar una notable diferencia entre "la Argentina del corto plazo definida hasta las elecciones de 2023" y la "Argentina del largo plazo definida desde enero 2024".
Para aquellos que presagian que este Gobierno no podrá evitar una crisis de magnitud similar a la de 2001, me permitiría contestarles que en general nunca funciona subestimar al peronismo en su capacidad de evitar crisis y acumular tensiones macroeconómicas que deberán ser resueltas por el próximo gobierno, con todo el costo político que ello implique.
A diferencia de lo que muchos vaticinan, no se me ocurre una crisis inmediata en 2022 o 2023. Sí me preocupa una potencial implosión macroeconómica justo cuando asuma el próximo presidente. El año crítico probablemente será 2024: ni 2022 ni 2023.
A la luz de nuestra historia, no parecería que los acontecimientos que se observan en agosto de 2022 sean distintos a otros puntos de tensión monetaria y cambiaria de nuestro pasado reciente, si bien es muy cierto que el deterioro actual de nuestro sistema económico en todos sus frentes relevantes es notable. Pero aun así, con el peronismo al mando, la noción de una 'crisis estilo 2001' se me hace difícil de imaginar.
La dinámica del voto en la Argentina es probablemente única en el mundo pero funcionaría de esta forma: el gobierno actual ("cualquiera que sea") intenta pasarle el problema al gobierno que sigue ("cualquiera que sea"). Y más que solucionar conflictos que a la luz de nuestro deterioro actual son sumamente urgentes, cada gobierno se pasa el mandato entero hablando de la "pesada herencia" que dejó el anterior.
En medio de este 'pase de mando y reclamo de herencias' estamos todos los argentinos, que exhibimos una notable característica psicológica: nuestra formidable ansiedad combinada con una cuasi infinita falta de memoria. Entonces, al asumir "el que sigue" con un sistema repleto de excesos y sin soluciones duraderas, encontraremos a una ciudadanía que en tres meses le exigirá que resuelva todo y si no lo castigará brutalmente con el voto, eligiendo al de la otra esquina ("cualquiera que sea").
Entonces, la ansiedad y la falta de memoria permiten que un gobierno que deja una situación económica altamente compleja pueda volver en las encuestas muy rápidamente si es que le entrega al que sigue un sendero lo suficientemente complicado como para activar la frustración de siempre en los argentinos y el péndulo a la hora de votar.
En este aspecto, 2023 no pareciera ser distinto al 2019 o al 2015. La esperanza por el "próximo" muta rápidamente a "frustración" en una sociedad que nunca podrá comprender que los excesos del modelo económico argentino necesitan 30 largos años de corrección y llevan ya 100 años de gestación.
Y entonces así nos encontramos hoy, en agosto de 2022, con un 2023 que está a la vuelta de la esquina y que promete ser brutalmente electoral. Ante esta realidad, y ante lo sumamente deterioradas que se encuentran las principales variables económicas, el diagnóstico es relativamente sencillo:
El modelo actual está totalmente agotado
El modelo actual solo genera costos de mantenimiento y se hace sumamente indispensable un cambio rotundo de modelo
Esto es fácil decirlo pero casi imposible de implementarlo, en el sentido que la Argentina de hoy necesita múltiples cirugías urgentes, cada una de ellas con enormes costos políticos asociados y que, por lo tanto, intentarán ser eludidas por todo gobierno al mando ("cualquiera que sea").
Así venimos divagando por nuestra historia sin poder resolver temas que otras sociedades han aniquilado para siempre, como la inflación. Argentina lleva 100 años de inflación casi ininterrumpida y todavía en esta tierra nos preguntamos si "emitir dinero inflaciona los precios".
De esta forma, la "estabilidad de hoy" se celebra para una nación experta en esconder todos sus problemas debajo de una alfombra a la que ya no le queda ningún espacio disponible.
¿Cómo será entonces 2024? Igual que 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022 y 2023...
Somos un tango que se recicla permanentemente en torno a los mismos e idénticos problemas de siempre.
Es aquí en donde se hace relevante marcar una notable diferencia entre "la Argentina del corto plazo definida hasta las elecciones de 2023" y la "Argentina del largo plazo definida desde enero 2024".
Para aquellos que presagian que este Gobierno no podrá evitar una crisis de magnitud similar a la de 2001, me permitiría contestarles que en general nunca funciona subestimar al peronismo en su capacidad de evitar crisis y acumular tensiones macroeconómicas que deberán ser resueltas por el próximo gobierno, con todo el costo político que ello implique.
A diferencia de lo que muchos vaticinan, no se me ocurre una crisis inmediata en 2022 o 2023. Sí me preocupa una potencial implosión macroeconómica justo cuando asuma el próximo presidente. El año crítico probablemente será 2024: ni 2022 ni 2023.
A la luz de nuestra historia, no parecería que los acontecimientos que se observan en agosto de 2022 sean distintos a otros puntos de tensión monetaria y cambiaria de nuestro pasado reciente, si bien es muy cierto que el deterioro actual de nuestro sistema económico en todos sus frentes relevantes es notable. Pero aun así, con el peronismo al mando, la noción de una 'crisis estilo 2001' se me hace difícil de imaginar.
La dinámica del voto en la Argentina es probablemente única en el mundo pero funcionaría de esta forma: el gobierno actual ("cualquiera que sea") intenta pasarle el problema al gobierno que sigue ("cualquiera que sea"). Y más que solucionar conflictos que a la luz de nuestro deterioro actual son sumamente urgentes, cada gobierno se pasa el mandato entero hablando de la "pesada herencia" que dejó el anterior.
En medio de este 'pase de mando y reclamo de herencias' estamos todos los argentinos, que exhibimos una notable característica psicológica: nuestra formidable ansiedad combinada con una cuasi infinita falta de memoria. Entonces, al asumir "el que sigue" con un sistema repleto de excesos y sin soluciones duraderas, encontraremos a una ciudadanía que en tres meses le exigirá que resuelva todo y si no lo castigará brutalmente con el voto, eligiendo al de la otra esquina ("cualquiera que sea").
Entonces, la ansiedad y la falta de memoria permiten que un gobierno que deja una situación económica altamente compleja pueda volver en las encuestas muy rápidamente si es que le entrega al que sigue un sendero lo suficientemente complicado como para activar la frustración de siempre en los argentinos y el péndulo a la hora de votar.
En este aspecto, 2023 no pareciera ser distinto al 2019 o al 2015. La esperanza por el "próximo" muta rápidamente a "frustración" en una sociedad que nunca podrá comprender que los excesos del modelo económico argentino necesitan 30 largos años de corrección y llevan ya 100 años de gestación.
Y entonces así nos encontramos hoy, en agosto de 2022, con un 2023 que está a la vuelta de la esquina y que promete ser brutalmente electoral. Ante esta realidad, y ante lo sumamente deterioradas que se encuentran las principales variables económicas, el diagnóstico es relativamente sencillo:
El modelo actual está totalmente agotado
El modelo actual solo genera costos de mantenimiento y se hace sumamente indispensable un cambio rotundo de modelo
Esto es fácil decirlo pero casi imposible de implementarlo, en el sentido que la Argentina de hoy necesita múltiples cirugías urgentes, cada una de ellas con enormes costos políticos asociados y que, por lo tanto, intentarán ser eludidas por todo gobierno al mando ("cualquiera que sea").
Así venimos divagando por nuestra historia sin poder resolver temas que otras sociedades han aniquilado para siempre, como la inflación. Argentina lleva 100 años de inflación casi ininterrumpida y todavía en esta tierra nos preguntamos si "emitir dinero inflaciona los precios".
De esta forma, la "estabilidad de hoy" se celebra para una nación experta en esconder todos sus problemas debajo de una alfombra a la que ya no le queda ningún espacio disponible.
¿Cómo será entonces 2024? Igual que 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022 y 2023...
Somos un tango que se recicla permanentemente en torno a los mismos e idénticos problemas de siempre.
Con información de
CRONISTA