Los hijos que no se van
Martes 22 de
Abril 2014
“Síndrome del nido lleno”. Así llaman ahora los especialistas a la situación en la cual los hijos nunca se fueron de la casa o regresan por problemas económicos o crisis personales.
Mientras en algunas familias impacta la partida de los hijos, en otras, ocurre exactamente lo contrario. En vez de enfrentar el “síndrome del nido vacío”, sienten el “síndrome del nido demasiado lleno”, que se refiere a la permanencia en el hogar de los hijos que están en edad de independizarse.
A comienzos del siglo 21, la adolescencia, por diversos factores económicos, sociales y culturales, se prolongó y los hijos permanecen en la casa de sus padres más tiempo. De esta manera se puede llegar y superar los 30 años sin estabilidad en el mercado laboral, lo que impide que los jóvenes se puedan independizar. Por otro lado, la libertad sexual hace que los jóvenes no busquen casarse tempranamente o formalizar relaciones estables de pareja y prefieran el confort del hogar paterno. También se produce el regreso transitorio al hogar por razones económicas o de crisis, como la separación.
Al ayudar a los hijos, los padres deben tener en cuenta que son adultos y deben ser tratados como tales. Habrá que consensuar espacios, economía y tiempo. No se vuelve a ser padres de niños, sino de adultos que encaran su propia vida. Es saludable que los padres continúen con sus proyectos personales. Por eso la importancia de participar en grupos de pares es fundamental.
Jóvenes “boomerang”
“Hay jóvenes que se resisten a abandonar la soltería y entonces conservan una dependencia a su familia nuclear en lugar de independizarse y armar su propia familia”, describe Adriana Guraieb, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). “Estos solteros deben saber que la independencia es una decisión, de un valor incalculable, sea su vida en soledad o en compañía”, añade.
A este grupo de hijos, actualmente se agrega otro, que hace que el nido se vaya llenando otra vez, por causa de una separación o divorcio, o por problemas económicos, agrega Guraieb.
“Tal vez están deprimidos, tal vez la situación económica no les permite pagar un alquiler, ya sea por una cosa o por la otra o por ambas. La crisis ha afectado a muchos divorciados que se sienten fracasados por tener que volver a su camita de solteros”, apunta. Cuando eso sucede, la especialista sugiere no sobreproteger a los hijos cuando vuelven: que hagan el cuarto, que se hagan cargo de sus propios hijos y no los depositen con sus abuelos como si éstos fueran los padres, por ejemplo.
“Siempre es bueno poner límites para evitar el estrés, y plantear una corresponsabilidad en la vida cotidiana”, dice. Y concluye que es bueno “plantear desde un comienzo que es una situación transitoria, pues es tiempo suficiente para que encuentre otro lugar, y respete el espacio de privacidad de los dueños de casa”.
“Cuando los psicoanalistas tratamos pacientes de 30 años o más que no pueden independizarse de su familia, regularmente encontramos un factor común que se reconoce como dependencia. Los pacientes quieren salir de esta situación, se sienten molestos, están irritables con los padres, pero no pueden dejarlos”, afirma Enrique M. Novelli, psicoanalista, miembro titular de APA y de IPA) coautor de los libros Enigmas de la Sexualidad y Máscaras del Superyó.
“Si bien existen factores sociales y culturales que inciden, considero que tienen un valor relativo, pues a pesar de que son generales y abarcativos para toda la sociedad, no todos los hijos quedan atrapados en la estructura familiar primaria”, asevera. Y completa: “Algo más determinante está en juego en aquellos casos de dependencia parental”.
Novelli admite que, desde la concepción popular, esos jóvenes o hijos adultos son rotulados como “cómodos irresponsables” y muchas veces son calificados con apelativos desvalorizantes y/o denigratorios”.
El psicoanalista recomienda el diálogo franco abierto y sostenido (afirma que no alcanza con una o pocas veces). Las charlas entre padres e hijos en las que se señalan las dificultades, preocupaciones y sentimientos de cada uno de los participantes acerca del aparente problema (la dependencia filial) permitirán abrir en el seno de la familia senderos discursivos, quizá nunca transitados.
A comienzos del siglo 21, la adolescencia, por diversos factores económicos, sociales y culturales, se prolongó y los hijos permanecen en la casa de sus padres más tiempo. De esta manera se puede llegar y superar los 30 años sin estabilidad en el mercado laboral, lo que impide que los jóvenes se puedan independizar. Por otro lado, la libertad sexual hace que los jóvenes no busquen casarse tempranamente o formalizar relaciones estables de pareja y prefieran el confort del hogar paterno. También se produce el regreso transitorio al hogar por razones económicas o de crisis, como la separación.
Al ayudar a los hijos, los padres deben tener en cuenta que son adultos y deben ser tratados como tales. Habrá que consensuar espacios, economía y tiempo. No se vuelve a ser padres de niños, sino de adultos que encaran su propia vida. Es saludable que los padres continúen con sus proyectos personales. Por eso la importancia de participar en grupos de pares es fundamental.
Jóvenes “boomerang”
“Hay jóvenes que se resisten a abandonar la soltería y entonces conservan una dependencia a su familia nuclear en lugar de independizarse y armar su propia familia”, describe Adriana Guraieb, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). “Estos solteros deben saber que la independencia es una decisión, de un valor incalculable, sea su vida en soledad o en compañía”, añade.
A este grupo de hijos, actualmente se agrega otro, que hace que el nido se vaya llenando otra vez, por causa de una separación o divorcio, o por problemas económicos, agrega Guraieb.
“Tal vez están deprimidos, tal vez la situación económica no les permite pagar un alquiler, ya sea por una cosa o por la otra o por ambas. La crisis ha afectado a muchos divorciados que se sienten fracasados por tener que volver a su camita de solteros”, apunta. Cuando eso sucede, la especialista sugiere no sobreproteger a los hijos cuando vuelven: que hagan el cuarto, que se hagan cargo de sus propios hijos y no los depositen con sus abuelos como si éstos fueran los padres, por ejemplo.
“Siempre es bueno poner límites para evitar el estrés, y plantear una corresponsabilidad en la vida cotidiana”, dice. Y concluye que es bueno “plantear desde un comienzo que es una situación transitoria, pues es tiempo suficiente para que encuentre otro lugar, y respete el espacio de privacidad de los dueños de casa”.
“Cuando los psicoanalistas tratamos pacientes de 30 años o más que no pueden independizarse de su familia, regularmente encontramos un factor común que se reconoce como dependencia. Los pacientes quieren salir de esta situación, se sienten molestos, están irritables con los padres, pero no pueden dejarlos”, afirma Enrique M. Novelli, psicoanalista, miembro titular de APA y de IPA) coautor de los libros Enigmas de la Sexualidad y Máscaras del Superyó.
“Si bien existen factores sociales y culturales que inciden, considero que tienen un valor relativo, pues a pesar de que son generales y abarcativos para toda la sociedad, no todos los hijos quedan atrapados en la estructura familiar primaria”, asevera. Y completa: “Algo más determinante está en juego en aquellos casos de dependencia parental”.
Novelli admite que, desde la concepción popular, esos jóvenes o hijos adultos son rotulados como “cómodos irresponsables” y muchas veces son calificados con apelativos desvalorizantes y/o denigratorios”.
El psicoanalista recomienda el diálogo franco abierto y sostenido (afirma que no alcanza con una o pocas veces). Las charlas entre padres e hijos en las que se señalan las dificultades, preocupaciones y sentimientos de cada uno de los participantes acerca del aparente problema (la dependencia filial) permitirán abrir en el seno de la familia senderos discursivos, quizá nunca transitados.
Con información de
lavoz