DESCONCIERTO OFICIAL CON LA INFLACIÓN, MÁS CONFLICTOS POLÍTICOS Y DOLARIZACIÓN
Por:
Ricardo Rosales
Lunes 04 de
Abril 2022
Hasta dónde llegará la inflación este año? ¿Se quedará estable en un nuevo piso de 4/5 por ciento mensual, luego del pico de marzo, o podría ocurrir un episodio hiperinflacionario? ¿O bajará lentamente en los próximos meses?
El acuerdo con el FMI contribuyó poco en aliviar las tensiones económicas y políticas: se evitó un default, pero eso no significó casi nada para la mayoría de la población; mientras que en la política, el debate parlamentario acentuó las diferencias y la dispersión ideológica de las propuestas. De manera que sin cohesión política ni consenso -sustento básico para enfrentar una debacle económica-, la fractura en el oficialismo y las diferencias en la oposición dificultan la búsqueda de los imprescindibles acuerdos mínimos. El desconcierto oficial para iniciar la “guerra” contra la inflación anunciada por Alberto Fernández, es apenas una muestra de lo que ocurre en el resto de la administración económica y el Banco Central. Los comentarios del Presidente buscando “diablos”, o proponiendo “terapia de grupo”, ocuparon mucho espacio en los medios, igual que la confesión de Roberto Feletti de que “no puedo hacer milagros”. Sin embargo, esos comentarios inapropiados, apenas rozan la magnitud del problema inflacionario y, lo que es más significativo, ponen de manifiesto que el Gobierno agotó todas sus opciones y se encuentra sin saber qué hacer de ahora en más. El golpe inflacionario del primer trimestre dio por tierra con la lenta recuperación y destruyó el poder de adquisitivo de los salarios. La doctrina “multicausal” de la inflación del ministro Martín Guzmán puede que resulte atractiva para debatir en algún ámbito académico, pero para la gestión pública resultó inútil. El oficialismo reniega de una regla básica que usan los Bancos Centrales en todo el mundo para contener la inflación: controlar la cantidad de dinero. En el último año, con el plan “platita” incluido, la base monetaria casi se duplicó. No es necesario investigar demasiado para encontrar el motivo central de lo que está ocurriendo hoy con los precios.
Pueden existir más razones secundarias, como la incertidumbre de fines del 2021 sobre el acuerdo o no con el FMI, pero en esta oportunidad los dólares financieros no pueden ser señalados como responsables: hace semanas que están estables alrededor de los $200 y en baja en los últimos días. Los motivos externos o la guerra en Ucrania, están influyendo en el índice de marzo, pero no en los anteriores. En el Conurbano, el Indec midió en febrero una suba promedio de 9,1% de los alimentos, cuando aún las tropas rusas no habían pisado Ucrania. Las teorías conspirativas, que señalan la codicia empresarial como el origen del alza de precios, resultan igualmente útiles para algún discurso de barricada, pero se diluye en la nada cuando el mismo Gobierno convoca a las empresas para que colaboren con acuerdos de precios o esfuerzos patrióticos. Otra recomendación clásica que arribó a la Casa Rosada es llevar el aumento salarial del año a 50 por ciento, bajo el ideario justicialista de que en un gobierno peronista los salarios suben más que los precios.
POLÍTICA FISCAL
Los aumentos por decreto siempre son tentadores para la política de turno, pero no tienen nada que ver con un plan antiinflacionario: al contrario, demuestran que esos esfuerzos fracasaron. Más útil y seguramente con un impacto más duradero, sería que Martín Guzmán diera a conocer la política fiscal que tratará de implementar en el 2022 y si habrá disciplina monetaria. El acuerdo con el FMI ofreció un marco, pero luego se diluyeron todos los márgenes y en ese andarivel indefinido solo aumentó la desconfianza. La calificadora de riesgo Moody’s, dijo en la última semana que “el gobierno no cumplirá con ninguna de las metas macroeconómicas comprometidas” y completa su comentario señalando que “Argentina no conseguirá una mejora crediticia a pesar del acuerdo y por lo tanto, no mejorará su acceso a los mercados”. Uno de los últimos informes de Fundación Mediterránea estima que el Banco Central “tendrá que girarle al Tesoro 1,8% del PIB, en lugar del previsto en el acuerdo con el FMI (1,0%)”. De esa manera, en este año la base monetaria tendría una expansión piso de 36,6% por ese motivo, “sin considerar el resto de los factores de aumento de esta variable”.
No resulta extraño que en medio de tanta desazón social por una inflación que estaría en el orden del 6% en marzo, resurgieron viejas propuestas que, quizás, marquen los tiempos políticos de los próximos meses, al menos de la oposición. Todo se inició con una propuesta del diputado radical, Alejandro Cacase, cercano al senador Martín Lousteau, para tratar una ley de dolarización que marcó otra nueva división interna en la UCR para abordar la lucha inflacionaria. Gerardo Morales, titular del radicalismo atacó la iniciativa diciendo que la “dolarización es peor que la convertibilidad”. Pero apareció otro trabajo del diputado Emiliano Yacobitti, también vinculado a Lousteau, señalando que “una dolarización sin reformas de fondo no sirve y trae aparejado problemas que pueden desembocar en situaciones irresolubles”.
De todas maneras, el que parece haber ocupado el centro de la batalla mediática contra la inflación es el diputado Javier Milei, dando una versión que puede ser entendida por la gente. Otro economista vinculado a JxC, Carlos Melconian, no fue tan terminante, pero explicó que no es posible una dolarización total, porque no hay reservas suficientes en el Banco Central.
Yacobitti calculó que sería necesario pedir U$s 41.000 millones para dolarizar todos los pesos en poder de la gente a un cambio de $200 por dólar.
¿Cuánto recorrido tendrá la dolarización, o terminará otra vez en la nada? Según Domingo Cavallo, Milei les ganó a JxC en liderar la batalla contra la inflación desde la oposición. Milei, según parece, cree que las condiciones actuales desembocarán en una hiperinflación que allanarían la idea de dolarizar. Puede que ocurra ese episodio, u otro diferente. La triste realidad actual es que la gran mayoría de los sectores políticos no creen en la disciplina fiscal y proponen atajos que repiten los fracasos del pasado. ¿Habrá un cambio en esta oportunidad?
Pueden existir más razones secundarias, como la incertidumbre de fines del 2021 sobre el acuerdo o no con el FMI, pero en esta oportunidad los dólares financieros no pueden ser señalados como responsables: hace semanas que están estables alrededor de los $200 y en baja en los últimos días. Los motivos externos o la guerra en Ucrania, están influyendo en el índice de marzo, pero no en los anteriores. En el Conurbano, el Indec midió en febrero una suba promedio de 9,1% de los alimentos, cuando aún las tropas rusas no habían pisado Ucrania. Las teorías conspirativas, que señalan la codicia empresarial como el origen del alza de precios, resultan igualmente útiles para algún discurso de barricada, pero se diluye en la nada cuando el mismo Gobierno convoca a las empresas para que colaboren con acuerdos de precios o esfuerzos patrióticos. Otra recomendación clásica que arribó a la Casa Rosada es llevar el aumento salarial del año a 50 por ciento, bajo el ideario justicialista de que en un gobierno peronista los salarios suben más que los precios.
POLÍTICA FISCAL
Los aumentos por decreto siempre son tentadores para la política de turno, pero no tienen nada que ver con un plan antiinflacionario: al contrario, demuestran que esos esfuerzos fracasaron. Más útil y seguramente con un impacto más duradero, sería que Martín Guzmán diera a conocer la política fiscal que tratará de implementar en el 2022 y si habrá disciplina monetaria. El acuerdo con el FMI ofreció un marco, pero luego se diluyeron todos los márgenes y en ese andarivel indefinido solo aumentó la desconfianza. La calificadora de riesgo Moody’s, dijo en la última semana que “el gobierno no cumplirá con ninguna de las metas macroeconómicas comprometidas” y completa su comentario señalando que “Argentina no conseguirá una mejora crediticia a pesar del acuerdo y por lo tanto, no mejorará su acceso a los mercados”. Uno de los últimos informes de Fundación Mediterránea estima que el Banco Central “tendrá que girarle al Tesoro 1,8% del PIB, en lugar del previsto en el acuerdo con el FMI (1,0%)”. De esa manera, en este año la base monetaria tendría una expansión piso de 36,6% por ese motivo, “sin considerar el resto de los factores de aumento de esta variable”.
No resulta extraño que en medio de tanta desazón social por una inflación que estaría en el orden del 6% en marzo, resurgieron viejas propuestas que, quizás, marquen los tiempos políticos de los próximos meses, al menos de la oposición. Todo se inició con una propuesta del diputado radical, Alejandro Cacase, cercano al senador Martín Lousteau, para tratar una ley de dolarización que marcó otra nueva división interna en la UCR para abordar la lucha inflacionaria. Gerardo Morales, titular del radicalismo atacó la iniciativa diciendo que la “dolarización es peor que la convertibilidad”. Pero apareció otro trabajo del diputado Emiliano Yacobitti, también vinculado a Lousteau, señalando que “una dolarización sin reformas de fondo no sirve y trae aparejado problemas que pueden desembocar en situaciones irresolubles”.
De todas maneras, el que parece haber ocupado el centro de la batalla mediática contra la inflación es el diputado Javier Milei, dando una versión que puede ser entendida por la gente. Otro economista vinculado a JxC, Carlos Melconian, no fue tan terminante, pero explicó que no es posible una dolarización total, porque no hay reservas suficientes en el Banco Central.
Yacobitti calculó que sería necesario pedir U$s 41.000 millones para dolarizar todos los pesos en poder de la gente a un cambio de $200 por dólar.
¿Cuánto recorrido tendrá la dolarización, o terminará otra vez en la nada? Según Domingo Cavallo, Milei les ganó a JxC en liderar la batalla contra la inflación desde la oposición. Milei, según parece, cree que las condiciones actuales desembocarán en una hiperinflación que allanarían la idea de dolarizar. Puede que ocurra ese episodio, u otro diferente. La triste realidad actual es que la gran mayoría de los sectores políticos no creen en la disciplina fiscal y proponen atajos que repiten los fracasos del pasado. ¿Habrá un cambio en esta oportunidad?
Con información de
EL DÍA