THE NEW YORK TIMES
Cómo detectar la próxima variante del coronavirus
Por:
Rick Bright
Sábado 05 de
Febrero 2022
Cuando los científicos de Sudáfrica notaron un aumento en los casos de COVID-19 en la provincia de Gauteng en noviembre del año pasado, comenzaron a investigar el origen. Estos investigadores y otros más en Botsuana descubrieron con rapidez la variante ómicron y compartieron heroicamente su descubrimiento con el resto del mundo. Pero era demasiado tarde: ómicron ya estaba infectando a gran velocidad a personas en todo el mundo
La pregunta para un mundo que intenta sobrellevar el vertiginoso paso de ómicron es esta: ¿cómo podemos descubrir la siguiente variante lo suficientemente rápido como para detener su propagación? En este momento, la búsqueda de variantes de coronavirus es muy lenta y esporádica. Los científicos de unos cuantos países (Sudáfrica, Botsuana, Estados Unidos y otros) monitorean patrones en el conteo de casos y secuencian con regularidad muestras del virus de personas infectadas para ver si hay cambios genéticos importantes. Los resultados de estos análisis se pueden compartir en una red global, como la GISAID —una comunidad internacional de científicos que comparten abiertamente datos sobre variantes de distintas enfermedades— para comparar secuencias de coronavirus en todo el mundo.
Pero para cuando eso sucede, a menudo las variantes ya se están propagando en una comunidad y probablemente ya se han extendido a otros sitios. Este proceso de análisis es como examinar cada hebra del pajar para determinar si es o no la aguja, o en realidad, el equivalente a escoger y analizar solo el 1 por ciento de todo el pajar.
Pero hay lugares que podrían ayudar a los científicos a encontrar nuevas variantes aún más rápido: las aguas residuales y el aire. Hay rastros del coronavirus en las heces y en el aliento exhalado de las personas. Y, por lo tanto, el virus se puede detectar antes de que las personas se hayan hecho una prueba o hayan desarrollado síntomas.
Científicos de la ciudad de Nueva York, Boston y otras partes han utilizado el monitoreo de aguas residuales durante la ola de ómicron. Así han podido identificar aumentos abruptos de casos en vecindarios específicos incluso antes de que se haya identificado una variante a partir de pruebas individuales con hisopos. También ayudan a detectar disminuciones de casos: funcionarios en Minneapolis y Saint Paul, Minnesota, por ejemplo, vieron una disminución en la cantidad de virus en las aguas residuales y de este modo pudieron pronosticar que el pico de ómicron ya había pasado.
Se le ha prestado mucha menos atención a las muestras de aire, al menos hasta hace poco. Funcionarios en China han desarrollado un sistema de detección que, según reportes, utilizarán para recolectar y analizar muestras de aire de las instalaciones de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín. En Estados Unidos, una alianza entre la ciudad de Davis, California, y la Universidad de California en Davis está monitoreando los filtros de aire en las escuelas primarias para detectar el virus.
Hasta ahora, los científicos han utilizado en buena medida muestras ambientales como estas para rastrear tendencias en las concentraciones de coronavirus e identificar puntos críticos. Pero estas muestras también pueden ser una ventana al modo en el que una nueva variante de preocupación se comporta en la comunidad en general de una manera más rápida y precisa que cualquier tipo de prueba a una sola persona. Una muestra de virus de un hisopo nasal o de saliva ofrece información sobre un solo individuo; una muestra de agua residual o de aire ofrece información sobre muchas personas, en el caso de la primera, hasta de miles de personas. Apoyarse más en estos métodos podría brindarle al mundo más tiempo para responder antes de que las variantes se propaguen.
Hay, sin embargo, algunos desafíos prácticos. Las muestras ambientales pueden contener mucho ruido de fondo: muchos otros virus, bacterias y hongos que se encuentran en los desechos humanos. Determinar qué es importante y qué no lo es puede ser difícil. La coordinación es otro problema: el mundo necesita desarrollar un consenso sobre cómo analizar las secuencias ambientales y crear un centro que, como lo hace la GISAID para la secuenciación clínica, permita compartir información y conocimientos casi en tiempo real entre los países.
A medida que estas iniciativas se busquen y financien, también es importante que el público conozca cómo funcionan las pruebas ambientales y la secuenciación para evitar parte de la desinformación y los malentendidos que han afectado la percepción de otras medidas de salud, como las vacunas. Quienes implementen esos análisis deben dejar en claro que las muestras ambientales son anónimas: no confirman qué persona tuvo el virus, solo indican si el coronavirus está en una comunidad.
Probar y secuenciar muestras de virus que se encuentran en aguas residuales o en el aire no es una solución singular; se utiliza mejor junto con otras fuentes de datos para establecer una visión más amplia y holística de la propagación de un patógeno en una comunidad y en todo el mundo. Pero debido a que es la forma más rápida de detectar variantes, puede ayudar a los líderes a prepararse y, potencialmente, prevenir la próxima ola de coronavirus, y, con suerte, la próxima pandemia.
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Rick Bright
Es inmunólogo, virólogo y experto en vacunas. Es el director ejecutivo del Instituto de Prevención de Pandemias y dirigió la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado del gobierno federal estadounidense de 2016 a 2020.
Pero para cuando eso sucede, a menudo las variantes ya se están propagando en una comunidad y probablemente ya se han extendido a otros sitios. Este proceso de análisis es como examinar cada hebra del pajar para determinar si es o no la aguja, o en realidad, el equivalente a escoger y analizar solo el 1 por ciento de todo el pajar.
Pero hay lugares que podrían ayudar a los científicos a encontrar nuevas variantes aún más rápido: las aguas residuales y el aire. Hay rastros del coronavirus en las heces y en el aliento exhalado de las personas. Y, por lo tanto, el virus se puede detectar antes de que las personas se hayan hecho una prueba o hayan desarrollado síntomas.
Científicos de la ciudad de Nueva York, Boston y otras partes han utilizado el monitoreo de aguas residuales durante la ola de ómicron. Así han podido identificar aumentos abruptos de casos en vecindarios específicos incluso antes de que se haya identificado una variante a partir de pruebas individuales con hisopos. También ayudan a detectar disminuciones de casos: funcionarios en Minneapolis y Saint Paul, Minnesota, por ejemplo, vieron una disminución en la cantidad de virus en las aguas residuales y de este modo pudieron pronosticar que el pico de ómicron ya había pasado.
Se le ha prestado mucha menos atención a las muestras de aire, al menos hasta hace poco. Funcionarios en China han desarrollado un sistema de detección que, según reportes, utilizarán para recolectar y analizar muestras de aire de las instalaciones de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín. En Estados Unidos, una alianza entre la ciudad de Davis, California, y la Universidad de California en Davis está monitoreando los filtros de aire en las escuelas primarias para detectar el virus.
Hasta ahora, los científicos han utilizado en buena medida muestras ambientales como estas para rastrear tendencias en las concentraciones de coronavirus e identificar puntos críticos. Pero estas muestras también pueden ser una ventana al modo en el que una nueva variante de preocupación se comporta en la comunidad en general de una manera más rápida y precisa que cualquier tipo de prueba a una sola persona. Una muestra de virus de un hisopo nasal o de saliva ofrece información sobre un solo individuo; una muestra de agua residual o de aire ofrece información sobre muchas personas, en el caso de la primera, hasta de miles de personas. Apoyarse más en estos métodos podría brindarle al mundo más tiempo para responder antes de que las variantes se propaguen.
Hay, sin embargo, algunos desafíos prácticos. Las muestras ambientales pueden contener mucho ruido de fondo: muchos otros virus, bacterias y hongos que se encuentran en los desechos humanos. Determinar qué es importante y qué no lo es puede ser difícil. La coordinación es otro problema: el mundo necesita desarrollar un consenso sobre cómo analizar las secuencias ambientales y crear un centro que, como lo hace la GISAID para la secuenciación clínica, permita compartir información y conocimientos casi en tiempo real entre los países.
A medida que estas iniciativas se busquen y financien, también es importante que el público conozca cómo funcionan las pruebas ambientales y la secuenciación para evitar parte de la desinformación y los malentendidos que han afectado la percepción de otras medidas de salud, como las vacunas. Quienes implementen esos análisis deben dejar en claro que las muestras ambientales son anónimas: no confirman qué persona tuvo el virus, solo indican si el coronavirus está en una comunidad.
Probar y secuenciar muestras de virus que se encuentran en aguas residuales o en el aire no es una solución singular; se utiliza mejor junto con otras fuentes de datos para establecer una visión más amplia y holística de la propagación de un patógeno en una comunidad y en todo el mundo. Pero debido a que es la forma más rápida de detectar variantes, puede ayudar a los líderes a prepararse y, potencialmente, prevenir la próxima ola de coronavirus, y, con suerte, la próxima pandemia.
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Rick Bright
Es inmunólogo, virólogo y experto en vacunas. Es el director ejecutivo del Instituto de Prevención de Pandemias y dirigió la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado del gobierno federal estadounidense de 2016 a 2020.