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"EROS DESENCADENADO": EL DOCUMENTAL QUE INVESTIGA LAS RAÍCES DE LA PUBLICIDAD EN LA MAGIA ERÓTICA
Viernes 24 de
Diciembre 2021
Eros desencadenado es una serie documental que narra la transformación y evolución de ideas como la magia, el deseo, el pneuma o la fantasía en la cultura moderna, particularmente en la publicidad y en la industria del entretenimiento.
Esta obra se basa en el trabajo pionero del historiador rumano Iaon P. Culianu, quien señaló que la filosofía mágica y erótica de Giordano Bruno es una de las precursoras de las técnicas de captación de la atención y manipulación de las masas utilizadas por agencias de relaciones públicas, casas productoras y oficinas de propaganda. Consciente o inconscientemente, al emplear imágenes -que antiguamente se llamaban "fantasmas"- y crear marcas y estrellas pop para seducir y conducir la psicología del público, se introduce el discurso de la magia y el ocultismo a la esfera pública.
La serie documental, dirigida por Gabriel García y escrita por este y el escritor Mauricio Loza, hace uso de una variedad de fuentes muy interesantes, desde el hermetismo hasta el psicoanálisis, la magia renacentista y el marketing viral. Se traza la evolución de conceptos que aparecen en teorías de la percepción y la imaginación en la antigüedad, como el pneuma y la fantasía (o los fantasmas). En la antigüedad se creía que la visión era un evento activo en el que la imagen (el fantasma) se imprimía en el espejo de la mente e incluso podía invadir el alma. Había una sustancia o quintaesencia energética llamada pneuma o espíritu que fluía entre las cosas. Esta noción de pneuma, que permite una continuidad y un espacio de influencia entre la psique y el mundo (y entre lo humano y lo divino), fue central en las concepciones de la magia renacentista, particularmente en Giordano Bruno. La tesis central es que a través de las imágenes -o fantasmas- se puede obtener acceso y, de alguna forma, manipular la psique de las personas. Las imágenes están cargadas de una fuerza que circula y crea ataduras a través del deseo (eros) que producen. A través de los ojos, el amor entra en la forma de un "espíritu"; así, el amante puede ser poseído por su amada, como ocurría en las historias del amor cortés o entre escritores neoplatónicos como Dante y Petrarca.
Garcia y Loza nos llevan por un recorrido -una genealogía de la magia erótica- que nos permite ver cómo estas ideas, bajo nuevas guisas, se vuelven esenciales en la generación de la cultura de masas del siglo XX. Giordano Bruno desarrolló el concepto del mago como un cazador, como un ser cuyo poder es su capacidad de recolectar y manipular el deseo. Bruno sugiere que el deseo, el eros es una fuerza universal, específicamente la fuerza aglutinante, el vínculo de vínculos. Movidos por la imaginación y la fantasía, los amantes, los que han sido atados por las imágenes, se vuelven vulnerables a la manipulación de su voluntad. Esto se manifiesta en la actualidad, por ejemplo, en el elemento aspiracional de la cultura, que es esencial para movilizar al consumo. Hay un elemento erótico en las relaciones entre las personas y los productos, generalmente mediado por celebridades, modelos o marcas. Las diferencias entre la publicidad y los programas "de contenido" o entre la información y el entretenimiento suelen desdibujarse: la única continuidad es esta interacción entre la imagen y el deseo.
Aunque para algunos pueda parecer un poco extrema esta teoría, es indudable que las imágenes, cuando anidan en nuestra memoria, operan en nuestra voluntad y por momentos, como bien saben el adicto y el enamorado, nos quitan todo rasgo de autonomía. Lo hacen de maneras que históricamente han sido descritas con el lenguaje de los hechizos, la posesión y los demonios. Platón fue el primero en hablar del amor como un demonio y del estado de intensidad erótica y poética como una manía, una especie de posesión mediada por fuerzas invisibles.
En Eros desencadenado se señala que algunas de estas ideas fueron recogidas por las nociones de magnetismo animal que influyeron en el psicoanálisis. Luego el psicoanálisis, que pretendió descubrir que la sexualidad era el motor oculto de todo el comportamiento, proveyó el marco conceptual para la manipulación del deseo a través de las imágenes. Particularmente central en esta operación fue Ed Bernays (el sobrino de Freud), una de las figuras más influyentes en el surgimiento de las agencias de relaciones públicas. Bernays creía que usando imágenes que operan a nivel inconsciente, generalmente apelando a la sexualidad, se podían propiciar ciertas conductas que podían redituar tanto en ventas como en creación de tendencias de opinión. De manera más o menos súbita, sirviendo a la ambición de la economía industrial que producía más de lo que es necesario, pasamos a una economía basada en el deseo y no en la necesidad.
En esta circunstancias surge el famoso "sueño americano" y las imágenes emblemáticas del "lifetsyle" que prometían al ciudadano promedio participar en un mundo idealizado, en un paraíso secular suburbano, con tan sólo amplificar su poder adquisitivo. Según los documentalistas: "el sueño americano es el hechizo de prosperidad y abundancia que se alimenta del deseo que produce en sus súbditos". Entre las grandes fantasías creadas por la distribución de imágenes cargadas de eros está la idea de que el libre mercado es un dios justo que recompensa a aquellos que lo merecen, y de que lo único que hay que hacer para alcanzar la felicidad es ejercer el deseo, afirmarnos como individuos, expresarnos (para lo cual las compañías, desde Ford o Marlboro hasta Apple, nos pueden ayudar).
Todos estos mecanismos sólo se han agudizado con las redes sociales virtuales, la "democratización del deseo" y la ubicuidad de las pantallas, que son portales de acceso permanente a las imágenes, a los fantasmas que devoran pneuma. El gran teórico de medios Marshall McLuhan, en una carta al teólogo Jacques Maritain, hizo una reflexión importante en este sentido. Según McLuhan, la información y la gran red electrónica global son una especie de simulación o sucedáneo del "alma del mundo". En nuestra época, la información reemplaza al espíritu; lo que circula en todas estas transacciones de la atención en redes sociales es pneuma, pero es la versión reducida o rebajada de la potencia erótica espiritual. Una linfa vital procesada y alejada de su fuente. Vivimos en una "burbuja demiúrgica", se dice en la serie documental. O, más bien, en una burbuja demiúrgica creada sobre otra, como quien se diera a la tarea de construir una cueva encima de la famosa cueva en la que ya vivimos prisioneros, confundiendo las sombras con la realidad, según la insuperable alegoría de Platón. Esa capa extra que nos aleja de la luz es constantemente renovada por el deseo de los prisioneros que se adhiere a la imagen como dándole lustre, realidad, influencia.
La serie documental, dirigida por Gabriel García y escrita por este y el escritor Mauricio Loza, hace uso de una variedad de fuentes muy interesantes, desde el hermetismo hasta el psicoanálisis, la magia renacentista y el marketing viral. Se traza la evolución de conceptos que aparecen en teorías de la percepción y la imaginación en la antigüedad, como el pneuma y la fantasía (o los fantasmas). En la antigüedad se creía que la visión era un evento activo en el que la imagen (el fantasma) se imprimía en el espejo de la mente e incluso podía invadir el alma. Había una sustancia o quintaesencia energética llamada pneuma o espíritu que fluía entre las cosas. Esta noción de pneuma, que permite una continuidad y un espacio de influencia entre la psique y el mundo (y entre lo humano y lo divino), fue central en las concepciones de la magia renacentista, particularmente en Giordano Bruno. La tesis central es que a través de las imágenes -o fantasmas- se puede obtener acceso y, de alguna forma, manipular la psique de las personas. Las imágenes están cargadas de una fuerza que circula y crea ataduras a través del deseo (eros) que producen. A través de los ojos, el amor entra en la forma de un "espíritu"; así, el amante puede ser poseído por su amada, como ocurría en las historias del amor cortés o entre escritores neoplatónicos como Dante y Petrarca.
Garcia y Loza nos llevan por un recorrido -una genealogía de la magia erótica- que nos permite ver cómo estas ideas, bajo nuevas guisas, se vuelven esenciales en la generación de la cultura de masas del siglo XX. Giordano Bruno desarrolló el concepto del mago como un cazador, como un ser cuyo poder es su capacidad de recolectar y manipular el deseo. Bruno sugiere que el deseo, el eros es una fuerza universal, específicamente la fuerza aglutinante, el vínculo de vínculos. Movidos por la imaginación y la fantasía, los amantes, los que han sido atados por las imágenes, se vuelven vulnerables a la manipulación de su voluntad. Esto se manifiesta en la actualidad, por ejemplo, en el elemento aspiracional de la cultura, que es esencial para movilizar al consumo. Hay un elemento erótico en las relaciones entre las personas y los productos, generalmente mediado por celebridades, modelos o marcas. Las diferencias entre la publicidad y los programas "de contenido" o entre la información y el entretenimiento suelen desdibujarse: la única continuidad es esta interacción entre la imagen y el deseo.
Aunque para algunos pueda parecer un poco extrema esta teoría, es indudable que las imágenes, cuando anidan en nuestra memoria, operan en nuestra voluntad y por momentos, como bien saben el adicto y el enamorado, nos quitan todo rasgo de autonomía. Lo hacen de maneras que históricamente han sido descritas con el lenguaje de los hechizos, la posesión y los demonios. Platón fue el primero en hablar del amor como un demonio y del estado de intensidad erótica y poética como una manía, una especie de posesión mediada por fuerzas invisibles.
En Eros desencadenado se señala que algunas de estas ideas fueron recogidas por las nociones de magnetismo animal que influyeron en el psicoanálisis. Luego el psicoanálisis, que pretendió descubrir que la sexualidad era el motor oculto de todo el comportamiento, proveyó el marco conceptual para la manipulación del deseo a través de las imágenes. Particularmente central en esta operación fue Ed Bernays (el sobrino de Freud), una de las figuras más influyentes en el surgimiento de las agencias de relaciones públicas. Bernays creía que usando imágenes que operan a nivel inconsciente, generalmente apelando a la sexualidad, se podían propiciar ciertas conductas que podían redituar tanto en ventas como en creación de tendencias de opinión. De manera más o menos súbita, sirviendo a la ambición de la economía industrial que producía más de lo que es necesario, pasamos a una economía basada en el deseo y no en la necesidad.
En esta circunstancias surge el famoso "sueño americano" y las imágenes emblemáticas del "lifetsyle" que prometían al ciudadano promedio participar en un mundo idealizado, en un paraíso secular suburbano, con tan sólo amplificar su poder adquisitivo. Según los documentalistas: "el sueño americano es el hechizo de prosperidad y abundancia que se alimenta del deseo que produce en sus súbditos". Entre las grandes fantasías creadas por la distribución de imágenes cargadas de eros está la idea de que el libre mercado es un dios justo que recompensa a aquellos que lo merecen, y de que lo único que hay que hacer para alcanzar la felicidad es ejercer el deseo, afirmarnos como individuos, expresarnos (para lo cual las compañías, desde Ford o Marlboro hasta Apple, nos pueden ayudar).
Todos estos mecanismos sólo se han agudizado con las redes sociales virtuales, la "democratización del deseo" y la ubicuidad de las pantallas, que son portales de acceso permanente a las imágenes, a los fantasmas que devoran pneuma. El gran teórico de medios Marshall McLuhan, en una carta al teólogo Jacques Maritain, hizo una reflexión importante en este sentido. Según McLuhan, la información y la gran red electrónica global son una especie de simulación o sucedáneo del "alma del mundo". En nuestra época, la información reemplaza al espíritu; lo que circula en todas estas transacciones de la atención en redes sociales es pneuma, pero es la versión reducida o rebajada de la potencia erótica espiritual. Una linfa vital procesada y alejada de su fuente. Vivimos en una "burbuja demiúrgica", se dice en la serie documental. O, más bien, en una burbuja demiúrgica creada sobre otra, como quien se diera a la tarea de construir una cueva encima de la famosa cueva en la que ya vivimos prisioneros, confundiendo las sombras con la realidad, según la insuperable alegoría de Platón. Esa capa extra que nos aleja de la luz es constantemente renovada por el deseo de los prisioneros que se adhiere a la imagen como dándole lustre, realidad, influencia.
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