Por qué el SARS-CoV-2 podría mutar hacia un virus no patógeno
Lunes 27 de
Septiembre 2021
Desde que la pandemia por COVID-19 afecta al mundo, los científicos han intentado comprender y predecir qué rumbo tomará el virus SARS-CoV-2 y sus mutaciones.
¿Qué hace que una variante sea más preocupante que otra?, es una de las preguntas que se formulan los expertos. Las variantes, en términos generales, son un conjunto de “mejoras” genéticas que facilitan la propagación e invasión del cuerpo humano. Este hecho también se ve potenciado por factores externos, como la baja vacunación, o el comportamiento de la sociedad sin medidas de control y prevención, que también influye en la mayor transmisión. Se sabe que, cuanto a más personas infecte un virus, más posibilidades tendrá de mutar.
La variante Delta, por ejemplo, es más transmisible que otras y genera un cuadro de síntomas ligeramente diferentes (más dolor de cabeza y menos tos). Se estima que es entre 30% y 60% más transmisible que otras variantes del nuevo coronavirus y puede ser hasta un 80% más contagiosa que el virus surgido en Wuhan, China en diciembre de 2019.
Según recordó que rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y catedrático de Microbiología de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, César Nombela, “algunas estimaciones señalan que la relación de los coronavirus con el hombre se remonta a hace unos 8.000 años”. El conocimiento de un grupo de virus tan grande y diversificado como los coronavirus, permite reconstruir algo de la historia reciente. “Los coronavirus humanos actuales proceden fundamentalmente, aunque no exclusivamente, del murciélago, su reservorio principal”, señaló. El primero de los virus llamados síndrome respiratorio agudo severo coronavirus (SARS-CoV por sus siglas en inglés) surgió en 2002. Se trató de un virus altamente patógeno, es decir, con una gran capacidad de generar una enfermedad, pero terminó extinguiéndose en menos de un año.
Luego, 10 años más tarde, apareció en escena el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV, por sus siglas en inglés), aún más contagioso que se transmitió a los seres humanos a través de los camélidos y tuvo una extensión limitada.
Finalmente, a fines de 2019 surgió el SARS-CoV-2, causante del COVID-19, que rápidamente demostró ser mucho más mortal y hasta el momento ha causado casi 5 millones de muertos.
Si bien las variantes del SARS-CoV-2 han sido numerosas, las más importantes, además de la original de Wuhan, han sido la Alfa (Reino Unido), Gamma (Manaos), Beta (Sudáfrica) y Delta (India). Esta última es la que circula actualmente en más de 180 países, aunque en Argentina no ha llegado, hasta fines de septiembre, a circular en forma masiva.
Un estudio de científicos del Reino Unido, Suiza, Japón, India y Sudáfrica, publicado a comienzos de este mes, confirmó que Delta ha suplantado a las otras variantes que circulaban no sólo por su mayor capacidad para infectar sino también porque los anticuerpos neutralizantes de las personas tienen una menor sensibilidad. Por lo tanto, la infección con Delta es más complicada de controlar.
Los investigadores encontraron que los 130 trabajadores de la salud que estudiaron y que se infectaron con la variante Delta no tuvieron un riesgo más elevado de hospitalización, pero sí tuvieron mayor probabilidad de sufrir una infección posvacunación a causa de esta variante en comparación con otras. La Delta se replica mejor en las células pulmonares que la variante Alfa.
“Importa reflexionar sobre la evolución de la enfermedad y la pandemia. Cuando siguen surgiendo variantes que preocupan porque pueden ser más transmisibles y virulentas, también cabe formular la pregunta de si es posible que surjan otras variantes que, siendo más transmisibles, estén atenuadas en su virulencia o que produzcan infección banal”, dijo el catedrático español en el diario ABC, ya que “los previsibles procesos de mutación indican que esta evolución a virus menos patógeno no es descartable”.
Para formular esta hipótesis, Nombela recordó que “los cuatro coronavirus catarrales que circulan, afectando a seres humanos de todas las edades, pueden ser el resultado de la evolución de otros coronavirus epidémicos, mucho más patógenos, que impactaron en el pasado y que perdieron la virulencia”. En ese sentido, subrayó que estos virus desencadenan una reacción inmunitaria que “presenta reacción cruzada con el COVID-19″.
El catedrático español admitió que aún la ciencia no se encuentra en condiciones de pronosticar “si va a ocurrir esta evolución más favorable, tan deseable por otro lado. De lo que no cabe duda es de que va a depender del nivel de inmunidad colectiva, sea por vacunación o por infección natural”.
Nombela reconoció que esta no es una tarea fácil, ya que desde el inicio de la distribución de las vacunas contra el COVID-19 el año pasado quedó claro que muchos países avanzarían más rápidamente que muchos otros en su aplicación. “Aunque en muchos países hayamos alcanzado ya una proporción alta de vacunados, en otros llevará muchos meses subir del 10%” de su población inoculada, dijo.
“Entiendo como muy importante que surjan nuevas vacunas, de entre las que está de camino las de virus atenuados” que, a su criterio, dijo, podrían “marca la diferencia. Al fin y al cabo, atenuar la patogenicidad de SARS-CoV-2 es lo que necesitamos” en todo el mundo.
Varios estudios han demostrado que, aunque baja la efectividad para prevenir los contagios, las vacunas elaboradas para el original virus del SARS-CoV-2 son altamente eficaces para evitar cuadros graves o la muerte, cuando las personas completan su esquema de vacunación.
Mientras Argentina avanza la campaña de vacunación contra COVID-19 los infectólogos continúan recalcando que la única manera de frenar al coronavirus y la variantes más contagiosas como Delta, Alfa y Gamma es vacunar.
“Vacunar, vacunar y vacunar es lo que hay que hacer para frenar la variante Delta y otras. La lenta llegada de la variante Delta por ahora nos viene dando la posibilidad de hacer lo que estamos haciendo”, explicó recientemente Tomás Orduna, infectólogo y miembro del equipo de consulta que asesora Gobierno durante la actual pandemia.
“El fin de la pandemia va a tardar pero algún día tiene final y vamos a tener el COVID dentro de los virus que circulen”, aseguró el experto para resumir una postura que vienen manteniendo los especialistas en general. El Jefe de Área del Hospital Muñiz comentó que “las variantes de preocupación siguen siendo las mismas 4 calificadas por la OMS, que son Alfa, Beta, Gamma y Delta”.
En Argentina, de las 67.508.045 vacunas que ingresaron al país se habían aplicado hasta hoy 50.910.055. Desde agosto, las autoridades sanitarias intentan acelerar la aplicación de la segundas dosis. De esta forma, ya habían completado su esquema de vacunación 21.448.257 personas (46,82%), mientras 29.461.798 (64,31%) continuaban con una sola dosis.
La variante Delta, por ejemplo, es más transmisible que otras y genera un cuadro de síntomas ligeramente diferentes (más dolor de cabeza y menos tos). Se estima que es entre 30% y 60% más transmisible que otras variantes del nuevo coronavirus y puede ser hasta un 80% más contagiosa que el virus surgido en Wuhan, China en diciembre de 2019.
Según recordó que rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y catedrático de Microbiología de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, César Nombela, “algunas estimaciones señalan que la relación de los coronavirus con el hombre se remonta a hace unos 8.000 años”. El conocimiento de un grupo de virus tan grande y diversificado como los coronavirus, permite reconstruir algo de la historia reciente. “Los coronavirus humanos actuales proceden fundamentalmente, aunque no exclusivamente, del murciélago, su reservorio principal”, señaló. El primero de los virus llamados síndrome respiratorio agudo severo coronavirus (SARS-CoV por sus siglas en inglés) surgió en 2002. Se trató de un virus altamente patógeno, es decir, con una gran capacidad de generar una enfermedad, pero terminó extinguiéndose en menos de un año.
Luego, 10 años más tarde, apareció en escena el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV, por sus siglas en inglés), aún más contagioso que se transmitió a los seres humanos a través de los camélidos y tuvo una extensión limitada.
Finalmente, a fines de 2019 surgió el SARS-CoV-2, causante del COVID-19, que rápidamente demostró ser mucho más mortal y hasta el momento ha causado casi 5 millones de muertos.
Si bien las variantes del SARS-CoV-2 han sido numerosas, las más importantes, además de la original de Wuhan, han sido la Alfa (Reino Unido), Gamma (Manaos), Beta (Sudáfrica) y Delta (India). Esta última es la que circula actualmente en más de 180 países, aunque en Argentina no ha llegado, hasta fines de septiembre, a circular en forma masiva.
Un estudio de científicos del Reino Unido, Suiza, Japón, India y Sudáfrica, publicado a comienzos de este mes, confirmó que Delta ha suplantado a las otras variantes que circulaban no sólo por su mayor capacidad para infectar sino también porque los anticuerpos neutralizantes de las personas tienen una menor sensibilidad. Por lo tanto, la infección con Delta es más complicada de controlar.
Los investigadores encontraron que los 130 trabajadores de la salud que estudiaron y que se infectaron con la variante Delta no tuvieron un riesgo más elevado de hospitalización, pero sí tuvieron mayor probabilidad de sufrir una infección posvacunación a causa de esta variante en comparación con otras. La Delta se replica mejor en las células pulmonares que la variante Alfa.
“Importa reflexionar sobre la evolución de la enfermedad y la pandemia. Cuando siguen surgiendo variantes que preocupan porque pueden ser más transmisibles y virulentas, también cabe formular la pregunta de si es posible que surjan otras variantes que, siendo más transmisibles, estén atenuadas en su virulencia o que produzcan infección banal”, dijo el catedrático español en el diario ABC, ya que “los previsibles procesos de mutación indican que esta evolución a virus menos patógeno no es descartable”.
Para formular esta hipótesis, Nombela recordó que “los cuatro coronavirus catarrales que circulan, afectando a seres humanos de todas las edades, pueden ser el resultado de la evolución de otros coronavirus epidémicos, mucho más patógenos, que impactaron en el pasado y que perdieron la virulencia”. En ese sentido, subrayó que estos virus desencadenan una reacción inmunitaria que “presenta reacción cruzada con el COVID-19″.
El catedrático español admitió que aún la ciencia no se encuentra en condiciones de pronosticar “si va a ocurrir esta evolución más favorable, tan deseable por otro lado. De lo que no cabe duda es de que va a depender del nivel de inmunidad colectiva, sea por vacunación o por infección natural”.
Nombela reconoció que esta no es una tarea fácil, ya que desde el inicio de la distribución de las vacunas contra el COVID-19 el año pasado quedó claro que muchos países avanzarían más rápidamente que muchos otros en su aplicación. “Aunque en muchos países hayamos alcanzado ya una proporción alta de vacunados, en otros llevará muchos meses subir del 10%” de su población inoculada, dijo.
“Entiendo como muy importante que surjan nuevas vacunas, de entre las que está de camino las de virus atenuados” que, a su criterio, dijo, podrían “marca la diferencia. Al fin y al cabo, atenuar la patogenicidad de SARS-CoV-2 es lo que necesitamos” en todo el mundo.
Varios estudios han demostrado que, aunque baja la efectividad para prevenir los contagios, las vacunas elaboradas para el original virus del SARS-CoV-2 son altamente eficaces para evitar cuadros graves o la muerte, cuando las personas completan su esquema de vacunación.
Mientras Argentina avanza la campaña de vacunación contra COVID-19 los infectólogos continúan recalcando que la única manera de frenar al coronavirus y la variantes más contagiosas como Delta, Alfa y Gamma es vacunar.
“Vacunar, vacunar y vacunar es lo que hay que hacer para frenar la variante Delta y otras. La lenta llegada de la variante Delta por ahora nos viene dando la posibilidad de hacer lo que estamos haciendo”, explicó recientemente Tomás Orduna, infectólogo y miembro del equipo de consulta que asesora Gobierno durante la actual pandemia.
“El fin de la pandemia va a tardar pero algún día tiene final y vamos a tener el COVID dentro de los virus que circulen”, aseguró el experto para resumir una postura que vienen manteniendo los especialistas en general. El Jefe de Área del Hospital Muñiz comentó que “las variantes de preocupación siguen siendo las mismas 4 calificadas por la OMS, que son Alfa, Beta, Gamma y Delta”.
En Argentina, de las 67.508.045 vacunas que ingresaron al país se habían aplicado hasta hoy 50.910.055. Desde agosto, las autoridades sanitarias intentan acelerar la aplicación de la segundas dosis. De esta forma, ya habían completado su esquema de vacunación 21.448.257 personas (46,82%), mientras 29.461.798 (64,31%) continuaban con una sola dosis.
Con información de
Infobae