"La muerte de una embarazada sin vacunar revela un fallo sistémico de la red sanitaria"

Lunes 23 de Agosto 2021

Óscar Martínez Pérez, coordinador del registro ObsCOVID, lamenta el retraso que hubo en las recomendaciones para vacunar a las gestantes y los fallos de los sistemas de información
Oscar Martínez Pérez (Madrid, 53 años) es especialista del servicio de ginecología del Hospital Puerta de Hierro e investigador principal del registro ObsCOVID, que con financiación del Instituto de Salud Carlos III ha tejido una red de 86 grandes hospitales para medir el impacto de la pandemia entre las mujeres embarazadas. Él fue uno de los profesionales que a finales de julio dio un paso al frente para alertar del incremento de fallecimientos entre gestantes que estaba causando la quinta ola. También para reclamar a las comunidades que aceleraran la vacunación de este colectivo, proceso hasta entonces lastrado por las informaciones contradictorias que recibían las futuras madres.
 
Pregunta. ¿Ha sido esta quinta ola también la de las mujeres embarazadas?
 
Respuesta. Sin duda. Hemos visto cifras de hospitalizaciones, ingresos en la UCI y fallecimientos no vistos desde marzo de 2020. Y en muchos lugares han sido peores.
 
P. ¿Por qué?
 
R. Tras la primera ola, el miedo al virus hizo que las embarazadas se cuidaran muchísimo. Luego, en un proceso que empezó tras la tercera ola y se aceleró con el fin del estado de alarma y el buen tiempo, se fueron reincorporando a su vida laboral y social en un entorno con protecciones relajadas. Esto coincidió con el desarrollo de la campaña de vacunación, que no las tuvo en cuenta como grupo de riesgo. No solo eso, sino que la mayoría de las veces recibían una información inadecuada que hacía que no se vacunaran. Súmale a todo esto la llegada de la variante delta.
 
P. Una tormenta perfecta...
 
R. Exactamente. Tienes una población de mayor riesgo, sin vacunar y expuesta a una variante muy contagiosa en un entorno de relajación generalizada de las medidas de protección. Hasta finales de julio, apenas el 10% de las mujeres que daban a luz estaban vacunadas. Era el peor de los escenarios posibles.
 
P. ¿Cuál es el riesgo del coronavirus para las embarazadas?
 
R. En el tramo de edad de 30 a 39 años, el de ingreso en la UCI es del 2%, diez veces más que otra mujer de esa edad. El riesgo de muerte asciende al tres por 1.000. Son magnitudes muy importantes, algo menores en el tramo de edad de 20 a 29 años. Pero en España muchos embarazos se producen bien entrada la treintena.
 
P. ¿Y se concentra en el tercer trimestre?
 
R. No solo. En el primero no hay ninguna evidencia de que el virus incremente el riesgo de aborto o malformaciones. Pero en el segundo sí la hay de que aumenta el riesgo de muerte fetal intraútero. Al final de este trimestre, como ocurre en el tercero, crece el riesgo de prematuridad. Y para la mujer, el de neumonía, de ingreso en la UCI y de otras complicaciones asociadas, como el tromboembolismo y hemorragias. Todo esto aumenta en el último trimestre, cuando además irrumpe la preeclamsia, una afección multiorgánica que eleva la tensión y que también hace necesario adelantar el parto.
 
P. Ustedes alertaron a finales de julio de que tres mujeres habían muerto en el mes anterior. Este jueves conocimos otro caso en Sevilla y el viernes otro en Gijón. ¿Ha habido más?
 
R. Sí, pero no contamos con un registro sistemático.
 
P. Algunas comunidades no reconocían que hubieran registrado fallecimientos.
 
R. Desde antes de la pandemia tenemos un problema grave de infraestimación de la mortalidad materna desde los hospitales. Los estudios la sitúan en el 48% de los casos. Eso es muchísimo.
 
P. ¿Cómo es posible?
 
R. Primero, porque solo recogemos de forma fiable la mortalidad materna directamente atribuible a una causa obstétrica. Pero la indirecta, que es cuando el embarazo agrava una patología previa, no la solemos registrar. Y segundo, también registramos bien las muertes que ocurren en el hospital durante el parto o inmediatamente después. Pero hasta los 40 días se sigue considerando mortalidad materna y eso no se registra de forma adecuada.
 
P. La estrategia de vacunación incluyó a las embarazadas en su séptima actualización, publicada el 11 de mayo. No como grupo prioritario, pero sí para vacunarse con su grupo de edad. Pese a ello, hemos visto comunicaciones de finales de junio en la que los médicos decían a sus pacientes que no se vacunaran.
 
R. Sí, ha sido un problema generalizado. Se les decía justo lo contrario de lo que necesitaban oír. Y la que, pese a todo, intentaba vacunarse, tenía que competir para conseguir cita con personas de su misma edad con un riesgo 10 veces menor.
 
P. ¿Qué ha fallado?
 
R. Muchas cosas. La estructura de comunicación entre el Ministerio de Sanidad, las comunidades, las sociedades y asociaciones profesionales obstétricas, y el médico y las matronas en las consultas no está muy bien engrasada. La mayoría de profesionales no recibió la información adecuada para transmitirla a sus pacientes. Faltan instituciones con prestigio y liderazgo científico que alineen a todos los actores con un objetivo común. El ministerio no ejerce ese liderazgo y las sociedades científicas tampoco. Así que cada comunidad actúa un poco por su cuenta.
 
P. Pero ministerio y comunidades acuerdan sus políticas en el seno de la Comisión de Salud Pública y se apoyan en la Ponencia de Vacunas.
 
R. Sí, pero a la hora de la verdad nadie desarrolló programas específicos de vacunación de gestantes. Ni siquiera lograron que se vacunaran a las que tocaba por edad. Muy probablemente porque infraestimaron el riesgo pese a tener los datos, lo que revela otro problema: la ausencia de sistemas de información ágiles que hubieran permitido detectar a tiempo lo que estaba pasando.
 
P. ¿A qué se refiere?
 
R. Antes de que una mujer fallezca, primero ha enfermado. Luego ha sido hospitalizada y ha ingresado en la UCI. Lo que ha pasado ahora es que solo hemos detectado la gravedad de lo que estaba ocurriendo con los fallecimientos, cuando ya era demasiado tarde. Y lo detectamos en gran medida a través de ObsCOVID, que está muy bien, pero no es el cauce oficial. Con unos buenos sistemas de información, las administraciones hubieran detectado estos incrementos antes y, como se ha visto luego, se hubieran podido evitar muchos problemas.
 
P. ¿Seguro?
 
R. Sí. Todo cambió el 28 de julio. Alguna comunidad [Andalucía] instó esa mañana a las mujeres embarazadas a vacunarse. Luego EL PAÍS publicó que tres mujeres habían fallecido [tras ser alertado por los profesionales], lo que hizo que otros medios se hicieran eco de lo que pasaba. La reacción del resto de comunidades fue inmediata. En apenas uno o dos días revisaron sus datos y tomaron conciencia del problema. Una tras otra, diseñaron y establecieron circuitos rápidos de vacunación. Los profesionales pasaron a recomendarla y las gestantes acudieron en masa a los centros de salud. Se hizo todo muy rápido y se hizo bien, además en mitad del verano y con las plantillas mermadas. No es, por tanto, un problema de capacidad ni de falta de medios. Es una cuestión de toma de decisiones estratégicas.
 
P. Por lo que describe, parece que lo que hubo fue un fallo sistémico.
 
R. Sin duda. La muerte de una embarazada sin vacunar a estas alturas de la pandemia, con la evidencia disponible y sin haber recibido la información adecuada, revela un fallo sistémico de la red sanitaria.
 
P. ¿Qué hay que mejorar?
 
R. Lo primero, la gobernanza en las administraciones. También es necesario un mayor liderazgo de las instituciones y sociedades científicas. Y por último, los sistemas de información. Yo siempre digo que si voy a Castellón y trato de sacar dinero de mi cuenta domiciliada en Madrid que está en negativo, pues no me dejan. Pero si voy al médico y le digo que tengo una enfermedad que en realidad no tengo, él se lo tiene que creer porque no tiene un sistema de información donde pueda verificarlo.
 
P. ¿Cuál es la situación actual?
 
R. Estamos en la cola de la quinta ola. Sigue habiendo embarazadas en la UCI de muchos hospitales, pero ya no aumenta su número, al contrario. Además, ha cambiado mucho el clima. Las comunidades han creado circuitos rápidos, los profesionales tienen claro la información a dar, hay plena conciencia de la seguridad y eficacia de las vacunas, y las mujeres están acudiendo a vacunarse a muy buen ritmo.
 
P. ¿Y qué nos queda por delante?
 
R. Tenemos que definir los perfiles de enfermedad para mejorar y personalizar la asistencia. También necesitamos ver si la tercera dosis puede ser beneficiosa para las gestantes. Y aún nos queda por descubrir si sufrirán secuelas a largo plazo por el covid, como ya se ha visto en otros colectivos.
Con información de El País

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