¿Qué es la sarcopenia asociada al COVID prolongado?

Viernes 13 de Agosto 2021

La pérdida de masa muscular que avanza con el paso del tiempo, es un proceso gradual y a menudo pasa desapercibido, porque no causa dolor.
El cuerpo va perdiendo rendimiento, la fuerza disminuye, lo que en la medicina se conoce como sarcopenia, y muchos lo atribuyen al paso de los años.
 
Con el surgimiento del coronavirus y sobre todo de los efectos a largo plazo que el mismo genera en las personas que tuvieron la enfermedad, muchas personas que padecen este “Long COVID”, experimentan sarcopenia.
 
Según explica la Biblioteca de Medicina de los Estados Unidos, la sarcopenia es un término utilizado para definir la pérdida de masa muscular y fuerza que ocurre con el envejecimiento. Se cree que este padecimiento juega un papel importante en la patogénesis de la fragilidad y el deterioro funcional que se produce con la vejez. El desgaste muscular progresivo ocurre con el envejecimiento. Se estima que la prevalencia de sarcopenia clínicamente significativa oscila entre el 8,8% en mujeres jóvenes y el 17,5% en hombres ancianos.
 
Pero además del paso inevitable de la edad, estudios científicos recientes vinculan a la sarcopenia como un nuevo efecto post-covid. “Dado que el aislamiento social se adopta como la medida más protectora contra COVID-19, el nivel de actividad física y la ingesta de una dieta adecuada han disminuido considerablemente, especialmente entre los adultos mayores, lo que denota una mayor posibilidad de desarrollar sarcopenia”, explica una publicación del Centro Nacional para la Información Biotecnológica. La investigación también muestra una mayor vulnerabilidad de las personas sarcopénicas al COVID-19, así como el desarrollo de trastornos debilitantes como la sarcopenia y la caquexia en una proporción considerable de pacientes con COVID-19 sintomáticos y en recuperación.
 
“La detección temprana y el manejo adecuado de la sarcopenia y las condiciones de emaciación en adultos mayores y pacientes con COVID-19 pueden minimizar la morbilidad y la mortalidad durante la actual crisis de COVID-19. Las pautas actuales recomiendan la evaluación previa de la fuerza muscular mediante medidas simples como la fuerza de agarre para identificar a las personas con debilidad comprobada que luego se examinarían para detectar la pérdida de masa muscular. Este último se mide mejor mediante resonancia magnética y tomografía computarizada. Sin embargo, debido al elevado costo y riesgo de radiación que conllevan estas técnicas, se prefieren otras técnicas más sencillas y económicas como la DXA y la ecografía”, apuntaron los expertos a cargo del estudio.
 
En otro estudio científico, pero realizado en el Reino Unido y publicado por la revista científica Aging and Disease se determinó que la patología de “sarcopenia aguda por COVID-19” era habitual en los adultos mayores que sobreviven a situaciones graves producidas por el virus. Esta dolencia afecta dentro de los 6 meses posteriores en los pacientes que estuvieron internados en terapia intensiva. “Se destaca un desbalance muscular con disminución del tamaño y número de fibras y reducción de la síntesis muscular”, afirma la publicación.
 
En otra publicación en la revista científica Journal of Cachexia, Sarcopenia and Muscle científicos de Estados Unidos y Alemania estudiaron la aparición de la sarcopenia en pacientes que habían tenido coronavirus y, en los casos más graves, un cuadro severo llamado caquexia. A este último lo definen como un “síndrome metabólico complejo asociado con una enfermedad subyacente y caracterizado por la pérdida de músculo” que se manifiesta por pérdida de peso, anorexia, degradación de las proteínas musculares e inflamación.
 
Esta pérdida de masa muscular a su vez deriva en una menor movilidad, con lo cual se genera un círculo vicioso que puede llevar entre otras cosas, a un mayor riesgo de caídas. Los afectados pueden convertirse en personas que requieran de cada vez más ayuda sin percatarse de cómo fue que llegaron a esa situación. Pero es importante saber que no hay que llegar a eso, que es posible hacer algo en contra, tomar medidas para ralentizar el proceso y preservar el buen funcionamiento de los músculos y la propia movilidad.
 
“Del mismo modo que uno se hace análisis de sangre para ver cómo está su azúcar, glucemia, su colesterol o se hace electrocardiograma para chequear cómo está su corazón y después repite para controlar cómo va, hoy se está haciendo cada vez más la medición de fuerza -en adultos mayores pero también en personas con sobrepeso o que tienen más de 40 años y son sedentarias- y se mide el grado de funcionamiento del cuerpo, a partir de cuatro cosas: la fuerza que tiene el paciente, la velocidad, la resistencia y el equilibrio”, explicó a Infobae el doctor Alberto Cormillot, especialista en alimentación.
 
Y agregó: “Estos cuatro componentes marca el grado de fortaleza que tienen los músculos. Existe un fenómeno denominado sarcopenia que va pasando a medida que transcurren los años que es la pérdida de volumen y de fuerza que tienen los músculos. Cuándo aparece, la persona es más propensa a las enfermedades”.
 
Pérdida de masa con los años
 
La disminución de la fuerza y la función muscular tiene mayor incidencia superados la mitad de siglo de vida. De acuerdo a estimaciones en Estados Unidos, Europa y China, una de cada ocho mujeres mayores de 65 años presenta un significativo deterioro de la masa muscular, mientras que para los hombres la prevalencia es de uno en 20. De cualquier modo, en ambos casos constituye una de las razones por la que se presentan frecuentes fracturas.
 
La masa muscular se desarrolla rápidamente durante el crecimiento hasta alcanzar su punto máximo rondando los 30 años. Los hombres, por efecto de la testosterona, logran una masa muscular 20 por ciento mayor que las mujeres. La musculatura se mantiene estable hasta los 50 años, cuando comienza a disminuir. La pérdida de músculo no significa necesariamente que se adelgace el diámetro de la pierna o pantorrilla. Lo que sucede es que el músculo se ve infiltrado por tejido graso. “Todos pierden masa muscular a partir de los 30 años aproximadamente”, señala el licenciado en Deportes Jürgen Giessing, profesor en una universidad alemana. La pérdida llega a ser de hasta un dos por ciento anual, y una vez superados los 70 años, de un tres por ciento al año, aproximadamente.
 
Pero el riesgo de perder aún más masa muscular y rendimiento aumenta también si alguien tiene que estar un tiempo en cama, por ejemplo en el hospital debido a algún tipo de intervención. Los pacientes que atraviesan esa situación suelen quedar después demasiado débiles como para volver a levantarse. Asimismo, el cáncer, el EPOC y las enfermedades cardíacas o renales crónicas también pueden generar pérdida de masa muscular. “Puede afectar tanto a pacientes jóvenes como mayores”, explica el licenciado en Deportes Sebastian Gehlert, de otra universidad germana.
 
Sin embargo, la vejez es el mayor factor de riesgo para desarrollar una sarcopenia, aunque sea una problemática de múltiples vetas. A la reducción de la musculatura pautada por la edad suele sumarse la inactividad, es decir, una mentalidad que se guía por la máxima de “me cuido porque soy mayor”, además de que tal vez estén faltando las proteínas necesarias en la dieta.
 
Más entrenamiento de fuerza
 
Lo importante es contrarrestar la inactividad física con algo que favorezca el trabajo a nivel muscular. “Lo ideal es hacerlo con un entrenamiento de fuerza específico”, dice Sebastian Gehlert, y aclara que el entrenamiento de resistencia no aporta mucho en ese sentido. “No se consigue un gran aumento de la fuerza con deportes como la natación o el ciclismo”, dice Gehlert. Giessing también lo ve así. “El entrenamiento de fuerza no es tampoco complicado de organizar”, apunta. Y precisa que no se trata necesariamente de levantar pesas pesadas; los ejercicios como las sentadillas, prensa de hombros o jalones y las dominadas en máquinas guiadas refuerzan efectivamente el crecimiento muscular.
 
Jürgen Giessing considera que lo ideal es realizar tres unidades de entrenamiento por semana, de una hora cada una. Sin embargo, entrenar una hora por semana también puede ya tener efectos positivos. Lo importante es hacer los ejercicios en forma lenta pero correcta, y en caso posible hacerlos contando con una guía profesional y supervisión, porque de ese modo se pueden corregir posturas incorrectas.
 
El otro punto decisivo es, según Giessing, la regularidad de los entrenamientos de fuerza: “Por ejemplo, no sirve de nada que alguien entrene en verano, y en invierno se quede en casa porque el tiempo no acompaña”.
Con información de Infobae

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