Avanzan las investigaciones para determinar si será necesaria una tercera dosis y quiénes deberán recibirla
Por:
Martín De Ambrosio
Viernes 30 de
Julio 2021
Si bien hay estudios en marcha, no existe una respuesta definitiva aún; estiman que los pacientes con compromiso del sistema inmunológico requerirán un refuerzo
¿Las vacunas contra el Covid-19 resultaron tan efectivas que no se necesitarán refuerzos una vez completados los esquemas? ¿O, como sostienen los laboratorios, serán necesarias terceras dosis o repetir las campañas todos los años como sucede con la antigripal? Todo esto se estudia en tiempo real, con investigaciones que se suceden unas a otras, mientras se avanza en las inmunizaciones masivas en los países que tienen acceso a las vacunas.
Por ahora no hay respuestas definitivas, pero los expertos pueden vislumbrar escenarios posibles mientras esperan los resultados de los estudios en desarrollo. Y no todo es blanco o negro, tercera dosis sí o tercera dosis no. Hay incluso una última opción que se baraja: que solo necesiten una dosis extra las personas que tengan algún tipo de compromiso del sistema inmunológico (como pacientes con cáncer) o una edad tan avanzada que sea imprescindible un refuerzo. Esto es lo que sostiene, en síntesis, el grupo de expertos argentinos consultado por LA NACION.
Guillermo Docena, investigador del Conicet y profesor de Inmunología en la Universidad Nacional de La Plata, afirma: “Hay que esperar por lo menos un año desde que se empezó a vacunar para saber fehacientemente si será necesaria una tercera dosis”. Es más, considera que ese es el plazo mínimo de protección que debe ofrecer cualquier vacuna y que antes del año no tiene ningún sentido dar un refuerzo. “Hoy, a seis u ocho meses de las primeras dosis dadas, se ve una buena inmunidad. Sin embargo, hay ciertos cálculos que dicen que hará falta una dosis después del año porque el virus no está controlado y hay que mantener buena inmunidad en los vacunados”, dice Docena, que dirige un proyecto de vacuna nacional en la Universidad de La Plata denominado Argenvac 221.
Uno de los que tiende a creer que no será necesaria una tercera dosis es Javier Farina, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología y asesor presidencial. “Hoy, la necesidad de una tercera dosis no se contempla. Incluso la FDA (el organismo de los Estados Unidos que regula el sector) emitió un comunicado al respecto porque la eficacia con las dos dosis no mejora mucho con la tercera frente a la variante original”, señala.
Esa es precisamente una de las incógnitas en juego: la aparición de alguna variante del SARS-CoV-2 que reduzca la eficacia inmunitaria… ¿pero cuánto debería reducirla para que hagan falta más dosis? “Habrá que esperar a ver qué pasa con la delta u otras variantes que puedan emerger. A la fecha, no es necesaria otra dosis por lo dicho, aumenta muy poco la eficacia, apenas un par de puntos porcentuales”, plantea, aunque reconoce que es algo aún en evaluación que se investiga de manera permanente.
Respecto a si la tasa de mutación del virus generara la obligación de vacunas anuales, como sucede con el virus influenza o de la gripe, Farina sí cree que los inmunocomprometidos necesitarán otras dosis, lo mismo los trasplantados y los pacientes oncológicos. En esa línea también se expresa Daniela Hozbor, directora de grupo en el Laboratorio Vacsal de la Universidad de La Plata e investigadora principal del Conicet. “Es algo que se discute, pero por ahora con las vacunas que tenemos en dos dosis estamos bien, una tercera dosis podría pensarse para grupos poblacionales particulares, como inmunocomprometidos o personas muy añosas, con un sistema inmunológico senescente”, asevera.
Quien sí cree “muy probable” que se necesite una dosis de refuerzo es Karina Pasquevich, miembro del equipo de la Universidad de San Martín que desarrolla la vacuna Arvac Cecilia Grierson. “Es algo que aún está en investigación, pero es muy probable que se necesiten dosis de refuerzo. Hay varios estudios en marcha que prueban resultados con dosis de refuerzo y cambio de variantes. Todo indicaría que en un tiempo vamos a tener que vacunarnos todos otra vez, aunque es cierto que cuando baje la circulación puede ser que se evalúe de otra manera”.
En este punto los científicos sostienen que conviene recordar que la inmunidad no está dada solo por los anticuerpos sino también a través de los linfocitos T, que son un poco más difíciles de medir (no hay testeos disponibles para público en general), pero que permiten ver el tipo de respuestas del organismo a largo plazo ante la agresión del virus. Eso es precisamente lo que monitorea el grupo que está detrás de la plataforma argentina COVID-T –del Ministerio de Ciencia, la Agencia I+D+i y el Conicet- que realiza esa búsqueda tanto en pacientes recuperados de Covid-19 como en personas vacunadas. Pero es a nivel poblacional y como insumo para la toma de decisiones públicas, no para individuos curiosos que pretenden saber qué tipo de protección tienen. Quien lo dirige, Gabriel Rabinovich, investigador del Conicet experto en inmunología, aclara: “Para saber si harán falta más dosis se necesita un seguimiento como el que estamos haciendo ahora en el tiempo de 3, 6, 9 y 12 meses a ver si decae la inmunidad de células T o si persiste independientemente de los anticuerpos. Al medir estas formas de inmunidad en conjunto con datos de reacción frente a nuevas variantes vamos a poder determinar en qué momento hará falta una tercera dosis”, detalla.
Más allá de la ciencia
Pero además de las respuestas estrictamente científicas, hay un aspecto que tiene que ver con la producción de las vacunas. Mientras algunos laboratorios sostuvieron públicamente que hará falta otra dosis, para la Organización Mundial de la Salud resulta inmoral el solo planteo de terceras dosis cuando buena parte del mundo no llegó a tener inmunizado ni siquiera a su personal de salud, como sucede en algunos países asiáticos, africanos y caribeños. Y no solo por la injusticia que supone dejar a muchas naciones desamparadas sino por la posibilidad de que emerja una nueva variante en lugares con alta circulación y baja vacunación que escape a la inmunidad generada tanto de manera natural como por las vacunas.
Según la mirada de la OMS, si los países desarrollados o emergentes comienzan a cerrar acuerdos por más dosis, se generaría una presión sobre la producción de unas 800 millones de dosis que deberían tener otro destino. Es lo que subraya también Pasquevich: “Además del tema de la producción mundial, parece inmoral plantear terceras dosis con medio mundo sin nada. El refuerzo debería ser el año que viene. Este año hay que terminar de vacunar a todos los países”, sostiene la investigadora, quien agrega que el desarrollo de la vacuna nacional está propuesta justamente para que sirva como refuerzo eventual.
Respecto a las decisiones en la Argentina, la jefa de Gabinete del Ministerio de Salud, Sonia Tarragona, explicó en declaraciones radiales que el país todavía se encuentra en la etapa previa y que apunta como estrategia cercana a completar los esquemas de dos dosis que fueron probados en los ensayos clínicos de las distintas vacunas. Agosto será el mes de las segundas dosis, según lo delineado por las autoridades sanitarias en la reunión de esta semana del Consejo Federal de Salud (Cofesa), encabezada por Carla Vizzotti.
Pero también es cierto que en las últimas semanas, la Argentina suscribió contratos por más de 40 millones de dosis con los productores de las vacunas realizadas con la novedosa plataforma de ARNm como Moderna y Pfizer. De ellas, al menos unas dos millones irán a los grupos de riesgo entre los menores de 12 a 17 años. ¿Y el resto? Por un lado, pueden destinarse a completar los esquemas de Sputnik V o también de las otras dos ya ampliamente utilizadas como AstraZeneca y Sinopharm en función de los resultados de los estudios de combinación encarados. Pero también podrían quedar como respaldo en caso de que fueran necesarias más dosis ante alguna variante.
Mientras tanto, Uruguay tomó la decisión, cuestionada por algunos sectores, de que quienes hayan recibido las dos dosis de la vacuna del laboratorio chino Sinovac (no usada hasta el momento en la Argentina), podrán recibir una tercera de la vacuna Comirnaty, como se bautizó a la desarrollada en conjunto por los laboratorios Pfizer y BioNTech. Será en un plazo mínimo de tres meses después de haber completado el esquema original. Si bien se trata de una previsión por la posibilidad de la expansión de la variante delta, la efectividad de la vacuna de Sinovac ha demostrado estar por encima del 90% en el país oriental (94,65% para reducir fallecimientos en la población general).
En tanto, Israel, otro país que ha hecho punta en el porcentaje de su población vacunada, también optó por promover una tercera dosis, pero solo para pacientes adultos en riesgo. El resto del mundo aún lo evalúa. O está luchando para poder completar los esquemas originales.
Por ahora no hay respuestas definitivas, pero los expertos pueden vislumbrar escenarios posibles mientras esperan los resultados de los estudios en desarrollo. Y no todo es blanco o negro, tercera dosis sí o tercera dosis no. Hay incluso una última opción que se baraja: que solo necesiten una dosis extra las personas que tengan algún tipo de compromiso del sistema inmunológico (como pacientes con cáncer) o una edad tan avanzada que sea imprescindible un refuerzo. Esto es lo que sostiene, en síntesis, el grupo de expertos argentinos consultado por LA NACION.
Guillermo Docena, investigador del Conicet y profesor de Inmunología en la Universidad Nacional de La Plata, afirma: “Hay que esperar por lo menos un año desde que se empezó a vacunar para saber fehacientemente si será necesaria una tercera dosis”. Es más, considera que ese es el plazo mínimo de protección que debe ofrecer cualquier vacuna y que antes del año no tiene ningún sentido dar un refuerzo. “Hoy, a seis u ocho meses de las primeras dosis dadas, se ve una buena inmunidad. Sin embargo, hay ciertos cálculos que dicen que hará falta una dosis después del año porque el virus no está controlado y hay que mantener buena inmunidad en los vacunados”, dice Docena, que dirige un proyecto de vacuna nacional en la Universidad de La Plata denominado Argenvac 221.
Uno de los que tiende a creer que no será necesaria una tercera dosis es Javier Farina, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología y asesor presidencial. “Hoy, la necesidad de una tercera dosis no se contempla. Incluso la FDA (el organismo de los Estados Unidos que regula el sector) emitió un comunicado al respecto porque la eficacia con las dos dosis no mejora mucho con la tercera frente a la variante original”, señala.
Esa es precisamente una de las incógnitas en juego: la aparición de alguna variante del SARS-CoV-2 que reduzca la eficacia inmunitaria… ¿pero cuánto debería reducirla para que hagan falta más dosis? “Habrá que esperar a ver qué pasa con la delta u otras variantes que puedan emerger. A la fecha, no es necesaria otra dosis por lo dicho, aumenta muy poco la eficacia, apenas un par de puntos porcentuales”, plantea, aunque reconoce que es algo aún en evaluación que se investiga de manera permanente.
Respecto a si la tasa de mutación del virus generara la obligación de vacunas anuales, como sucede con el virus influenza o de la gripe, Farina sí cree que los inmunocomprometidos necesitarán otras dosis, lo mismo los trasplantados y los pacientes oncológicos. En esa línea también se expresa Daniela Hozbor, directora de grupo en el Laboratorio Vacsal de la Universidad de La Plata e investigadora principal del Conicet. “Es algo que se discute, pero por ahora con las vacunas que tenemos en dos dosis estamos bien, una tercera dosis podría pensarse para grupos poblacionales particulares, como inmunocomprometidos o personas muy añosas, con un sistema inmunológico senescente”, asevera.
Quien sí cree “muy probable” que se necesite una dosis de refuerzo es Karina Pasquevich, miembro del equipo de la Universidad de San Martín que desarrolla la vacuna Arvac Cecilia Grierson. “Es algo que aún está en investigación, pero es muy probable que se necesiten dosis de refuerzo. Hay varios estudios en marcha que prueban resultados con dosis de refuerzo y cambio de variantes. Todo indicaría que en un tiempo vamos a tener que vacunarnos todos otra vez, aunque es cierto que cuando baje la circulación puede ser que se evalúe de otra manera”.
En este punto los científicos sostienen que conviene recordar que la inmunidad no está dada solo por los anticuerpos sino también a través de los linfocitos T, que son un poco más difíciles de medir (no hay testeos disponibles para público en general), pero que permiten ver el tipo de respuestas del organismo a largo plazo ante la agresión del virus. Eso es precisamente lo que monitorea el grupo que está detrás de la plataforma argentina COVID-T –del Ministerio de Ciencia, la Agencia I+D+i y el Conicet- que realiza esa búsqueda tanto en pacientes recuperados de Covid-19 como en personas vacunadas. Pero es a nivel poblacional y como insumo para la toma de decisiones públicas, no para individuos curiosos que pretenden saber qué tipo de protección tienen. Quien lo dirige, Gabriel Rabinovich, investigador del Conicet experto en inmunología, aclara: “Para saber si harán falta más dosis se necesita un seguimiento como el que estamos haciendo ahora en el tiempo de 3, 6, 9 y 12 meses a ver si decae la inmunidad de células T o si persiste independientemente de los anticuerpos. Al medir estas formas de inmunidad en conjunto con datos de reacción frente a nuevas variantes vamos a poder determinar en qué momento hará falta una tercera dosis”, detalla.
Más allá de la ciencia
Pero además de las respuestas estrictamente científicas, hay un aspecto que tiene que ver con la producción de las vacunas. Mientras algunos laboratorios sostuvieron públicamente que hará falta otra dosis, para la Organización Mundial de la Salud resulta inmoral el solo planteo de terceras dosis cuando buena parte del mundo no llegó a tener inmunizado ni siquiera a su personal de salud, como sucede en algunos países asiáticos, africanos y caribeños. Y no solo por la injusticia que supone dejar a muchas naciones desamparadas sino por la posibilidad de que emerja una nueva variante en lugares con alta circulación y baja vacunación que escape a la inmunidad generada tanto de manera natural como por las vacunas.
Según la mirada de la OMS, si los países desarrollados o emergentes comienzan a cerrar acuerdos por más dosis, se generaría una presión sobre la producción de unas 800 millones de dosis que deberían tener otro destino. Es lo que subraya también Pasquevich: “Además del tema de la producción mundial, parece inmoral plantear terceras dosis con medio mundo sin nada. El refuerzo debería ser el año que viene. Este año hay que terminar de vacunar a todos los países”, sostiene la investigadora, quien agrega que el desarrollo de la vacuna nacional está propuesta justamente para que sirva como refuerzo eventual.
Respecto a las decisiones en la Argentina, la jefa de Gabinete del Ministerio de Salud, Sonia Tarragona, explicó en declaraciones radiales que el país todavía se encuentra en la etapa previa y que apunta como estrategia cercana a completar los esquemas de dos dosis que fueron probados en los ensayos clínicos de las distintas vacunas. Agosto será el mes de las segundas dosis, según lo delineado por las autoridades sanitarias en la reunión de esta semana del Consejo Federal de Salud (Cofesa), encabezada por Carla Vizzotti.
Pero también es cierto que en las últimas semanas, la Argentina suscribió contratos por más de 40 millones de dosis con los productores de las vacunas realizadas con la novedosa plataforma de ARNm como Moderna y Pfizer. De ellas, al menos unas dos millones irán a los grupos de riesgo entre los menores de 12 a 17 años. ¿Y el resto? Por un lado, pueden destinarse a completar los esquemas de Sputnik V o también de las otras dos ya ampliamente utilizadas como AstraZeneca y Sinopharm en función de los resultados de los estudios de combinación encarados. Pero también podrían quedar como respaldo en caso de que fueran necesarias más dosis ante alguna variante.
Mientras tanto, Uruguay tomó la decisión, cuestionada por algunos sectores, de que quienes hayan recibido las dos dosis de la vacuna del laboratorio chino Sinovac (no usada hasta el momento en la Argentina), podrán recibir una tercera de la vacuna Comirnaty, como se bautizó a la desarrollada en conjunto por los laboratorios Pfizer y BioNTech. Será en un plazo mínimo de tres meses después de haber completado el esquema original. Si bien se trata de una previsión por la posibilidad de la expansión de la variante delta, la efectividad de la vacuna de Sinovac ha demostrado estar por encima del 90% en el país oriental (94,65% para reducir fallecimientos en la población general).
En tanto, Israel, otro país que ha hecho punta en el porcentaje de su población vacunada, también optó por promover una tercera dosis, pero solo para pacientes adultos en riesgo. El resto del mundo aún lo evalúa. O está luchando para poder completar los esquemas originales.