Atacar al virus cuando intenta entrar al cuerpo, ¿el as bajo la manga de las vacunas nasales?
Viernes 23 de
Julio 2021
Desde que las primeras vacunas anti COVID-19 recibieron la autorización de emergencia en el mundo y comenzaron a ser aplicadas hasta ahora, muchos otros estudios siguieron su curso en busca de tratamientos o nuevas formulaciones para prevenir la enfermedad.
En ese camino, se vio que, en la vida real, las vacunas son eficaces para evitar cuadros graves y la muerte por COVID-19, pero no lo son tanto para bloquear todas las infecciones.
Así fue que para abordar este déficit, los científicos comenzaron a explorar nuevas formas de administrar vacunas que produzcan una inmunidad más fuerte y duradera contra el SARS-CoV-2 y un enfoque que resulta por el momento prometedor podría ser reemplazar el pinchazo por un rocío en la nariz.
Varios estudios prometedores revelaron la eficacia de las vacunas intranasales en ratones, hurones, hamsters y primates no humanos, mientras que esta semana, en la reunión de la Sociedad Estadounidense de Virología, Meissa Vaccines anunció que una sola dosis de su candidata a vacuna intranasal COVID-19 mostró resultados prometedores en primates no humanos.
Lo cierto es que si estas vacunas llegan al mercado, los inmunólogos dicen que podrían ofrecer una mejor protección porque se parecen más a la forma en que el virus infecta de forma natural: a través de las membranas mucosas de la nariz y las vías respiratorias superiores.
Para muchos inmunólogos, aquí radica una diferencia fundamental en la respuesta inmunológica.
José Ordovas-Montañes es inmunólogo de la Universidad de Harvard y estudia la inmunidad en el intestino y los tejidos de la mucosa nasal. Para él, “si se desea generar una respuesta inmune sostenible y duradera, debe vacunarse localmente”.
Ordovas-Montañes argumentó que cuando se aplica una inyección en el brazo, lo que se hace es inducir inmunidad a una escala sistémica de todo el cuerpo donde los anticuerpos y células T se distribuirán por los vasos sanguíneos. Si bien eso puede sonar bien, este enfoque es “subóptimo” porque las células inmunitarias están “distraídas” y no se concentran en el lugar por donde el virus ingresa al cuerpo.
Un disparo en la nariz -según su visión- proporciona un gran impulso de inmunidad en el tracto respiratorio superior y potencialmente en los pulmones, provocando una respuesta de anticuerpos local y una respuesta de células T. Esto permite que las células inmunitarias aprehendan y destruyan el patógeno a su llegada.
“Creo que el gran beneficio es que se genera inmunidad en el sitio de la infección”, sostuvo por su parte Donna Farber, inmunóloga de la Universidad de Colombia, para quien “ahí es donde se necesita la inmunidad, donde entra el virus”.
Para los expertos, una inyección en el brazo es como vacunarse de adentro hacia afuera, ya que se genera inmunidad en todo el cuerpo y algunos de esos anticuerpos se filtran por las vías respiratorias y las fosas nasales. “Pero el aerosol nasal funciona al revés, estimulando el sitio de la infección primero y el resto del cuerpo en segundo lugar. Básicamente, obtienes un dos por uno”, explicó Paul McCray, neumólogo pediátrico de la Universidad de Iowa.
McCray y sus colegas publicaron un artículo este mes en Science Advances que muestra que los ratones y hurones están protegidos de enfermedades graves después de una sola dosis de una vacuna intranasal. Lanzarán un ensayo clínico a finales de este mes para 80 adultos sanos de entre 18 y 75 años en tres sitios de los EEUU.
La carta de la practicidad
Las vacunas que se dirigen a las membranas mucosas no son nuevas. Hay muchas vacunas orales que están aprobadas para combatir infecciones como la poliomielitis y el cólera.
En muchos casos, como en la vacuna antipoliomielítica oral atenuada viva, estas vacunas funcionan mejor que la inyección. Pero las vacunas intranasales siguen siendo raras en el panorama de las vacunas en general. Muchos esperan que la pandemia cambie eso.
“El COVID-19 realmente ha acelerado el desarrollo de algunas cosas que siempre estaban frente a nosotros escondidas a plena vista”, opinó David Curiel, investigador de terapia genética en la Universidad de Washington en St. Louis, quien a principios de este año publicó un estudio que muestra una respuesta sólida después de una dosis de una vacuna intranasal en primates no humanos. Para él, otro beneficio del desarrollo de este tipo de vacunas es que podrían ser más fáciles de administrar, especialmente en todo el mundo en lugares que no tienen sistemas de salud bien establecidos.
El lote actual de vacunas aprobadas es altamente eficaz, pero no hay dosis suficientes para vacunar a todos en el mundo, y la pandemia está lejos de terminar, especialmente en India y varios países de África y América del Sur. Sería ventajoso renunciar a la aguja, algo que podría escasear.
Los expertos apuestan a que las vacunas COVID-19 pueden marcar una nueva era en la inmunidad de las mucosas.
Así fue que para abordar este déficit, los científicos comenzaron a explorar nuevas formas de administrar vacunas que produzcan una inmunidad más fuerte y duradera contra el SARS-CoV-2 y un enfoque que resulta por el momento prometedor podría ser reemplazar el pinchazo por un rocío en la nariz.
Varios estudios prometedores revelaron la eficacia de las vacunas intranasales en ratones, hurones, hamsters y primates no humanos, mientras que esta semana, en la reunión de la Sociedad Estadounidense de Virología, Meissa Vaccines anunció que una sola dosis de su candidata a vacuna intranasal COVID-19 mostró resultados prometedores en primates no humanos.
Lo cierto es que si estas vacunas llegan al mercado, los inmunólogos dicen que podrían ofrecer una mejor protección porque se parecen más a la forma en que el virus infecta de forma natural: a través de las membranas mucosas de la nariz y las vías respiratorias superiores.
Para muchos inmunólogos, aquí radica una diferencia fundamental en la respuesta inmunológica.
José Ordovas-Montañes es inmunólogo de la Universidad de Harvard y estudia la inmunidad en el intestino y los tejidos de la mucosa nasal. Para él, “si se desea generar una respuesta inmune sostenible y duradera, debe vacunarse localmente”.
Ordovas-Montañes argumentó que cuando se aplica una inyección en el brazo, lo que se hace es inducir inmunidad a una escala sistémica de todo el cuerpo donde los anticuerpos y células T se distribuirán por los vasos sanguíneos. Si bien eso puede sonar bien, este enfoque es “subóptimo” porque las células inmunitarias están “distraídas” y no se concentran en el lugar por donde el virus ingresa al cuerpo.
Un disparo en la nariz -según su visión- proporciona un gran impulso de inmunidad en el tracto respiratorio superior y potencialmente en los pulmones, provocando una respuesta de anticuerpos local y una respuesta de células T. Esto permite que las células inmunitarias aprehendan y destruyan el patógeno a su llegada.
“Creo que el gran beneficio es que se genera inmunidad en el sitio de la infección”, sostuvo por su parte Donna Farber, inmunóloga de la Universidad de Colombia, para quien “ahí es donde se necesita la inmunidad, donde entra el virus”.
Para los expertos, una inyección en el brazo es como vacunarse de adentro hacia afuera, ya que se genera inmunidad en todo el cuerpo y algunos de esos anticuerpos se filtran por las vías respiratorias y las fosas nasales. “Pero el aerosol nasal funciona al revés, estimulando el sitio de la infección primero y el resto del cuerpo en segundo lugar. Básicamente, obtienes un dos por uno”, explicó Paul McCray, neumólogo pediátrico de la Universidad de Iowa.
McCray y sus colegas publicaron un artículo este mes en Science Advances que muestra que los ratones y hurones están protegidos de enfermedades graves después de una sola dosis de una vacuna intranasal. Lanzarán un ensayo clínico a finales de este mes para 80 adultos sanos de entre 18 y 75 años en tres sitios de los EEUU.
La carta de la practicidad
Las vacunas que se dirigen a las membranas mucosas no son nuevas. Hay muchas vacunas orales que están aprobadas para combatir infecciones como la poliomielitis y el cólera.
En muchos casos, como en la vacuna antipoliomielítica oral atenuada viva, estas vacunas funcionan mejor que la inyección. Pero las vacunas intranasales siguen siendo raras en el panorama de las vacunas en general. Muchos esperan que la pandemia cambie eso.
“El COVID-19 realmente ha acelerado el desarrollo de algunas cosas que siempre estaban frente a nosotros escondidas a plena vista”, opinó David Curiel, investigador de terapia genética en la Universidad de Washington en St. Louis, quien a principios de este año publicó un estudio que muestra una respuesta sólida después de una dosis de una vacuna intranasal en primates no humanos. Para él, otro beneficio del desarrollo de este tipo de vacunas es que podrían ser más fáciles de administrar, especialmente en todo el mundo en lugares que no tienen sistemas de salud bien establecidos.
El lote actual de vacunas aprobadas es altamente eficaz, pero no hay dosis suficientes para vacunar a todos en el mundo, y la pandemia está lejos de terminar, especialmente en India y varios países de África y América del Sur. Sería ventajoso renunciar a la aguja, algo que podría escasear.
Los expertos apuestan a que las vacunas COVID-19 pueden marcar una nueva era en la inmunidad de las mucosas.
Con información de
Infobae