Aniversario de la promulgación de la Ley de Educación Común, Gratuita y Obligatoria
El Gobierno debe recapacitar sobre el legado que esta efeméride nos compromete a mantener
Por:
Alejandro Finocchiaro, exministro de Educación
Jueves 08 de
Julio 2021
Hoy, 8 de julio, es un nuevo aniversario de la promulgación de la ley más bella de la Argentina, “la 1420”, conocida como de “Educación Común, Gratuita y Obligatoria”.
Lo pienso porque para mí, sin dudas, esa norma creó la argentinidad. Es la que puso bajo un mismo guardapolvo y enseñó a honrar la bandera a los hijos de los primeros habitantes de esta tierra y los de los inmigrantes que llegaban en busca de paz y un porvenir venturoso, digno.
Es un ejemplo de convivencia porque reunió en un aula a chicos que en sus casas hablaban en distintos idiomas o rezaban a dioses diferentes. Mucho antes de que la diversidad fuera reconocida masivamente como un valor fue un instrumento plural que permitió al sinnúmero de generaciones que atravesaron esa escuela enriquecerse con los matices de cada uno de los orígenes. Hizo nacer una sociedad cohesiva y la movilidad ascendente dejó de ser un sueño para convertirse en realidad.
Es una pena que esta fecha nos encuentre reclamando frente al Gobierno nacional y el de muchas jurisdicciones, como la provincia de Buenos Aires, que respete ese carácter obligatorio que posee el derecho de enseñar y aprender consagrado constitucionalmente.
Atravesamos una catástrofe educativa sin precedentes. Una que expulsa a un millón y medio de alumnos y los condena a una vida miserable ante la indiferencia del Gobierno. A los que quedan dentro del sistema les sigue negando verdaderas clases presenciales provocando innumerables daños en varias dimensiones. Personal y profesionalmente estos niños y niñas verán impactado su futuro, tendrán menor desarrollo, perderán ingresos por el resto de sus vidas que recién empiezan.
En muchos casos también vemos cómo ha infectado al sistema una peligrosa intención adoctrinadora. Una voluntad que no apunta hacia el espíritu crítico y la libertad sino a la esclavitud ideológica. Una que en lugar de mostrar el abanico de miradas que animan el mundo los ancla al servicio de una corriente partidaria. Una que en lugar de inspirarlos a la superación les enseña a odiar a la sociedad de la que forman parte y a muchos de sus actores.
Es imprescindible que el Gobierno recapacite sobre el legado que esta efeméride nos compromete a mantener.
Es un ejemplo de convivencia porque reunió en un aula a chicos que en sus casas hablaban en distintos idiomas o rezaban a dioses diferentes. Mucho antes de que la diversidad fuera reconocida masivamente como un valor fue un instrumento plural que permitió al sinnúmero de generaciones que atravesaron esa escuela enriquecerse con los matices de cada uno de los orígenes. Hizo nacer una sociedad cohesiva y la movilidad ascendente dejó de ser un sueño para convertirse en realidad.
Es una pena que esta fecha nos encuentre reclamando frente al Gobierno nacional y el de muchas jurisdicciones, como la provincia de Buenos Aires, que respete ese carácter obligatorio que posee el derecho de enseñar y aprender consagrado constitucionalmente.
Atravesamos una catástrofe educativa sin precedentes. Una que expulsa a un millón y medio de alumnos y los condena a una vida miserable ante la indiferencia del Gobierno. A los que quedan dentro del sistema les sigue negando verdaderas clases presenciales provocando innumerables daños en varias dimensiones. Personal y profesionalmente estos niños y niñas verán impactado su futuro, tendrán menor desarrollo, perderán ingresos por el resto de sus vidas que recién empiezan.
En muchos casos también vemos cómo ha infectado al sistema una peligrosa intención adoctrinadora. Una voluntad que no apunta hacia el espíritu crítico y la libertad sino a la esclavitud ideológica. Una que en lugar de mostrar el abanico de miradas que animan el mundo los ancla al servicio de una corriente partidaria. Una que en lugar de inspirarlos a la superación les enseña a odiar a la sociedad de la que forman parte y a muchos de sus actores.
Es imprescindible que el Gobierno recapacite sobre el legado que esta efeméride nos compromete a mantener.