¿Cuánto dura la inmunidad COVID-19? Un repaso por lo que sabe la ciencia hasta ahora
Jueves 01 de
Julio 2021
En un año y medio de pandemia muchas de las preguntas que surgieron junto con la llegada del SARS-CoV-2 al mundo fueron obteniendo sus respuestas.
Y otras aún no. Es el caso de lo que ocurre con la inmunidad, tanto la natural que desarrollan quienes contraen la enfermedad como la adquirida por las vacunas disponibles en el mundo.
Y es uno de los integrantes que a la ciencia le cuesta más desentrañar. Es que cuando el sistema inmunológico del cuerpo responde a una infección, no siempre está claro cuánto tiempo persistirá la inmunidad que se desarrolle. El COVID-19 es una enfermedad nueva y los científicos todavía están investigando con precisión cómo el organismo se defiende del virus.
Una publicación reciente de The BMJ dio cuenta de que “hay razones para pensar que la inmunidad podría durar varios meses o un par de años, al menos, dado lo que se sabe sobre otros virus y lo que se ha visto hasta ahora en términos de anticuerpos en pacientes con COVID-19 y en personas que fueron vacunadas”. Pero llegar a una cifra aproximada, aunque solo ponerle un número exacto, es difícil, y los resultados de los estudios inmunológicos del coronavirus varían. Una razón de esto son los factores de confusión que los científicos aún no comprenden completamente; en algunos estudios, por ejemplo, la longevidad de los anticuerpos que se dirigen al pico de SARS-CoV-2 es más corta de lo que cabría esperar.
“La inmunidad también está determinada por otros factores además de los anticuerpos, como la memoria de las células T y B, que algunos estudios estiman que podrían durar años -sugiere la publicación-. Y la inmunidad se induce de manera diferente por la infección natural frente a la vacunación, por lo que no se pueden combinar los estudios para llegar a una cifra definitiva”.
Los datos indican que los anticuerpos neutralizantes duran varios meses en pacientes con COVID-19, pero su número disminuye con el tiempo. Según un estudio publicado en la revista Immunity, de 5.882 personas que se habían recuperado de la infección por SARS-CoV-2, encontraron que los anticuerpos todavía estaban presentes en su sangre cinco a siete meses después de la enfermedad. Esto ocurrió tanto en los casos leves como graves, aunque las personas con enfermedades graves terminaron con más anticuerpos en general.
Ahora bien, todas las vacunas autorizadas de emergencia en el contexto de la pandemia demostraron producir fuertes respuestas de anticuerpos. “El grupo de estudio de la vacuna Moderna informó en abril que los participantes en un ensayo clínico en curso tenían niveles altos de anticuerpos seis meses después de su segunda dosis, en tanto un estudio en The Lancet encontró que la vacuna Oxford-AstraZeneca indujo altos niveles de anticuerpos con disminución mínima durante tres meses después de una sola dosis”.
“Se espera que la cantidad de anticuerpos neutralizantes disminuya con el tiempo”, aseguró Timothée Bruel, investigador del Instituto Pasteur, dado lo que se sabe sobre la respuesta inmune a otras infecciones. En abril, Bruel y sus colegas publicaron un artículo en Cell Reports Medicine que analizaba los niveles y funciones de anticuerpos en personas que habían experimentado COVID-19 sintomático o asintomático. Ambos tipos de participantes poseían anticuerpos polifuncionales, que pueden neutralizar el virus o ayudar a matar las células infectadas, entre otras cosas.
Esta amplia respuesta -según Bruel- “podría contribuir a una protección más duradera en general, incluso si las capacidades de neutralización disminuyen”. Un estudio de modelado publicado en Nature Medicine examinó la descomposición de los anticuerpos neutralizantes para siete vacunas de COVID-19. Los autores argumentaron que “incluso sin un refuerzo inmunológico, una proporción significativa de personas puede mantener la protección a largo plazo de una infección grave por una cepa antigénicamente similar, aunque pueden volverse susceptibles a una infección leve”.
Sin embargo, se necesita más investigación para determinar exactamente cómo el cuerpo combate el SARS-CoV-2 y durante cuánto tiempo los anticuerpos polifuncionales podrían desempeñar un papel defensivo después de una infección o vacunación.
El papel de las células T y B
Las células T y B tienen un rol central en la lucha contra las infecciones y, fundamentalmente, en el establecimiento de una inmunidad a largo plazo. “Algunas células T y B actúan como células de memoria, persistiendo durante años o décadas, preparadas y listas para reavivar una respuesta inmunitaria más amplia en caso de que su patógeno objetivo vuelva al cuerpo. Son estas células las que hacen posible la inmunidad a largo plazo”, explicaron los expertos.
Un estudio publicado en febrero en Science evaluó la proliferación de anticuerpos, así como de células T y B en 188 personas que habían tenido COVID-19 y demostró que aunque los títulos de anticuerpos disminuyeron, las células T y B de memoria estuvieron presentes hasta ocho meses después de la infección.
Monica Gandhi es doctora en enfermedades infecciosas y profesora de medicina en la Universidad de California en San Francisco, y dijo que existe evidencia acerca de que las células T y B pueden conferir protección de por vida contra ciertas enfermedades similares al coronavirus.
En ese sentido, un artículo publicado en julio de 2020 en Nature encontró que 23 pacientes que se habían recuperado del síndrome respiratorio agudo severo todavía poseían células T CD4 y CD8, 17 años después de la infección con SARS-CoV-1 en la epidemia de 2003.
Pero para los científicos, todos los estudios sobre la actual pandemia son iniciales y todavía se carece de conclusiones definitivas sobre el papel de las células T y B en la inmunidad al COVID-19.
¿Es comparable la inmunidad natural con la inmunidad inducida por vacunas?
Varios estudios han demostrado que surge una respuesta inmune que involucra a las células T y B de memoria después de la infección por COVID-19. Sin embargo, el sistema inmunológico de las personas tienden a responder de manera muy diferente a la infección natural. Para Eleanor Riley, profesor de inmunología y enfermedades infecciosas de la Universidad de Edimburgo, “la respuesta inmune después de la vacunación es mucho más homogénea”. Y agregó que la mayoría de las personas generalmente tienen una respuesta realmente buena después de la vacunación. Los datos de los ensayos clínicos de las principales vacunas candidatas han encontrado reactividad de las células T y B.
¿Serán necesarios los refuerzos de la vacuna COVID-19?
Con vacunas que fueron autorizadas de emergencia en el marco de la pandemia por COVID-19 y ensayos en Fase III que no llevan un año de evolución, las nuevas variantes del SARS-CoV-2 y las personas que se infectan pese a contar con las dos dosis de alguna de las vacunas disponibles obliga a la ciencia a ir un paso más allá y pensar en la posibilidad de una vacuna anual para mantener a raya al nuevo coronavirus.
Albert Bourla es director ejecutivo de Pfizer y aseguró que “probablemente” se requerirá una dosis de refuerzo dentro de los 12 meses posteriores a la segunda dosis.
Para Riley, las personas mayores, por ejemplo, pueden tener respuestas inmunitarias más débiles, por lo que podrían verse amenazadas por un aumento en la transmisión del virus durante el invierno. “Los refuerzos también podrían ser necesarios para aumentar la inmunidad contra las variantes emergentes de SARS-CoV-2”, agregó.
Sin embargo, Gandhi sostuvo que “se sabe que el SARS-CoV-2 muta de forma relativamente lenta, y los primeros estudios han encontrado que todavía existe una buena reactividad cruzada contra las nuevas versiones del virus”. Ella piensa que es poco probable que la inmunidad inducida por las vacunas originales no sea suficiente para hacer frente a nuevas variantes.
Un artículo publicado en Science en marzo de 2021 revisó la evidencia hasta el momento y concluyó que las vacunas disponibles actualmente brindan protección suficiente contra variantes existentes y previsibles. “En última instancia, la mejor defensa contra la aparición de más variantes de preocupación es una campaña de vacunación rápida y global, en conjunto con otras medidas de salud pública para bloquear la transmisión -concluyeron los autores-. Un virus que no puede transmitir e infectar a otros no tiene ninguna posibilidad de mutar”.
La aparición de variantes en los últimos meses aceleró la investigación acerca de los refuerzos. Algunas variantes tienen mutaciones que las hacen propagarse con rapidez. Otras llevan mutaciones que podrían reducir la eficacia de las vacunas autorizadas, pero, en este momento, los científicos sólo tienen un puñado de pistas sobre cómo funcionan las vacunas existentes contra las distintas variantes.
Y es uno de los integrantes que a la ciencia le cuesta más desentrañar. Es que cuando el sistema inmunológico del cuerpo responde a una infección, no siempre está claro cuánto tiempo persistirá la inmunidad que se desarrolle. El COVID-19 es una enfermedad nueva y los científicos todavía están investigando con precisión cómo el organismo se defiende del virus.
Una publicación reciente de The BMJ dio cuenta de que “hay razones para pensar que la inmunidad podría durar varios meses o un par de años, al menos, dado lo que se sabe sobre otros virus y lo que se ha visto hasta ahora en términos de anticuerpos en pacientes con COVID-19 y en personas que fueron vacunadas”. Pero llegar a una cifra aproximada, aunque solo ponerle un número exacto, es difícil, y los resultados de los estudios inmunológicos del coronavirus varían. Una razón de esto son los factores de confusión que los científicos aún no comprenden completamente; en algunos estudios, por ejemplo, la longevidad de los anticuerpos que se dirigen al pico de SARS-CoV-2 es más corta de lo que cabría esperar.
“La inmunidad también está determinada por otros factores además de los anticuerpos, como la memoria de las células T y B, que algunos estudios estiman que podrían durar años -sugiere la publicación-. Y la inmunidad se induce de manera diferente por la infección natural frente a la vacunación, por lo que no se pueden combinar los estudios para llegar a una cifra definitiva”.
Los datos indican que los anticuerpos neutralizantes duran varios meses en pacientes con COVID-19, pero su número disminuye con el tiempo. Según un estudio publicado en la revista Immunity, de 5.882 personas que se habían recuperado de la infección por SARS-CoV-2, encontraron que los anticuerpos todavía estaban presentes en su sangre cinco a siete meses después de la enfermedad. Esto ocurrió tanto en los casos leves como graves, aunque las personas con enfermedades graves terminaron con más anticuerpos en general.
Ahora bien, todas las vacunas autorizadas de emergencia en el contexto de la pandemia demostraron producir fuertes respuestas de anticuerpos. “El grupo de estudio de la vacuna Moderna informó en abril que los participantes en un ensayo clínico en curso tenían niveles altos de anticuerpos seis meses después de su segunda dosis, en tanto un estudio en The Lancet encontró que la vacuna Oxford-AstraZeneca indujo altos niveles de anticuerpos con disminución mínima durante tres meses después de una sola dosis”.
“Se espera que la cantidad de anticuerpos neutralizantes disminuya con el tiempo”, aseguró Timothée Bruel, investigador del Instituto Pasteur, dado lo que se sabe sobre la respuesta inmune a otras infecciones. En abril, Bruel y sus colegas publicaron un artículo en Cell Reports Medicine que analizaba los niveles y funciones de anticuerpos en personas que habían experimentado COVID-19 sintomático o asintomático. Ambos tipos de participantes poseían anticuerpos polifuncionales, que pueden neutralizar el virus o ayudar a matar las células infectadas, entre otras cosas.
Esta amplia respuesta -según Bruel- “podría contribuir a una protección más duradera en general, incluso si las capacidades de neutralización disminuyen”. Un estudio de modelado publicado en Nature Medicine examinó la descomposición de los anticuerpos neutralizantes para siete vacunas de COVID-19. Los autores argumentaron que “incluso sin un refuerzo inmunológico, una proporción significativa de personas puede mantener la protección a largo plazo de una infección grave por una cepa antigénicamente similar, aunque pueden volverse susceptibles a una infección leve”.
Sin embargo, se necesita más investigación para determinar exactamente cómo el cuerpo combate el SARS-CoV-2 y durante cuánto tiempo los anticuerpos polifuncionales podrían desempeñar un papel defensivo después de una infección o vacunación.
El papel de las células T y B
Las células T y B tienen un rol central en la lucha contra las infecciones y, fundamentalmente, en el establecimiento de una inmunidad a largo plazo. “Algunas células T y B actúan como células de memoria, persistiendo durante años o décadas, preparadas y listas para reavivar una respuesta inmunitaria más amplia en caso de que su patógeno objetivo vuelva al cuerpo. Son estas células las que hacen posible la inmunidad a largo plazo”, explicaron los expertos.
Un estudio publicado en febrero en Science evaluó la proliferación de anticuerpos, así como de células T y B en 188 personas que habían tenido COVID-19 y demostró que aunque los títulos de anticuerpos disminuyeron, las células T y B de memoria estuvieron presentes hasta ocho meses después de la infección.
Monica Gandhi es doctora en enfermedades infecciosas y profesora de medicina en la Universidad de California en San Francisco, y dijo que existe evidencia acerca de que las células T y B pueden conferir protección de por vida contra ciertas enfermedades similares al coronavirus.
En ese sentido, un artículo publicado en julio de 2020 en Nature encontró que 23 pacientes que se habían recuperado del síndrome respiratorio agudo severo todavía poseían células T CD4 y CD8, 17 años después de la infección con SARS-CoV-1 en la epidemia de 2003.
Pero para los científicos, todos los estudios sobre la actual pandemia son iniciales y todavía se carece de conclusiones definitivas sobre el papel de las células T y B en la inmunidad al COVID-19.
¿Es comparable la inmunidad natural con la inmunidad inducida por vacunas?
Varios estudios han demostrado que surge una respuesta inmune que involucra a las células T y B de memoria después de la infección por COVID-19. Sin embargo, el sistema inmunológico de las personas tienden a responder de manera muy diferente a la infección natural. Para Eleanor Riley, profesor de inmunología y enfermedades infecciosas de la Universidad de Edimburgo, “la respuesta inmune después de la vacunación es mucho más homogénea”. Y agregó que la mayoría de las personas generalmente tienen una respuesta realmente buena después de la vacunación. Los datos de los ensayos clínicos de las principales vacunas candidatas han encontrado reactividad de las células T y B.
¿Serán necesarios los refuerzos de la vacuna COVID-19?
Con vacunas que fueron autorizadas de emergencia en el marco de la pandemia por COVID-19 y ensayos en Fase III que no llevan un año de evolución, las nuevas variantes del SARS-CoV-2 y las personas que se infectan pese a contar con las dos dosis de alguna de las vacunas disponibles obliga a la ciencia a ir un paso más allá y pensar en la posibilidad de una vacuna anual para mantener a raya al nuevo coronavirus.
Albert Bourla es director ejecutivo de Pfizer y aseguró que “probablemente” se requerirá una dosis de refuerzo dentro de los 12 meses posteriores a la segunda dosis.
Para Riley, las personas mayores, por ejemplo, pueden tener respuestas inmunitarias más débiles, por lo que podrían verse amenazadas por un aumento en la transmisión del virus durante el invierno. “Los refuerzos también podrían ser necesarios para aumentar la inmunidad contra las variantes emergentes de SARS-CoV-2”, agregó.
Sin embargo, Gandhi sostuvo que “se sabe que el SARS-CoV-2 muta de forma relativamente lenta, y los primeros estudios han encontrado que todavía existe una buena reactividad cruzada contra las nuevas versiones del virus”. Ella piensa que es poco probable que la inmunidad inducida por las vacunas originales no sea suficiente para hacer frente a nuevas variantes.
Un artículo publicado en Science en marzo de 2021 revisó la evidencia hasta el momento y concluyó que las vacunas disponibles actualmente brindan protección suficiente contra variantes existentes y previsibles. “En última instancia, la mejor defensa contra la aparición de más variantes de preocupación es una campaña de vacunación rápida y global, en conjunto con otras medidas de salud pública para bloquear la transmisión -concluyeron los autores-. Un virus que no puede transmitir e infectar a otros no tiene ninguna posibilidad de mutar”.
La aparición de variantes en los últimos meses aceleró la investigación acerca de los refuerzos. Algunas variantes tienen mutaciones que las hacen propagarse con rapidez. Otras llevan mutaciones que podrían reducir la eficacia de las vacunas autorizadas, pero, en este momento, los científicos sólo tienen un puñado de pistas sobre cómo funcionan las vacunas existentes contra las distintas variantes.
Con información de
Infobae