¿Nos influye más la cultura o la genética? Un nuevo estudio nos acerca a la respuesta
Lunes 07 de
Junio 2021
El clásico debate sobre qué define más nuestros comportamientos y elecciones, si el ambiente o los rasgos innatos, ha traído de cabeza a científicos y psicólogos durante décadas.
Un nuevo informe publicado por investigadores de la Universidad de Maine ha llegado a una conclusión que podría no gustar a todos.
Lo llaman ‘el experimento prohibido’. Se trataría de comprobar, en un ambiente controlado, cómo una cría humana responde a los estímulos culturales (o a la falta de ellos, siendo privado de su libertad o del afecto de sus parientes); este cruel escenario, por supuesto, es inimaginable y nunca podrá darse a propósito para estudiar los verdaderos efectos de la cultura en el modelaje del cerebro. A excepción, por desgracia, de algunos niños maltratados que sufrieron este aislamiento por parte de sus progenitores. Genie, apodada la niña salvaje, fue una de ellos.
Encerrada desde bebé en una habitación y atada a la cama, sin recibir apenas información del exterior, desnutrida, sin lenguaje y sin afectos, fue rescatada a los 13 años. Pero ya era tarde. Ya en estos terribles casos –estudiados por educadores y logopedas– era patente el tremendo retraso en el lenguaje y en la cognición. El hostil ambiente al que había sido sometida Genie la había privado de un desarrollo normal, prácticamente imposible de recuperar, pese a que Genie no sufría ningún tipo de disfunción cerebral.
El clásico debate entre qué define más nuestros comportamientos y elecciones, si el ambiente o los rasgos innatos, ha traído de cabeza a científicos y psicólogos durante décadas. Desde el tipo de juguetes que escogen los niños para divertirse (típicamente las niñas muñecas, casitas y juego simbólico; mecánica, abstracciones lógico matemáticas los niños) hasta la carrera que escogen los jóvenes adultos (con mayor predominancia de humanidades, ciencias sociales y ciencias de la salud en las mujeres); es mucho lo que podríamos aprender, en el caso de dilucidar en qué porcentaje es determinante cada variable.
Al grano de la cuestión. En un nuevo estudio, un grupo de investigadores de la Universidad de Maine ha llegado a una conclusión rigurosa sobre este enigma. Según sus resultados, es la cultura la que principalmente ayuda a los humanos a adaptarse a su entorno y a superar los desafíos, mejor y más rápidamente que la genética.
¿El motivo? Parece que el ser humano es una criatura que evoluciona trascendiendo lo meramente animal. Pero esto no debería sorprendernos.
‘La cultura como es un factor subestimado en la evolución humana’
Después de realizar una revisión extensa de la literatura científica y la evidencia anterior sobre la evolución humana a largo plazo, los científicos Tim Waring y Zach Wood concluyeron que los humanos están experimentando una ‘transición evolutiva especial’ en la que la importancia de la cultura, como el conocimiento, las prácticas y las habilidades adquiridas, está superando el valor de los genes como motor principal de la evolución humana.
En palabras del propio Waring, recogidas en un comunicado emitido por la propia Universidad: “La cultura es un factor subestimado en la evolución humana. Al igual que los genes, la educación aprendida ayuda a las personas a adaptarse a su entorno y a afrontar los desafíos de supervivencia y reproducción”.
“La cultura, sin embargo, lo hace de manera más eficaz que los genes porque la transferencia de conocimiento es más rápida y más flexible que la herencia de genes", concluyen los investigadores principales.
Lo llaman ‘el experimento prohibido’. Se trataría de comprobar, en un ambiente controlado, cómo una cría humana responde a los estímulos culturales (o a la falta de ellos, siendo privado de su libertad o del afecto de sus parientes); este cruel escenario, por supuesto, es inimaginable y nunca podrá darse a propósito para estudiar los verdaderos efectos de la cultura en el modelaje del cerebro. A excepción, por desgracia, de algunos niños maltratados que sufrieron este aislamiento por parte de sus progenitores. Genie, apodada la niña salvaje, fue una de ellos.
Encerrada desde bebé en una habitación y atada a la cama, sin recibir apenas información del exterior, desnutrida, sin lenguaje y sin afectos, fue rescatada a los 13 años. Pero ya era tarde. Ya en estos terribles casos –estudiados por educadores y logopedas– era patente el tremendo retraso en el lenguaje y en la cognición. El hostil ambiente al que había sido sometida Genie la había privado de un desarrollo normal, prácticamente imposible de recuperar, pese a que Genie no sufría ningún tipo de disfunción cerebral.
El clásico debate entre qué define más nuestros comportamientos y elecciones, si el ambiente o los rasgos innatos, ha traído de cabeza a científicos y psicólogos durante décadas. Desde el tipo de juguetes que escogen los niños para divertirse (típicamente las niñas muñecas, casitas y juego simbólico; mecánica, abstracciones lógico matemáticas los niños) hasta la carrera que escogen los jóvenes adultos (con mayor predominancia de humanidades, ciencias sociales y ciencias de la salud en las mujeres); es mucho lo que podríamos aprender, en el caso de dilucidar en qué porcentaje es determinante cada variable.
Al grano de la cuestión. En un nuevo estudio, un grupo de investigadores de la Universidad de Maine ha llegado a una conclusión rigurosa sobre este enigma. Según sus resultados, es la cultura la que principalmente ayuda a los humanos a adaptarse a su entorno y a superar los desafíos, mejor y más rápidamente que la genética.
¿El motivo? Parece que el ser humano es una criatura que evoluciona trascendiendo lo meramente animal. Pero esto no debería sorprendernos.
‘La cultura como es un factor subestimado en la evolución humana’
Después de realizar una revisión extensa de la literatura científica y la evidencia anterior sobre la evolución humana a largo plazo, los científicos Tim Waring y Zach Wood concluyeron que los humanos están experimentando una ‘transición evolutiva especial’ en la que la importancia de la cultura, como el conocimiento, las prácticas y las habilidades adquiridas, está superando el valor de los genes como motor principal de la evolución humana.
En palabras del propio Waring, recogidas en un comunicado emitido por la propia Universidad: “La cultura es un factor subestimado en la evolución humana. Al igual que los genes, la educación aprendida ayuda a las personas a adaptarse a su entorno y a afrontar los desafíos de supervivencia y reproducción”.
“La cultura, sin embargo, lo hace de manera más eficaz que los genes porque la transferencia de conocimiento es más rápida y más flexible que la herencia de genes", concluyen los investigadores principales.
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