Cuáles son los síntomas más frecuentes entre los pacientes que estuvieron internados por coronavirus
Miércoles 28 de
Abril 2021
Los efectos del COVID-19 son muy variables, desde individuos asintomáticos hasta pacientes que desarrollan un síndrome de dificultad respiratoria aguda grave, con posible afectación de casi todos los órganos y sistemas.
Sin embargo, los posibles efectos a mediano y largo plazo de COVID-19 se han convertido en una preocupación creciente. La inflamación que caracteriza las formas graves de la enfermedad sugiere que las secuelas serias pueden afectar a varios órganos. Se ha demostrado que otros coronavirus inducen efectos a largo plazo, especialmente en los pulmones.
Hasta ahora, quizá por lo reciente que es la enfermedad, hubo pocas evaluaciones integrales acerca de las consecuencias a largo plazo de COVID-19. Además, la mayoría de las investigaciones se llevaron adelante a partir de pacientes que decidieron participar activamente en el seguimiento, lo que limita el campo de estudio.
El objetivo de una nueva investigación a cargo de un importante equipo de profesionales de la Universidad Paris-Saclay fue evaluar sistemáticamente, cuatro meses después del alta, el estado clínico de los sobrevivientes del COVID-19 que requirieron ser internados.
Los síntomas respiratorios, cognitivos y funcionales se evaluaron por teléfono con un cuestionario de detección cognitiva y una lista de verificación de síntomas.
Durante la visita de atención ambulatoria, los pacientes se sometieron a pruebas de función pulmonar, tomografía computarizada de pulmón, estudios psicométricos y cognitivos (incluida una encuesta de salud de formulario corto de 36 elementos y un inventario de fatiga multidimensional de 20 elementos) y, para los pacientes que habían sido hospitalizados en terapias intensivas o que informaron síntomas en curso, ecocardiografía.
Durante la entrevista telefónica, el 51% de los pacientes declararon padecer, al menos, un síntoma que no tenían antes del COVID-19: fatiga (31%), síntomas cognitivos (21%) y disnea de nueva aparición (16%).
La mediana del puntaje del inventario de fatiga multidimensional dio 4,5 (rango de 3 a 5) para motivación reducida y 3,7 para fatiga mental (en un rango donde el 1 significa mejor y el 5, peor).
Asimismo, se encontraron anomalías en la tomografía computarizada de los pulmones en el 63% de los pacientes, principalmente opacidades sutiles, y se observaron lesiones fibróticas en el 19%, que afectaron a menos del 25% del parénquima (es decir, el tejido esencial del órgano) en todos, menos en un paciente.
Por otra parte, también se observaron lesiones fibróticas en el 39% de las personas con síndrome de dificultad respiratoria aguda. Entre los expacientes de terapias intensivas, se observaron síntomas de ansiedad, depresión y postraumáticos en el 23%, 18% y 7%, respectivamente.
De los pacientes que fueron evaluados cuatro meses después de la hospitalización por COVID-19, el 51% informó al menos un síntoma que no existía antes de la enfermedad.
Entre los pacientes que regresaron para una evaluación adicional, la tomografía computarizada reveló con frecuencia anomalías pulmonares persistentes, así como lesiones fibróticas pulmonares en una minoría de pacientes. La disfunción cardíaca persistente y la insuficiencia renal fueron infrecuentes. Casi todos los pacientes tuvieron serología anti-SARS-CoV-2 positiva.
“Ha habido preocupaciones sustanciales sobre las secuelas respiratorias de COVID-19 -explicó el autor principal del estudio, Luc Morin-. Sin embargo, las pulmonares graves fueron poco frecuentes en los pacientes del presente estudio, aunque todos habían experimentado una forma grave o muy grave de COVID-19”.
Los resultados de la tomografía computarizada de pulmón, realizada a todos los pacientes sintomáticos y de terapias intensivas, fueron anormales en la mayoría de los pacientes, pero las lesiones más frecuentes fueron opacidades sutiles en vidrio esmerilado, lo que confirma hallazgos previos.
Las lesiones fibróticas, sospechadas por la inflamación inicial severa, estuvieron presente en solo el 19% de los pacientes con tomografías computarizadas.
De acuerdo a esta investigación, los cambios fibróticos afectaron menos del 25% del parénquima pulmonar en todos los pacientes y ocurrió casi exclusivamente en pacientes de terapias intensivas. “Aunque es posible que los individuos con lesiones fibróticas leves no refirieran disnea en la consulta telefónica y posteriormente no se sometieran a una tomografía computarizada, parece que esto representa una pequeña proporción de los evaluados”, indica Morin.
Aunque las secuelas pulmonares graves fueron poco frecuentes, se notificó disnea de nueva aparición en el 16% de los pacientes. Si se confirma en otros estudios y se determina que es persistente, esto podría ser clínicamente importante, dada la gran cantidad de pacientes gravemente enfermos con COVID-19 en todo el mundo.
Además, aunque las secuelas parenquimatosas fueron el hallazgo más común, la disfunción respiratoria se confirmó mediante la prueba de provocación de hiperventilación en el 12% de los pacientes, hallazgo que, hasta donde se sabe, no se ha descrito previamente. Es muy probable que la respiración disfuncional no sea específica de COVID-19. No obstante, podría ser la secuela de la disociación entre la disnea y la gravedad de la hipoxemia descrita en pacientes con COVID-19 en fase aguda.
En el estudio francés, los problemas cognitivos, reportados por evaluación telefónica y confirmados en la consulta externa, fueron frecuentes: el 21% de los pacientes refirió al menos un síntoma cognitivo, y el deterioro cognitivo se confirmó en el 38% de los que fueron evaluados posteriormente. Se desconocen los mecanismos subyacentes, pero estos síntomas podrían ser la secuela de la lesión del sistema nervioso central por el SARS-CoV-2, como ocurre con otras infecciones virales.
Se encontraron síntomas de ansiedad en el 31% de los pacientes y síntomas de depresión en el 21%. La prevalencia de síntomas psicológicos en los pacientes de la terapia intensiva, evaluados sistemáticamente en la consulta externa, fue significativa.
Hasta ahora, quizá por lo reciente que es la enfermedad, hubo pocas evaluaciones integrales acerca de las consecuencias a largo plazo de COVID-19. Además, la mayoría de las investigaciones se llevaron adelante a partir de pacientes que decidieron participar activamente en el seguimiento, lo que limita el campo de estudio.
El objetivo de una nueva investigación a cargo de un importante equipo de profesionales de la Universidad Paris-Saclay fue evaluar sistemáticamente, cuatro meses después del alta, el estado clínico de los sobrevivientes del COVID-19 que requirieron ser internados.
Los síntomas respiratorios, cognitivos y funcionales se evaluaron por teléfono con un cuestionario de detección cognitiva y una lista de verificación de síntomas.
Durante la visita de atención ambulatoria, los pacientes se sometieron a pruebas de función pulmonar, tomografía computarizada de pulmón, estudios psicométricos y cognitivos (incluida una encuesta de salud de formulario corto de 36 elementos y un inventario de fatiga multidimensional de 20 elementos) y, para los pacientes que habían sido hospitalizados en terapias intensivas o que informaron síntomas en curso, ecocardiografía.
Durante la entrevista telefónica, el 51% de los pacientes declararon padecer, al menos, un síntoma que no tenían antes del COVID-19: fatiga (31%), síntomas cognitivos (21%) y disnea de nueva aparición (16%).
La mediana del puntaje del inventario de fatiga multidimensional dio 4,5 (rango de 3 a 5) para motivación reducida y 3,7 para fatiga mental (en un rango donde el 1 significa mejor y el 5, peor).
Asimismo, se encontraron anomalías en la tomografía computarizada de los pulmones en el 63% de los pacientes, principalmente opacidades sutiles, y se observaron lesiones fibróticas en el 19%, que afectaron a menos del 25% del parénquima (es decir, el tejido esencial del órgano) en todos, menos en un paciente.
Por otra parte, también se observaron lesiones fibróticas en el 39% de las personas con síndrome de dificultad respiratoria aguda. Entre los expacientes de terapias intensivas, se observaron síntomas de ansiedad, depresión y postraumáticos en el 23%, 18% y 7%, respectivamente.
De los pacientes que fueron evaluados cuatro meses después de la hospitalización por COVID-19, el 51% informó al menos un síntoma que no existía antes de la enfermedad.
Entre los pacientes que regresaron para una evaluación adicional, la tomografía computarizada reveló con frecuencia anomalías pulmonares persistentes, así como lesiones fibróticas pulmonares en una minoría de pacientes. La disfunción cardíaca persistente y la insuficiencia renal fueron infrecuentes. Casi todos los pacientes tuvieron serología anti-SARS-CoV-2 positiva.
“Ha habido preocupaciones sustanciales sobre las secuelas respiratorias de COVID-19 -explicó el autor principal del estudio, Luc Morin-. Sin embargo, las pulmonares graves fueron poco frecuentes en los pacientes del presente estudio, aunque todos habían experimentado una forma grave o muy grave de COVID-19”.
Los resultados de la tomografía computarizada de pulmón, realizada a todos los pacientes sintomáticos y de terapias intensivas, fueron anormales en la mayoría de los pacientes, pero las lesiones más frecuentes fueron opacidades sutiles en vidrio esmerilado, lo que confirma hallazgos previos.
Las lesiones fibróticas, sospechadas por la inflamación inicial severa, estuvieron presente en solo el 19% de los pacientes con tomografías computarizadas.
De acuerdo a esta investigación, los cambios fibróticos afectaron menos del 25% del parénquima pulmonar en todos los pacientes y ocurrió casi exclusivamente en pacientes de terapias intensivas. “Aunque es posible que los individuos con lesiones fibróticas leves no refirieran disnea en la consulta telefónica y posteriormente no se sometieran a una tomografía computarizada, parece que esto representa una pequeña proporción de los evaluados”, indica Morin.
Aunque las secuelas pulmonares graves fueron poco frecuentes, se notificó disnea de nueva aparición en el 16% de los pacientes. Si se confirma en otros estudios y se determina que es persistente, esto podría ser clínicamente importante, dada la gran cantidad de pacientes gravemente enfermos con COVID-19 en todo el mundo.
Además, aunque las secuelas parenquimatosas fueron el hallazgo más común, la disfunción respiratoria se confirmó mediante la prueba de provocación de hiperventilación en el 12% de los pacientes, hallazgo que, hasta donde se sabe, no se ha descrito previamente. Es muy probable que la respiración disfuncional no sea específica de COVID-19. No obstante, podría ser la secuela de la disociación entre la disnea y la gravedad de la hipoxemia descrita en pacientes con COVID-19 en fase aguda.
En el estudio francés, los problemas cognitivos, reportados por evaluación telefónica y confirmados en la consulta externa, fueron frecuentes: el 21% de los pacientes refirió al menos un síntoma cognitivo, y el deterioro cognitivo se confirmó en el 38% de los que fueron evaluados posteriormente. Se desconocen los mecanismos subyacentes, pero estos síntomas podrían ser la secuela de la lesión del sistema nervioso central por el SARS-CoV-2, como ocurre con otras infecciones virales.
Se encontraron síntomas de ansiedad en el 31% de los pacientes y síntomas de depresión en el 21%. La prevalencia de síntomas psicológicos en los pacientes de la terapia intensiva, evaluados sistemáticamente en la consulta externa, fue significativa.
Con información de
Infobae