Secuelas del COVID-19: cuáles son las distorsiones que afectan el olfato
Martes 27 de
Abril 2021
A más de un año de comenzada la pandemia, los científicos están evaluando los efectos del COVID-19 a largo plazo (llamado long COVID en inglés).
Es que muchas personas que tuvieron coronavirus presentan, luego de recibida el alta médica, secuelas en el mediano y el largo plazo. Entre ellas, se encuentran las que afectan la función olfatoria: alteraciones cuantitativas del olfato con recuperación total o parcial de la anosmia de inicio así como alteraciones cualitativas. Estas últimas son las disosmias, es decir, distorsiones en la interpretación de los olores. Entre ellas, se encuentran las parosmias, fantosmias y heterosmias, entre otras.
Parosmias
Luego del alta epidemiológica, y a medida que pasa el tiempo, los pacientes comienzan a descubrir la presencia de un olor diferente a lo que se considera como normal. Por ejemplo, un jabón, un café, una comida y hasta el olor de sus seres queridos causan un rechazo enérgico. Estos se transforman en olor a materia en descomposición, carne podrida, heces y sangre. Los olores más desagradables aparecen frente a comidas calientes.
El número de pacientes con esta afección está en aumento y esto se refleja en la consulta diaria, donde los testimonios son desde cuadros más leves hasta los más raros y desconcertantes. Todo el cuadro repercute de manera negativa en la calidad de vida de estas personas.
En principio, la gran mayoría de las personas manifiesta su asombro, pues el regreso del olfato les hizo pensar en una normalización total del cuadro inicial. En muchas ocasiones, la aparición de estas alteraciones lleva a los pacientes a realizarse un nuevo hisopado, que suele ser negativo. Comienza entonces el rechazo de las comidas, los perfumes y los artículos de aseo personal y de limpieza del hogar.
Incluso refieren que el agua que utilizan para la higiene personal les sabe raro, lo que lleva a elegir no bañarse. La misma sensación de asco frente a las comidas hace que disminuya la ingesta diaria, con la disminución de peso o el aumento (dado que estas personas eligen solo las comidas que toleran o las “disfrazan” con algunos condimentos). En uno u otro caso, se producirá un disbalance alimentario.
Fantosmias
El problema se agrava en los casos de fantosmia, que es la percepción de un olor que, en realidad, está ausente, ya que no existe el estímulo. El mejor ejemplo es el agua: estos pacientes refieren que el solo hecho de lavarse la cara o bañarse les causa náuseas. Refieren, por ejemplo, que sienten olor a cigarrillo o a sangre.
Heterosmias
En el caso de la heterosmia, la alteración consiste en sentir un olor diferente, que puede ser agradable o desagradable: frente a diferentes olores el paciente refiere que los siente todos más o menos iguales. En cualquiera de los casos, se trate de olores agradables o desagradables, traen inconvenientes en la vida diaria.
Cómo se producen estas alteraciones
Hoy en día, la pérdida brusca del olfato es sinónimo de COVID-19. La hipótesis para su aparición es el daño en el receptor de la principal célula olfatoria o primera neurona que forma parte del epitelio olfatorio. Esto también ocurre en otras virosis producidas por ejemplo por el virus de la gripe, que suele causar anosmia, o el rinovirus, responsable del resfrío y que causa las anosmias posvirales ya conocidas.
La otra hipótesis es que, frente a la llegada del coronavirus a la célula de sostén que tiene mucha cantidad de receptores anfitriones para el virus, se activan sensores en la célula que comienzan la replicación viral. Esto causa la activación del interferón y desencadena la conocida tormenta de citoquinas que, a su vez, inicia un proceso inflamatorio importante, que llega incluso a las células principales.
Cualquiera sea la hipótesis válida, lo cierto es que ambos mecanismos impiden la entrada de los olores y, por ese motivo, la pérdida del olfato es súbita.
Por otra parte, las células basales o totipotenciales que terminan de formar parte de este epitelio que solo ocupa entre 2,5 y 5 cm2 reemplazarían a estas células recibiendo señales de los estímulos químicos (olores) que están en el ambiente. Pero la transmisión al rinencéfalo es confusa y así aparecen los olores erráticos. Por ejemplo, la parosmia podría ser el resultado de daños en las terminaciones nerviosas que se mantiene en el tiempo. Es de suponer que el cerebro se encargaría de corregir el problema con el transcurso del tiempo. Muchas veces, los pacientes preguntan cuánto tiempo llevará esta recuperación: es imposible dar una respuesta certera, por lo que se sugiere concentrarse en el tratamiento farmacológico, la realización de estudios complementarios como la olfatometría y en el entrenamiento de la rehabilitación olfatoria.
Consecuencias en el largo plazo
Estas alteraciones afectan la calidad de vida de los pacientes y su la salud mental: muchas mujeres han dado a luz a sus bebés y no han podido sentir su olor. Además del trastorno emocional que puede causar esta situación, también aparecen problemas durante el cuidado del niño: por ejemplo, la falta de olfato no permite detectar cuándo el niño necesita un cambio de pañal.
Las personas con alteraciones del olfato durante períodos prolongados se sienten aislados de su entorno, refieren perder su identidad, no encuentran placer en las comidas o bebidas y pierden la cercanía tranquilizadora de poder oler a sus padres, a sus hijos o a su ser amado, y refieren displacer en sus relaciones sexuales.
La conexión interpersonal y el placer la evocación de recuerdos de lugares y situaciones están ligados a este misterioso y complejo sentido.
Lo importante es tener en cuenta que la consulta a un especialista en olfato puede ayudar a estas personas en el camino de la recuperación de este sentido mediante el tratamiento médico, la olfatometría y otros estudios complementarios, la rehabilitación y el acompañamiento mientras dure la afectación.
Dra. Stella Maris Cuevas (MN: 81701) es médica otorrinolaringóloga - Experta en olfato – Alergista. Expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)
Parosmias
Luego del alta epidemiológica, y a medida que pasa el tiempo, los pacientes comienzan a descubrir la presencia de un olor diferente a lo que se considera como normal. Por ejemplo, un jabón, un café, una comida y hasta el olor de sus seres queridos causan un rechazo enérgico. Estos se transforman en olor a materia en descomposición, carne podrida, heces y sangre. Los olores más desagradables aparecen frente a comidas calientes.
El número de pacientes con esta afección está en aumento y esto se refleja en la consulta diaria, donde los testimonios son desde cuadros más leves hasta los más raros y desconcertantes. Todo el cuadro repercute de manera negativa en la calidad de vida de estas personas.
En principio, la gran mayoría de las personas manifiesta su asombro, pues el regreso del olfato les hizo pensar en una normalización total del cuadro inicial. En muchas ocasiones, la aparición de estas alteraciones lleva a los pacientes a realizarse un nuevo hisopado, que suele ser negativo. Comienza entonces el rechazo de las comidas, los perfumes y los artículos de aseo personal y de limpieza del hogar.
Incluso refieren que el agua que utilizan para la higiene personal les sabe raro, lo que lleva a elegir no bañarse. La misma sensación de asco frente a las comidas hace que disminuya la ingesta diaria, con la disminución de peso o el aumento (dado que estas personas eligen solo las comidas que toleran o las “disfrazan” con algunos condimentos). En uno u otro caso, se producirá un disbalance alimentario.
Fantosmias
El problema se agrava en los casos de fantosmia, que es la percepción de un olor que, en realidad, está ausente, ya que no existe el estímulo. El mejor ejemplo es el agua: estos pacientes refieren que el solo hecho de lavarse la cara o bañarse les causa náuseas. Refieren, por ejemplo, que sienten olor a cigarrillo o a sangre.
Heterosmias
En el caso de la heterosmia, la alteración consiste en sentir un olor diferente, que puede ser agradable o desagradable: frente a diferentes olores el paciente refiere que los siente todos más o menos iguales. En cualquiera de los casos, se trate de olores agradables o desagradables, traen inconvenientes en la vida diaria.
Cómo se producen estas alteraciones
Hoy en día, la pérdida brusca del olfato es sinónimo de COVID-19. La hipótesis para su aparición es el daño en el receptor de la principal célula olfatoria o primera neurona que forma parte del epitelio olfatorio. Esto también ocurre en otras virosis producidas por ejemplo por el virus de la gripe, que suele causar anosmia, o el rinovirus, responsable del resfrío y que causa las anosmias posvirales ya conocidas.
La otra hipótesis es que, frente a la llegada del coronavirus a la célula de sostén que tiene mucha cantidad de receptores anfitriones para el virus, se activan sensores en la célula que comienzan la replicación viral. Esto causa la activación del interferón y desencadena la conocida tormenta de citoquinas que, a su vez, inicia un proceso inflamatorio importante, que llega incluso a las células principales.
Cualquiera sea la hipótesis válida, lo cierto es que ambos mecanismos impiden la entrada de los olores y, por ese motivo, la pérdida del olfato es súbita.
Por otra parte, las células basales o totipotenciales que terminan de formar parte de este epitelio que solo ocupa entre 2,5 y 5 cm2 reemplazarían a estas células recibiendo señales de los estímulos químicos (olores) que están en el ambiente. Pero la transmisión al rinencéfalo es confusa y así aparecen los olores erráticos. Por ejemplo, la parosmia podría ser el resultado de daños en las terminaciones nerviosas que se mantiene en el tiempo. Es de suponer que el cerebro se encargaría de corregir el problema con el transcurso del tiempo. Muchas veces, los pacientes preguntan cuánto tiempo llevará esta recuperación: es imposible dar una respuesta certera, por lo que se sugiere concentrarse en el tratamiento farmacológico, la realización de estudios complementarios como la olfatometría y en el entrenamiento de la rehabilitación olfatoria.
Consecuencias en el largo plazo
Estas alteraciones afectan la calidad de vida de los pacientes y su la salud mental: muchas mujeres han dado a luz a sus bebés y no han podido sentir su olor. Además del trastorno emocional que puede causar esta situación, también aparecen problemas durante el cuidado del niño: por ejemplo, la falta de olfato no permite detectar cuándo el niño necesita un cambio de pañal.
Las personas con alteraciones del olfato durante períodos prolongados se sienten aislados de su entorno, refieren perder su identidad, no encuentran placer en las comidas o bebidas y pierden la cercanía tranquilizadora de poder oler a sus padres, a sus hijos o a su ser amado, y refieren displacer en sus relaciones sexuales.
La conexión interpersonal y el placer la evocación de recuerdos de lugares y situaciones están ligados a este misterioso y complejo sentido.
Lo importante es tener en cuenta que la consulta a un especialista en olfato puede ayudar a estas personas en el camino de la recuperación de este sentido mediante el tratamiento médico, la olfatometría y otros estudios complementarios, la rehabilitación y el acompañamiento mientras dure la afectación.
Dra. Stella Maris Cuevas (MN: 81701) es médica otorrinolaringóloga - Experta en olfato – Alergista. Expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)
Con información de
Infobae