No queremos vivir así
Lunes 13 de
Enero 2020
Por:
Lic. Laura Ludueña | Desde Rafaela
En Rafaela, terminamos el 2019 con un hecho que nos movilizó a todos y cuyo origen tiene una red de causas que van, desde el tenso clima de violencia y hostilidad permanente entre quienes piensan distinto, hasta el dolor y la impotencia que todos sentimos cuando vemos que perdimos la seguridad de vivir en una ciudad mediana del interior del país.
Lo que pasó, hizo que nos sintiéramos tan expuestos como si viviéramos en Buenos Aires de donde mucho sabemos, gracias a los noticieros que morbosamente muestran lo peor de la gran ciudad. La cuestión es que, por primera vez, se produjo en Rafaela una reacción popular tan numerosa que creemos, marcará un antes y un después en su historia. En el mundo, existen numerosos ejemplos de levantamientos populares con consecuencias que luego fueron decisivas para cambiar el curso de los acontecimientos. Desde la Revolución francesa hasta las primaveras árabes, las acciones populares de este tipo han rediseñado muchas veces, situaciones que parecían inmodificables. Estudiosos de la sociedad actual las caracterizan como un “virus que recorre el mundo de continente en continente y que ataca tanto a democracias que aún no han perdido rasgos de su pasado dictatorial, como a democracias consolidadas”. Posiblemente nunca como hoy, hubo tantos ciudadanos llevando sus reclamos a las calles. Podremos estar de acuerdo o no con este tipo de protesta, pero lo que no podemos negar, es la autenticidad de la misma que intenta de un modo desesperado, que quienes manejan el poder, hagan algo para cambiar las cosas. La pregunta es cómo y por qué llegamos a este punto. ¿Qué situaciones conforman la red de causas que llevó a una manifestación popular en la tradicionalmente tranquila Rafaela? Nos preguntamos en qué momento pasamos de dejar a nuestros hijos jugar en la calle o ir en bici a hacer sus actividades; a tenerlos encerrados y llevarlos a todas partes por miedo a que los asalten. Coincidimos con el Obispo Fernández cuyo diagnóstico fue uno de los más certeros: “la gente en la calle, nos está diciendo a todos algo, que así no se quiere vivir”. Sin duda que el mejor camino es el diálogo. Pero, para que este se dé, hacen falta ciertas condiciones que van más allá de los gobernantes de turno. Y es ahí donde encontramos el nudo central de esta realidad. Porque para que se transforme, necesitamos mucho más que leyes más duras. Necesitamos que se termine con el gran “mercado de lo robado” que, si existe, es porque tiene mucha demanda. Necesitamos combatir el flagelo de la droga que afecta a jóvenes y no tan jóvenes de diferentes grupos sociales. Necesitamos que se cumplan las normas mínimas de convivencia, sin privilegios para nadie. Necesitamos dejar de viralizar argumentos que no sabemos si tienen sustento real o son sólo mitos urbanos que satisfacen nuestra opinión política, pero que hacen mucho daño porque sirven para profundizar una grieta que no beneficia a nadie. Necesitamos hacer coincidir nuestro pensar con nuestro obrar. En síntesis, necesitamos cambiar desde lo más profundo de nosotros mismos y no, esperar que cambien los demás. Es buenísimo que Rafaela se haya manifestado porque demuestra que algo sustancial cambió en la relación del ciudadano rafaelino con el “otro”. Al unirse en el dolor tantas familias que sufrieron la frustración de no sentirse oídas, su grito llegará más lejos. Que en alguna marcha unos pocos, hayan tenido una reacción violenta, refleja la impotencia de quienes no conocen otro medio de expresión, pero, sin lugar a dudas, no le quita mérito al reclamo. Las cosas materiales se recuperan, las injusticias y las pérdidas de vidas no. Breguemos porque la empatía que sentimos todos ante lo ocurrido, no se pierda en intereses mezquinos. Una sociedad más justa es obra de un colectivo de voluntades y no de unos pocos. Ojalá que lo logremos.