Qué es la colpofobia, el miedo a los genitales femeninos
Miércoles 11 de
Septiembre 2019
Las personas que lo padecen en ocasiones apenas son capaces de mirar una vagina y no entienden realmente por qué.
Es la colpofobia, o miedo a los genitales femeninos, una fobia que los expertos advierten no debe tomarse a la ligera. La colpofobia (del griego kólpos, que significa “vagina”) se manifiesta mediante sudores excesivos, taquicardias, ansiedad y, en este caso concreto, con una baja del apetito sexual y un inexplicable rechazo a los órganos femeninos.
Los pacientes que acuden a consulta para recibir ayuda médica suelen vivir en la incertidumbre.
No entienden por qué se sienten incómodos, ansiosos y nerviosos cuando mantienen relaciones con sus parejas. Y más difícil aún les resulta comprender cuando ese miedo o rechazo a la vagina no implica necesariamente una falta de atracción sexual hacia su compañera.
Una experiencia traumática en el pasado puede ser el germen de la colpofobia. Pero otros pacientes no recuerdan ni identifican una causa específica, y es ahí donde radican los mayores problemas.
Se sienten confusos y a los expertos les puede costar descubrir si se debe a una vivencia que no recuerdan o a un componente genético innato en el paciente, algo que es mucho más difícil de tratar.
El origen
“Acuden a consulta acusando deterioros en la relación y es ahí donde comienza la terapia de descubrimiento, con muchas horas de sesión, por lo general para averiguar el origen de ese miedo”, cuenta la sexóloga Sepúlveda sobre los pacientes que llegan en búsqueda de su asesoramiento.
Asegura que, algunas veces, los pacientes apenas pueden mirar a la vagina,de practicarle sexo oral a la pareja o de ayudarle en la masturbación.
Sepúlveda subraya que, en algunos casos, no se trata solamente de un miedo transitorio o fundamentado.
“Algunos pacientes, por simple naturaleza, no disfrutan de la desnudez, las caricias o los roces de la misma forma que el resto de individuos, y reducen su intercambio sexual exclusivamente a la penetración”.
Cuando el origen de la aversión se encuentra en una vivencia del pasado, Sepúlveda indica que muchas de estas experiencias traumáticas se producen en edades muy tempranas y, en algunos casos, propiciadas por algún miembro de la familia.
“En uno de mis pacientes, la colpofobia se había originado durante su niñez, cuando una familiar abusó de él y le acercó a la fuerza hacia su vagina”, cuenta la sexóloga chilena.
“Al igual que en otras fobias, el miedo a los genitales puede surgir en la persona desde la etapa uterina o en los primeros años de vida”, dice Sepúlveda.
Algunas actitudes de los padres pueden generar este tipo de fobias en sus hijos de forma accidental.
En el caso de desarrollarla durante etapas tan tempranas, puede deberse incluso a gestos “sin intención” por parte de quienes les rodean.
“Sucede mucho que los padres, al jugar con los niños cuando son pequeños, les predisponen a sentir cierta respuesta negativa ante malos olores, como por ejemplo al cambiar unos pañales sucios. Eso la persona lo va aprendiendo y lo incorpora a su experiencia vital y sexual”.
Luego, de adolescentes, pueden “reaccionar a esos mensajes subliminales de ‘asco’ y condicionar su vida en pareja”, según Sepúlveda.
Los expertos consultados por BBC Mundo apuestan por una terapia “de aliento y alcance, centrada en buscar la raíz del problema”.
Morales se opone a terapias “más salvajes” como, por ejemplo, exponer a quienes la padecen a imágenes de genitales femeninos para hacerles “enfrentarse al miedo. La exposición a los órganos genitales debe ser progresiva y no brusca”, coincide Sepúlveda, quien también alerta sobre el hecho de que a veces las personas tienen su propia manera de vivir la sexualidad, más fría y distante, sin que ello implique ningún tipo de trastorno.
También existe la aversión a órganos genitales masculinos, en cuyo caso se conoce como erotofobia. Esta puede darse bajo circunstancias más específicas y particulares, de las que la doctora Sepúveda recuerda un caso en particular.
“En una ocasión, una paciente sentía fobia únicamente al pene de su pareja en estado flácido y le costaba entender por qué”, cuenta.
“Tras la terapia, descubrió que se debía a que su abuelo, cuando era niña, la utilizaba para conseguir erecciones y, una vez logradas, la alejaba con desprecio”.
Los pacientes que acuden a consulta para recibir ayuda médica suelen vivir en la incertidumbre.
No entienden por qué se sienten incómodos, ansiosos y nerviosos cuando mantienen relaciones con sus parejas. Y más difícil aún les resulta comprender cuando ese miedo o rechazo a la vagina no implica necesariamente una falta de atracción sexual hacia su compañera.
Una experiencia traumática en el pasado puede ser el germen de la colpofobia. Pero otros pacientes no recuerdan ni identifican una causa específica, y es ahí donde radican los mayores problemas.
Se sienten confusos y a los expertos les puede costar descubrir si se debe a una vivencia que no recuerdan o a un componente genético innato en el paciente, algo que es mucho más difícil de tratar.
El origen
“Acuden a consulta acusando deterioros en la relación y es ahí donde comienza la terapia de descubrimiento, con muchas horas de sesión, por lo general para averiguar el origen de ese miedo”, cuenta la sexóloga Sepúlveda sobre los pacientes que llegan en búsqueda de su asesoramiento.
Asegura que, algunas veces, los pacientes apenas pueden mirar a la vagina,de practicarle sexo oral a la pareja o de ayudarle en la masturbación.
Sepúlveda subraya que, en algunos casos, no se trata solamente de un miedo transitorio o fundamentado.
“Algunos pacientes, por simple naturaleza, no disfrutan de la desnudez, las caricias o los roces de la misma forma que el resto de individuos, y reducen su intercambio sexual exclusivamente a la penetración”.
Cuando el origen de la aversión se encuentra en una vivencia del pasado, Sepúlveda indica que muchas de estas experiencias traumáticas se producen en edades muy tempranas y, en algunos casos, propiciadas por algún miembro de la familia.
“En uno de mis pacientes, la colpofobia se había originado durante su niñez, cuando una familiar abusó de él y le acercó a la fuerza hacia su vagina”, cuenta la sexóloga chilena.
“Al igual que en otras fobias, el miedo a los genitales puede surgir en la persona desde la etapa uterina o en los primeros años de vida”, dice Sepúlveda.
Algunas actitudes de los padres pueden generar este tipo de fobias en sus hijos de forma accidental.
En el caso de desarrollarla durante etapas tan tempranas, puede deberse incluso a gestos “sin intención” por parte de quienes les rodean.
“Sucede mucho que los padres, al jugar con los niños cuando son pequeños, les predisponen a sentir cierta respuesta negativa ante malos olores, como por ejemplo al cambiar unos pañales sucios. Eso la persona lo va aprendiendo y lo incorpora a su experiencia vital y sexual”.
Luego, de adolescentes, pueden “reaccionar a esos mensajes subliminales de ‘asco’ y condicionar su vida en pareja”, según Sepúlveda.
Los expertos consultados por BBC Mundo apuestan por una terapia “de aliento y alcance, centrada en buscar la raíz del problema”.
Morales se opone a terapias “más salvajes” como, por ejemplo, exponer a quienes la padecen a imágenes de genitales femeninos para hacerles “enfrentarse al miedo. La exposición a los órganos genitales debe ser progresiva y no brusca”, coincide Sepúlveda, quien también alerta sobre el hecho de que a veces las personas tienen su propia manera de vivir la sexualidad, más fría y distante, sin que ello implique ningún tipo de trastorno.
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Con información de
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